Karl Ove Knausgård (Oslo, 54 años) vive ahora más tranquilo. Hace una década revolucionó el panorama literario mundial con su monumental serie Mi lucha (Anagrama), un ambicioso proyecto autobiográfico, escrito de manera prácticamente compulsiva, en el que desgranó todo tipo de detalles de su infancia, de su matrimonio y de su vida personal y familiar. Su publicación le puso en el ojo del huracán por la cantidad de detalles íntimos revelados sobre él y sus allegados y abrió el debate sobre los límites de la autoficción.
Separado ya de su antigua pareja, residente en Londres, Knausgård admite que su vida ya no está condicionada por el ciclón mediático y emocional que generó su obra anterior. Ahora vuelve a la narrativa con La estrella de la mañana (Anagrama, traducción de Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo).
Aunque sea una historia de ficción, el libro sigue conteniendo los temas que han marcado su obra: la complejidad de la naturaleza humana, las contradicciones del matrimonio, de la masculinidad y de las relaciones familiares. También se abordan de nuevo las expectativas frustradas y los claroscuros de la fe.
Cuando terminó Mi lucha dijo que si no encontraba algo nuevo dejaría de escribir. ¿Le costó encontrar una historia después de años escribiendo sobre sí mismo?
No, porque me puse con el nuevo libro bastantes años después de Mi lucha, creo que pasaron unos siete años. Estaba más o menos preparado, pero no sabía sobre qué escribir. Pero me senté y empecé a escribir y... este es el libro.
¿Hasta qué punto consideró realmente abandonar la escritura? Incluso definió Mi lucha como un suicidio literario.
Creo que la última frase de Mi lucha es “y estoy tan feliz de haber dejado de ser escritor”. Eso iba en serio. [Después del libro] no quería ser escritor. No quería escribir novelas. Pensé que tal vez podría escribir ensayos o cosas así, pero no duré mucho. He estado escribiendo todos estos años, pero no novelas.
En mi obra anterior quise representarlo todo y hay un dicho que dice “no debes escribir sobre las cosas más importantes. Debes escribir sobre lo que esas cosas o los conflictos generan”. Yo quería ir directamente al origen y escribir todo lo que sé y pensaba que no debería quedar nada después de eso. Esa era la cuestión. La intención era que no debería poder escribir sobre nada una vez acabada Mi lucha porque todo debería estar ahí. Pero no funcionó.
Incluso llegó a decir que no sabía cómo escribir una novela.
Sí, es verdad. Pero es que es así. Creo que es algo cierto para todos los novelistas. No saben cómo hacerlo. Sólo tienes que improvisar.
¿Qué ha significado volver a la narrativa? ¿Han cambiado los procesos con respecto a la autoficción?
Básicamente lo hago igual. Pero en cierto modo ahora es más difícil porque tengo que inventármelo todo, y creo que eso es muy complicado. Llegas a la mesa por la mañana y sabes que tiene que pasar algo y no sabes lo que va a pasar, pero tienes que inventártelo. Eso es jodido, pero creo que me hace más feliz que escribir autoficción.
La escritura en su nueva novela mantiene puntos en común con su obra autobiográfica, pero hay cierto cambio. Hay más acción, parece más organizada... ¿Ha sido más lenta la escritura esta vez?
No, ha sido más o menos igual. Un poco más lenta porque en algunas partes de Mi lucha escribía increíblemente rápido. El quinto libro, por ejemplo, creo que llegué a escribir 20 páginas al día. Creo que tardé ocho semanas en escribirlo y es enorme. Es cierto que esta vez no ha sido así, pero desarrollé una nueva estrategia de escritura durante Mi lucha: acepto todo lo que viene. Lo escribo, lo acepto y sigo adelante.
¿Sigue sin apenas reescribir frases?
Casi nunca. Si no estoy contento, la quito y vuelvo a empezar. Esto hace que el libro tenga cosas buenas y otras no tanto. Pero no me importa. Lo que quiero es hacer libros y es lo que hago.
También hay mucho más diálogo.
