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Miles de euros en deudas de tu pareja: cuando el control económico se convierte en violencia machista

A Àsia Selma una deuda de más de 35.000 euros a su nombre le recuerda cada día que es una superviviente de violencia machista. Cuando todavía no se identificaba a sí misma como víctima, hace siete años, consiguió salir de la espiral de control y manipulaciones a la que le sometía su pareja, pero de lo que todavía no ha logrado zafarse es de sus desmanes económicos: una empresa fallida, un coche impagado y varios préstamos sin devolver, todo ello puesto a nombre de Selma. Al inicio de la relación ella tenía 25 años. Su novio, más de 35 y dos hijos de una relación anterior.

Durante poco más de dos años, este hombre ejerció sobre Selma violencia de carácter económico en casi todas sus formas posibles. Todo empezó cuando en 2009, en plena crisis, esta profesional de la comunicación, que estaba sin empleo, se vendió primero el coche y luego un piso de su propiedad para salir del paso. Con parte de ese dinero, montaron una empresa de aire acondicionado que llevaba él pero estaba a nombre de ella. “Yo al principio entendía que intentaba ayudarme”, expresa Selma.

Pero las cosas se torcieron cada vez más. Selma encontró un trabajo de tres meses como comercial que a su novio no le gustó. “Cuestionaba que aquello fuera realmente un empleo o que yo fuese a trabajar; me decía que me iba con otros y me pedía que me quedase en casa alegando que estaba enferma”, relata. Así lo hizo en varias ocasiones y no le renovaron. Sin coche y sin trabajo, pero tirando ambos de sus ahorros, Selma relata cómo tenía la sensación de que ella no valía para nada. “Me anuló por completo”, sentencia esta mujer, que explica que llegó a engordar 20 kilos. 

La cosa fue a peor cuando decidieron irse a vivir fuera de Barcelona. Encontraron un piso en Olesa de Montserrat. Antes de eso, ella había decidido que se compraría un coche. “Pero fuimos a comprarlo y al final se lo quedó él”, recuerda. Un Toyota que luego él se vendería pero cuyo préstamo sigue impagado y a nombre de Selma. Sabiendo que estaba atrapada en una relación tóxica, pero sin saber que era violencia machista, esta joven se empezó a asustar cuando se encontró con que él la seguía en su nuevo empleo. “Me dije que tenía que salir de allí cuando más de una noche tuve que marcharme de casa por las discusiones que había. Tenía miedo. Llegué a dormir en el coche con el perro”, relata.

“Si no tienes dinero, ¿qué puedes hacer?”

Años después de romper la relación, y tras entrar en contacto con entidades feministas, Selma se dio cuenta de que era una superviviente de violencia machista. “Se me abrió en cielo, y empezó entonces el proceso de duelo”, explica. Ahora tiene ya 35 años, pero ni las deudas ni el miedo se han disipado. Al año de separarse, y habiéndole prometido él que lo pagaría todo, empezaron a llegarle llamadas de bancos. “Esto me ha obligado a vivir de forma clandestina”, relata. Como se niega a pagar la deuda, porque no es suya, no puede tener nada a su nombre, porque se lo embargarían.

Mientras tanto, medita si denunciar a su expareja por estafa, pero teme que él vaya a buscarla para hacerle daño a ella o a su familia. “Tiene antecedentes por agresión machista en su anterior relación y no quiero ponerme en riesgo”, señala. Aun así, se ha decidido a contar por primera vez su historia para que casos de violencia machista como el suyo, relacionados con el manejo del dinero, no pasen desapercibidos para quienes lo sufren. 

Para Selma, no hay duda de que el control que se puede ejercer sobre alguien mediante la economía del hogar, bien sea impidiéndole el acceso a él o bien destruyendo sus ahorros –en su caso, sobre todo lo segundo–, es violencia. “En esta sociedad si no tienes dinero, ¿qué puedes tener?”, se pregunta, y concluye: “Me ha dejado un peso encima del que no me puedo deshacer”.