¿Cuál sería tu visión sobre qué es el festival de este año?
No lo llamaría festival, es más un circuito de fotografía. Esta iniciativa lleva la fotografía documental al público general, a gente que normalmente no saben nada de foto. La comisaria del año pasado, Arana Reinaldo, marcó un nivel bastante alto con una visión muy variada y logró traer trabajos muy interesantes. Este año hemos apostado por actividades en la calle y hemos trabajado con los proyectos para que se vean ahí, fundiéndose con la ciudad. La idea es utilizar la infraestructura que ofrece Barcelona para guiar a la gente hacia las narraciones visuales.
¿Si tuvieras que pasar un sólo día en Barcelona, qué no te perderías de Docfield 2015?
Lo de Tanya Habjouqa en el Palau Robert es una mirada totalmente diferente sobre Palestina; Occupied Pleasures no se enseña una Palestina triste sino al contrario, es muy inspiradora. También lo de Guy Martin del Folio Club de Poble Nou es una mirada absolutamente diferente no sólo de Turquía, sino de cómo estamos pensando con fotografía documental; City of Dreams plantea muchas preguntas sobre el uso de los medios. Asimismo daría una vuelta por lo que está haciendo Joan Tomás con Mescladis, su trabajo en la calle, cara a cara con la gente; Diálogos invisibles y Paper Actiu crea todo tipo de las reacciones.
¿Cómo está respondiendo el público a las fotografías?
Tuvimos bastante éxito con la exposición de Alessandro Vincenzi sobre el reciclaje y recuperación (Weird Animals), vino mucha gente para escuchar la charla, como a El tren de los olvidados de William Daniels... Estoy recibiendo muchos comentarios de lo bien que está poder hablar de estos temas a través de la fotografía. Esto significa que lo hemos hecho bien, que no estamos sólo hablando de la fotografía en sí, sino aportando contenido.
¿Salirse de lo meramente formal sería una de sus marcas de identidad?
No es un festival como el de Perpiñán, que tiene un componente muy fuerte para los profesionales, el Docfield está dirigido directamente al público. Este año hemos apostado por el contenido, no fotografía para fotógrafos sino fotografía de cosas que pueden ser de interés para el público. Paralelamente a las exposiciones hacemos charlas sobre los temas que tocan, ya sea sobre la bulimia o haciendo un Skype en directo con una agencia de fotógrafos iraquís en el Kurdistán. Queremos generar interés en lo que se está contando con las fotografías. Nuestro moto The Heart of The Matter (El centro del asunto) es buscar fotógrafos que están dedicando su tiempo y son los dueños de las historias, que tienen la información y son expertos en esta.
Cuesta hacerse con una personalidad propia con tanta competencia...
Casi cada ciudad tiene un festival de fotografía. Lo diferente es intentar hacer que la gente de una ciudad como Barcelona que sólo se mueve por su barrio empiece a ir a otros. Docfield está intentando extenderse por toda la ciudad y unirla bajo la fotografía documental. Es posible en una ciudad como Barcelona porque tiene los centros cívicos que están abiertos a propuestas, tienes muchos espacios de cultura predispuestos y luego las pequeñas galerías privadas que están abriendo en diferentes distritos. Una de las cosas que flipé cuando vine fue ver que los barrios tenían su centro y sus asambleas. El cambio político actual también ha pasado porque aquí los barrios son muy fuertes, no se han diluido como en otras ciudades.
¿Cómo surge una propuesta como Crónica 21, también integrada en la presente edición de Docfield?Crónica 21
Salió de Al-liquindoi como respuesta desde el documentalismo a la situación que se vive en España. Había mucha gente fotografiando, no teníamos dinero para subvencionarlos pero sí podíamos reunirlos para contrarrestar toda la confusión informativa de otros medios. Queríamos reunir los proyectos que estaban haciendo no sólo fotógrafos, sino escritores, músicos y todas los que investigaban y pensaban la crisis. Cualquier persona puede entrar información en un archivo que es fuente gratuita de información. La parte más fuerte de Crónica 21 es la de fotografía y vídeo, que es nuestro campo.
Ahí es dónde conectas con Photographic Social Vision, los creadores del Docfield
Dieron mucho apoyo a Crónica 21 como una iniciativa de aquí, tan local, cuando en España se están apoyando muchas cosas de fuera. Hablar de Afganistán y los problemas de su Gobierno es bastante fácil pero hacer lo mismo en tu casa es más difícil, surgen preguntas incómodas de las cuales todos somos partícipes. Me han invitado como Directora Artística del Docfield por el contenido y esta idea de hacer más cosas de aquí. Curiosamente la única exposición que ha costado alojar ha sido la de Crónica 21, ninguna institución la quería en su espacio por el riesgo: era antes de las elecciones, era demasiado incómoda.
Con un teléfono móvil todo el mundo es un fotoperiodista en potencia...
Cuando hablamos del periodismo ciudadano, de que todos podemos captar una noticia, olvidamos el papel del editor, que es fundamental. Decir que cualquiera puede ser periodista –no que cualquiera pueda hacer una imagen– es pensar que todos nosotros como lectores sabemos leer imágenes. Es muy peligroso, creo que la mayoría de la gente no saben leer, no sólo imágenes sino texto y el papel del editor dentro del periodismo es el de saber qué y cuándo ha pasado algo realmente. Lo que sucede con el periodismo ciudadano es que quitamos el filtro del editor y no sabemos si confiar o no en la información. Es el gran debate de siempre de la prensa.
La crisis es muy cínica, por un lado nutre de temas y por otro lado ha precarizado el trabajo del fotógrafo…
Las crisis son puntos de inflexión, son una manera de regenerarse y habrá cosas muy interesantes saliendo de la crisis. Ha coincidido la crisis en sí con una sobredosis de cómo narramos y contamos historias. El público está harto de ver las guerras contadas como las contamos: ya conocen su iconografía, todas las imágenes son lo mismo. Además con la fotografía digital hay muchas más personas capaces de entrar en este medio, es más barato y accesible y coincide con que hay menos trabajo; ya no hay contratos, todo el mundo trabaja como freelance.
Vaya escenario... ¿Qué saldrá de esto?
La gente ha buscado maneras alternativas para subvencionarse trabajos, solicitando becas, crowfoundings... También hay gente buscando narrativas alternativas como Habjouqa o Martin: si hay muy poco dinero y muchos fotógrafos contando la misma historia, se trata de ver qué se puede aportar de diferente para conseguir que te paguen por el trabajo. Están saliendo trabajos bastante rigurosos y, desde el punto de vista del lector, es interesante pues está surgiendo todo un nuevo género de fotografía documental, basado en parte en la crisis.
En Docfield vemos muchos trabajos cargados de cercanía, ¿la fotografía tiene pudor?
Depende mucho del contexto. Por ejemplo y a parte de la imagen informativa, hay muchos fotógrafos que están colaborando con sus fotografiados, es una fotografía más participativa y es una cosa de dos, del que fotografía y del que se deja fotografiar. Una persona se deja fotografiar porque también entiende de qué va el trabajo. En los trabajos que tienen más éxito conmigo, esta complicidad es obvia.