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Sobre este blog

Este blog pretende servir de punto de encuentro entre el periodismo y los viajes. Diario de Viajes intenta enriquecer la visión del mundo a través de los periodistas que lo recorren y que trazan un relato vivo de gentes y territorios, alejado de los convencionalismos. El viaje como oportunidad, sensación y experiencia enlaza con la curiosidad y la voluntad de comprender y narrar la realidad innatas al periodismo.

Chamonix, montañismo para urbanitas

L'Aiguille du Midi, en Chamonix / V. S.

Víctor Saura

Dicen de Chamonix que es la capital de los Alpes. Por lo menos, de los franceses. El típico pueblo de montaña amplificado gracias al auge del esquí, hoy con un centro muy mono y arregladito (como mandan los cánones del país vecino) y una periferia rellena de segundas residencias sólo aptas para los amantes de la nieve con un elevado poder adquisitivo. Pero Chamonix no es, ni mucho menos, un destino sólo de invierno y exclusiva para la gente chic.

En primavera y sobre todo en verano, se transforma en un destino ideal para cualquiera que quiera disfrutar del gran espectáculo de la naturaleza y no sepa cómo. En pocos lugares del mundo una familia de urbanitas, desde los niños hasta los abuelos, pueden llegar tan y tan arriba sin necesidad de piolets, cuerdas o crampones. Casi se podría ir en mocasines, aunque no sea lo más recomendable.

La Aiguille du Midi

Situado a sólo una hora en coche desde Ginebra, Chamonix cuenta con uno de los teleféricos más altos del mundo y el que supera el mayor desnivel, unos 2.800 metros. En un trayecto de 20 minutos que se realiza en dos tramos, las cabinas suben desde el centro del pueblo hasta la Aiguille du Midi, un pico coronado por una curiosa roca vertical que alcanza los 3.842 metros de altura.

Es una subida que impresiona, por no decir que asusta, y que desde luego no es apta para personas con vértigo. Y tampoco sale barata. Pero ¡valor y al toro! El esfuerzo vale la pena, porque el mirador de la cima (con un acogedor bar-restaurante y tienda-souvenir) ofrece una sensacional vista de los Alpes, y en especial de su techo, el Montblanc, al que el visitante se encuentra cara a cara y tan cerca que parece que se pueda llegar de un salto. En resumen, un intenso torrente de adrenalina, emoción... y frío. Estamos a 3.800 metros con nieves permanentes. Incluso en verano hay que ir bien abrigado.

Los grandes teleféricos, aquellos que uno no termina de ver o comprender cómo demonios se aguantan en el aire, son auténticas joyas de la ingeniería, pero de la de hace más de medio siglo. En España, los teleféricos de Fuente De, en Cantabria, que sube hasta el macizo central de los Picos de Europa (1.850 metros), y el del Teide, que te deja a sólo 163 metros de la cima del volcán, son igualmente dos ascensiones fabulosas, y en ambos casos se trata de obras de los años sesenta, obviamente renovadas con posterioridad. El teleférico de la Aiguille du Midi fue construido un poco antes, en 1955, y también ha sido renovado repetidamente; de hecho, lo está siendo ahora mismo, por lo que está cerrado y la previsión es que el servicio se reabra a finales del mes de junio.

A lo largo de los años, el teleférico de la Aiguille du Midi ha sufrido algún percance, el último en 2013, cuando varios turistas quedaron colgados unas horas a causa de una avería. El susto acabó sin desgracias, y sería muy mala suerte que se repitiera. Calma, pues. Como con los aviones que cada día transportan a cientos de miles de personas arriba y abajo, este teleférico funciona durante doce horas diarias y mueve entre 4.500 y 5.500 personas al día.

La Mer de Glace

La otra maravilla de la naturaleza que se puede encontrar en Chamonix es la Mer de Glace (Mar de hielo), el glaciar más largo de Francia (mide siete kilómetros de largo y 200 metros de espesor) y posiblemente uno de las más accesibles de Europa y del mundo. También se puede llegar a él sin necesidad de disfrazarse de espeleólogo, e incluso entrar cómodamente en una gruta excavada en el hielo a través de una pasarela móvil (el hielo no deja de moverse lentamente, por lo que cada tanto también hay que mover el acceso a la cueva). En este caso, además, en un día normal de verano sólo hay que ir medianamente abrigado mientras dura la incursión en la cueva de hielo.

Desde Chamonix se llega con un tren cremallera que hace un trayecto de 20 minutos hasta la estación de Montenvers, desde donde un telecabina primero y un camino de escaleras después baja hasta el pie del glaciar. Los amantes del senderismo pueden hacer toda la ruta a pie, por supuesto. El resto aprovechamos las comodidades de la ingeniería, que para eso están.

Eso sí, da un poco de pena constatar cómo se ha ido adelgazando este glaciar a lo largo de los años, ya que a medida que se va descendiendo se ven las marcas de donde estaba situada la parte superior hace treinta, cincuenta o setenta años. Y la distancia es escalofriante. Para los pequeños, una excursión divertida con lección in situ sobre las consecuencias del calentamiento global. Por los mayores... lo mismo.

Vueling ofrece varios vuelos semanales a Ginebra, a una hora de distancia en coche de Chamonix.

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