Sí. Es un libro que va mucho más sobre la gente y lo que pasa entre la gente que en Mi lucha.
En La estrella de la mañana hay nueve narradores, cada uno con su propio lenguaje y personalidad, pero la sensación es que ahora son ellos los que hablan por usted: la obra gira alrededor de los mismos temas.
Sí, así es. Pero también es muy diferente porque son personajes distintos. Ninguno de ellos es yo ni piensa como yo ni tiene mis opiniones. Pero, por supuesto, todo lo que me interesa sigue estando en el libro.
Los personajes también tienen algo de usted, ¿no? Hay un periodista, una enfermera en un hospital psiquiátrico… [profesiones que había desarrollado el autor]
Sí, todos tienen que ver conmigo de alguna manera. Y las emociones y sentimientos vienen de mí. Pero no es que representen algo de mí. Es diferente escribir una novela.
Acepto lo que venga y casi nunca reescribo frases. Si no estoy contento, la quito y vuelvo a empezar.
¿Diría que es una novela sobre gente angustiada?
Me gusta esa idea. Todos están en lugares de la vida donde el cambio está ocurriendo o podría ocurrir o debería ocurrir.
Leyendo el libro, sobre todo la primera parte, es inevitable pensar en Stephen King. ¿Lo tenía en mente cuando lo escribía?
No, no pensé en él cuando lo escribí, pero lo leí después. Entonces mi editor me dijo algo que yo no sabía sobre él. Es mi editor desde hace 20 años y me dijo que le encanta Stephen King, pero yo no lo sabía.
¿Y Drácula?
Sí, es una obra que me encanta.
Melancolía, de Lars Von Trier, también parece una de las referencias. ¿La tenía en mente cuando la escribió?
No, pero debe ser el subconsciente, la imagen del planeta que viene de alguna manera… Debe haber estado en alguna parte de mi mente.
Aunque termina con una parte de ensayo, ¿cree que se puede definir como una novela de terror? Sus dos primeras novelas exploraron también ese género.
Creo que no. Es decir, tiene elementos de novela de terror. Pero para mí es más un drama existencial que otra cosa. Mi segunda novela, por ejemplo, trata sobre esta estúpida idea de lo que pasó con los ángeles. Existe la teoría de que a los ángeles les gustaba demasiado la vida en la Tierra, así que se quedaron aquí demasiado tiempo y luego fueron lanzados a la evolución y se convirtieron en gaviotas. Así que las gaviotas son ángeles. Pero lo que hay en ese libro es, creo, la transcreación, que es básicamente terror. Quiero decir, Drácula es aterrador porque transcrea la muerte. Vive para siempre.
La estrella de la mañana gira alrededor de un fenómeno paranormal.
Lo extraño en este libro es que las cosas comienzan a comportarse de manera diferente y hay una cantidad indeterminada de algo desconocido. No sabemos qué es esa estrella y eso es extraño. Algo aparece en la Tierra y no sabemos lo que es. Eso da miedo y es lo que me interesaba representar: las cosas que no conocemos porque tenemos la sensación de que lo sabemos todo o de que alguien lo sabe por nosotros: todo está controlado e investigado y conocemos todos los procesos y básicamente lo sabemos todo. Pero creo que en realidad es lo contrario, no sabemos nada, y eso representa la estrella en el libro.
La pandemia fue un buen ejemplo.
¡Exacto! Esa incertidumbre por algo externo y ajeno. Ese terror en el exterior cuyas consecuencias no sabíamos hasta dónde podían llegar. Eso significa la estrella en el libro.
Es curioso cómo una estrella consigue impregnar al libro de esa atmósfera inquietante.
Esa era mi intención. Tengo un libro, creo que es del siglo IV o V o algo así, que se llama Milagros Maravillosos. Son dibujos y pinturas de cosas que pasan en el cielo a lo largo de la historia: una vez goteó sangre del cielo, otra vez hubo dos soles de repente… Hay un montón de cosas que la gente ha visto.
O creen que vieron.
