La entrada de ERC en el gobierno municipal de Jaume Collboni en Barcelona, que estuvo a un paso de materializarse el pasado mes de junio, va camino de alargarse unos cuantos meses más. El alcalde socialista ha dado por hecho este viernes que no espera que los republicanos tomen una decisión hasta que haya pasado el congreso que debe renovar la cúpula y la estrategia del partido, previsto para el próximo 30 de noviembre.
“El mapa político está muy movido”, ha constatado Collboni en una entrevista en Rac1. “Debemos esperar a que los partidos hagan sus congresos y una vez decidan y hagan sus debates, veremos qué sale de ello”, ha manifestado, en referencia a los congresos que en otoño tienen previstos no solo ERC, sino también Junts y los Comuns. Por ello, el regidor socialista ha defendido centrarse de momento en elaborar unos presupuestos para 2025 y no hablar de acuerdos de gobierno.
Collboni sabe que los republicanos están inmersos en un convulso proceso interno que no facilita retomar el pacto que sellaron en junio, y por el que sus cinco ediles iban a entrar en el Ejecutivo. Lo reconocen incluso fuentes del grupo municipal que lidera Elisenda Alamany. “Es importante saber leer los momentos políticos y ahora mismo hay derivadas del partido a nivel nacional con un impacto evidente en el calendario y en la toma de decisiones”, señalan. “En Barcelona todavía no hay ninguna decision adoptada”, añaden.
En este sentido, el alcalde se muestra tranquilo y espera abordarlo tanto si el congreso se adelanta, tal como quiere Oriol Junqueras, como si se mantiene hasta finales de noviembre. “Yo aspiro a articular una mayoría progresista, que puede ser un acuero de coalición o de gobierno”, ha expresado en Rac1.
Tras meses de conversaciones a varios bandos, que llegaron a incluir a los comuns de Ada Colau y al Junts de Xavier Trias, finalmente Collboni alcanzó un acuerdo con ERC para sumarlos al gobierno y alcanzar así los 15 concejales, todavía lejos de la mayoría absoluta. Sin embargo, ese compromiso quedó congelado después de que la militancia no pudiera avalarlo por una mala organización del partido de esa votación.
La decisión quedó congelada entonces en un contexto de tensión en el partido por las negociaciones de investidura de Salvador Illa, por un lado, y por la creciente pugna interna por el liderazgo de la formación.