De cada cuatro personas que tienen edad para trabajar en Catalunya, una de ellas nació fuera de nuestro país. La población extranjera tiene cada vez más peso en el mercado laboral catalán y suma ya un millón de empleados, aunque sigue expuesta a salarios más bajos, más temporalidad y más riesgos en su actividad profesional a pesar de que cada vez está más cualificada.
El extenso estudio Els altres catalans i catalanes del segle XXI, elaborado por CCOO y al que ha tenido acceso elDiario.es antes de su publicación, pone cifras a la incidencia de este grupo poblacional en el ámbito laboral cuando se cumplen 25 años de la primera gran ola migratoria de principios del siglo XXI.
Una de las principales conclusiones es que, si bien ha cambiado el perfil de los migrantes respecto a los del siglo XX —provenientes del resto de España— los problemas de este grupo son prácticamente los mismos y su integración laboral se produce en condiciones mucho menos favorables, con la excepción de una minoría representada por la población nacida dentro de la Unión Europea.
“La segregación del mercado laboral según el origen es una realidad tangible en nuestro mercado de trabajo y demostrable mediante numerosos datos”, reza el informe, que precisa que la mayoría de la población extranjera ocupa los puestos más precarios en los sectores económicos menos deseados por la población autóctona.
“Las personas migrantes no han venido a sustraer ocupación a aquellas personas nacidas en España, sino a ocupar los puestos de trabajo que estas no quieren”, apunta el estudio, coordinado por la socióloga Mariña Couceiro.
En hostelería, por ejemplo, el 60% de los trabajadores son de origen extranjero. El porcentaje asciende hasta el 71,3% en las empleadas del hogar. Otras profesiones con un alto número de migrantes son las actividades administrativas y servicios auxiliares (42,1%), la construcción (38,6%) y la agricultura, ganadería y pesca (35%).
Misma educación, distinto salario
Los migrantes son mayoría en muchos empleos sin cualificación a pesar de que el nivel educativo entre españoles y extranjeros es prácticamente el mismo. El 25% de los autóctonos mayores de 15 años tienen estudios universitarios, por un 24% de los migrantes. Una diferencia similar se aprecia entre los que cursaron bachillerato, formación profesional o similar: un 32,6% entre los españoles y un 31,7% entre los extranjeros. El porcentaje de población que sólo tiene educación primaria es prácticamente idéntico: 15,2% frente al 14,9% de los migrantes.
La educación de los españoles, de hecho, tiene más similitudes con la de los migrantes no comunitarios que con la de los extranjeros europeos residentes en nuestro país, la mayoría de ellos altamente cualificados. Más del 75% de los ciudadanos de la Unión Europea (UE) en Catalunya tiene educación secundaria no obligatoria y superior, mientras que este porcentaje es del 57,7% entre los nacidos en España y del 52,2% en el caso de los migrantes de fuera de la UE.
Las similitudes en la educación, sin embargo, no se trasladan a los salarios. El sueldo medio de los nacidos en España es de poco más de 27.000 euros. El de la población extranjera, en cambio, es de poco más de 18.400 euros. Esta diferencia en el salario medio es ligeramente inferior a la de hace una década, cuando superaba los 10.000 euros, pero sigue siendo muy significativa, apuntan los autores.
Los llegados de fuera también empiezan a trabajar mucho antes que los autóctonos. La tasa de ocupación entre los migrantes que tienen entre 16 y 24 años es del 45,6%, mientras que entre los españoles de ese segmento de edad alcanza el 33%. Pasada esa edad y hasta los 54 años se revierte la tendencia: el 87% de los nacidos aquí tiene trabajo frente al 75,5% de los extranjeros.
Las personas inmigrantes de origen extracomunitario se incorporan antes al mercado de trabajo y lo abandonan más tarde, pero su relación con la ocupación es en general “peor”, advierte el documento, que enmarca a este grupo poblacional en lo que el investigador británico Guy Standing definió como el “precariado”: predominante en las ocupaciones poco cualificadas, con salarios bajos o muy bajos y con una trayectoria laboral caracterizada por la eventualidad y la inseguridad en los ingresos.
Cambia el perfil de la población migrante, pero persisten sus problemas. Más allá de los posibles prejuicios de los empleadores, ¿por qué sigue habiendo esta gran diferencia entre los extranjeros y los autóctonos en salarios y tipo de ocupación? Los autores señalan “un marco legal perverso” que dificulta sobremanera a los migrantes salir de esta situación de inferioridad en el mercado laboral.
El informe recuerda cómo el marco legal de extranjería establece una diferenciación entre la población de origen comunitario y la extracomunitaria, que supone un acceso desigual para los empleados de fuera de la UE en el ejercicio de los derechos de su ciudadanía.
“La estricta normativa para lograr un permiso de residencia y/o de trabajo”, reza el estudio, “condena a muchas de ellas a una situación de irregularidad que las expone a la explotación laboral dentro de la economía sumergida, la cual sigue siendo una problemática de gran importancia tanto en Catalunya como en España”.
Uno de los aspectos más preocupantes, concluye el informe tras analizar los datos, es que las dificultades de la población extracomunitaria persisten una vez han logrado regularizar su situación, incluso después de obtener la nacionalidad española.
“El doble baremo que aplica la actual normativa de extranjería según si la persona ha nacido dentro o fuera de la UE marca la trayectoria social y laboral de la persona”, aseguran los autores, que consideran que este aspecto determina cómo se produce su integración en la sociedad y el mercado de trabajo, cuyos efectos perduran durante años.