Moco Museum, el proyecto de una pareja holandesa para llevar el arte moderno al centro de Barcelona

Lúa Pena Dopazo

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La calle Montcada del barrio del Born, en Barcelona, reafirma su condición de polo cultural. Al Museo Picasso y el Museo Etnológico y de Culturas del Mundo se ha sumado desde hace menos de un mes el Moco Museum, un espacio privado que ha aterrizado en la capital catalana proveniente de Amsterdam.

El Moco Museum –su nombre proviene de Moderno y Contemporáneo– es una iniciativa privada del matrimonio neerlandés de coleccionistas Kim y Lionel Logchies, quienes ya cuentan con un museo con el mismo nombre en la capital de los Países Bajos.

La pareja lleva décadas adquiriendo obras de arte y en 2016 decidieron mostrar su colección en la Villa Alsberg de Amsterdam. Convirtieron un espacio que hasta entonces había pertenecido en exclusiva a las clases altas en un lugar abierto en el que todo el mundo pudiese disfrutar del arte

Los paralelismos con el Palau Cervelló, sede del museo en Barcelona, son evidentes: el que hasta el siglo XVIII fue la residencia de una boyante familia de la nobleza barcelonesa y después de los Giudice, saga de comerciantes genoveses, acoge ahora obras de Dalí, Banksy, Warhol, Basquiat, Yukusama y Haring, entre otros artistas. Del total de obras, el 20% son de los coleccionistas holandeses y el resto son préstamos.

Nada más entrar, lo primero que el visitante se encuentra es un corazón de toro con alas atravesado por una daga y envuelto con cadenas. Es la obra The Immaculate Heart - Sacred de Damien Hirst. En esta obra, que perteneció a George Michael, Hirst reinterpreta el tema del sagrado corazón de la tradición católica y aúna la ciencia, la fe y el arte.

Tras subir unos escalones, aparece una de las primeras obras de Keith Haring, de la época en la que hacía sus dibujos en los paneles del metro de Nueva York, que eran retirados a los pocos días. Esta no es la única obra del norteamericano que se puede otear en Barcelona, pues lado del MACBA, se puede visitar la reproducción de un mural que Haring hizo a finales de los 80 para reivindicar la lucha contra el sida.

Al lado del dibujo hecho a tiza de Haring, se sitúa La mujer en llamas, una escultura imponente y dorada del artista catalán Salvador Dalí. Se trata de una mujer sin rostro de más de tres metros de altura, que oculta bajo su mano el lugar donde debería encontrarse la boca. Además de las llamas que envuelven su cuerpo, la estatua está cubierta de cajones que, según la cartela, en el imaginario de Dalí simbolizan la memoria y los secretos que guardan las mujeres.

Precisamente la imposibilidad de albergar obras de mayor tamaño a causa de sus techos bajos fue uno de los motivos que llevaron a los Logchies a buscar una segunda sede de su museo. Además de las cuestiones de espacio, fuentes del museo señalan como razón para escoger Barcelona que los Logchies tenían muchos amigos en la ciudad y les encantaba venir de visita.

Además, una gran parte de los visitantes del Moco Museum de Amsterdam eran españoles que les preguntaban si abrirían un espacio similar en España. Finalmente se decidieron por Barcelona. El precio de la entrada es de 16,50 euros (11,50 para estudiantes y gratis para los menores de 13 años).

Andy Warhol, Jean-Michel Basquiat y Yayoi Kusama también son protagonistas del museo. La obra de Warhol es uno de sus famosos retratos de la actriz Marilyn Monroe. El conocido como Bracco di Ferro, aunque Basquiat no le puso ese nombre, es una representación del cuerpo humano que refleja el interés por la anatomía y los elementos quirúrgicos del artista. La Night of Stars de la japonesa Kusama es la plasmación plástica de sus propias alucinaciones y su estilo caracterizado por el uso de los puntos y los patrones repetitivos.

La vida y obra de estos últimos artistas permiten reflexionar sobre la legitimación del arte pop, pero también sobre la mercantilización del arte y de cómo algunos artistas alcanzan en el siglo XX un patrimonio económico nunca visto hasta aquel momento. Kusama por ejemplo llegó a colaborar con marcas de lujo como Lancôme o Louis Vuiton.

El espacio también acoge a artistas del siglo XXI en distintas expresiones: Jesus is My Homeboy, una fotografía del estadounidense David LaChapelle, se exhibe al lado de un monumental mural del japonés Takashi Murakami. En la segunda parte del museo, se exponen dos esculturas de KAWS, un artista estadounidense que se inició en graffiti y evolucionó hacia la animación y el diseño.

El recorrido por el museo invita a reflexionar sobre la historia del arte clásico y su posible agotamiento, la distancia entre el graffiti, el arte callejero y el vandalismo o el deterioro del planeta o la privacidad. Lo hace a través de varias obras del enigmático Banksy, pero también gracias a exposiciones temporales como la dedicada al chileno Guillermo Lorca. Sus pinturas confrontan al visitante con un mundo difícil de interpretar, casi onírico, donde siempre conviven los elementos lóbregos y los luminosos.

La muestra acaba con varias propuestas de arte inmersivo, entre las que destacan Diamond matrix, una sala llena de diamantes que cambian de color y se multiplican de forma interminable gracias al uso de unos espejos diseñada por el colectivo holandés Studio Irma, y Flowers and People, un ciclo de floración infinito de TeamLab.