O ya no lo vemos. ¿Por qué? Por eso me interesa tanto la historia cultural de la muerte en la última parte del libro: abordar todo lo que la gente ha creído sobre ella. ¿Por qué nosotros no vemos cosas? ¿Por qué ya no vemos fantasmas?
¿Por qué cree que no los vemos?
Ese es uno de los temas de la novela y del resto de libros de la serie. Ahora estoy escribiendo el cuarto y creo que habrá seis.
¿Todos suceden en el mismo lugar?
No, el segundo sucede en parte en Noruega en 1986 y en parte en la Unión Soviética. El personaje principal es una mujer rusa. En el tercero vuelvo a los protagonistas de La estrella de la mañana, pero la historia está contada por otros. El cuarto libro, que estoy escribiendo ahora, transcurre en Londres, también en 1986, pero llega hasta nuestros días.
¿En todos ellos podemos esperar fenómenos paranormales?
Sí. Están conectados de alguna manera.
No hay duda de que los ha creado en una parte diferente de su vida. Ya no está en el ojo del huracán como hace 10 años.
Mi vida es mucho más tranquila. Ahora tengo 54 años, así que he empezado a descubrir lo que me conviene y lo que no.
¡Por fin!
Sí, por fin. Tengo una familia grande. Tenemos siete hijos entre los dos y somos nueve personas en casa. Mi vida ahora es estar con mi familia, cocinar, lavar la ropa… Todo eso y escribir. Es muy agradable.
¿Cómo ha afectado este cambio vital a su escritura?
Es cierto que escribo diferente ahora, pero la escritura sigue representando lo mismo para mí. Es adentrarte en lo que no conoces, en algo incierto. Y es un constante sentimiento de fracaso. Es un sentimiento constante porque nunca consigues lo que quieres. Nunca. Nunca va a ser lo que crees que debería ser. Cada vez que entro en esa habitación tengo la sensación de que no hay nada dentro de mí. Sólo tengo que hacer estas tres páginas y luego salir de la habitación.
¿Sigue teniendo el objetivo de hacer un número determinado de páginas cada día?
Sí, lo tengo. Si no, no puedo escribir.
¿Sigue sin leer periódicos ni ver la TV?
Cuando publico un libro, no leo los periódicos para evitar leer sobre él. No soporto leer sobre mi propio trabajo o las entrevistas que hago. Simplemente no puedo. Así que me protejo de eso.
Hace una década le preguntaban sobre qué pasaría cuando sus hijos leyeran Mi lucha, y usted respondía que aún eran pequeños. Usted ya tiene una hija adolescente.
Sí, tengo dos hijas adolescentes y un hijo adolescente.
¿Han leído ya sus libros?
No, saben que están ahí. Saben de qué tratan… pero aún no han llegado ahí. Lo he hablado con ellos. Saben lo que hay en los libros, pero no han entrado todavía en ellos.
Predijo que les iba a doler la lectura
No lo sé. Depende. A veces hago entrevistas y digo que me siento culpable. A veces no. Sé que quizá sea difícil para ellos porque revela la historia de sus padres y saben que es una historia pública. Eso será duro. Una cosa es saber de qué va, la otra cosa es leerlo. Pero, al mismo tiempo, a mí me gustaría poder saber tanto sobre mi padre. Sabrán mucho de mí cuando ya no esté.
Mi vida es ahora mucho más tranquila. Tengo 54 años y he empezado a descubrir lo que me conviene y lo que no.
¿Usted qué lee actualmente?
Sobre todo leo no ficción. Cosas de divulgación científica, filosofía o biografías. Ahora estoy leyendo una biografía muy buena sobre Pessoa. Pero la mayoría de mis lecturas están relacionadas con mi novela. Ahora leo mucho sobre el cerebro y la conciencia porque eso es central en el tercer libro. Suelo leer sobre lo que me interesa en ese momento. Antes de escribir el segundo libro, leí mucho sobre la cultura, filosofía y literatura rusa.
¿Ha leído algún autor español recientemente?
No es española, pero hace poco leí a Mariana Enríquez. Es muy impactante, distinta y me encanta el trasfondo político que le da a las historias.