Hace cuatro años la candidatura de Ernest Maragall sacudió la campaña electoral y llevó a ERC a ganar por primera vez unas elecciones municipales en Barcelona. Pero lo que vino después fue una sucesión de sinsabores, comenzando por la mayoría alternativa que le impidió convertirse en alcalde, un mandato en el que el republicano no ha sabido encontrar su sitio ni como oposición ni como aliado del gobierno de Ada Colau y, finalmente, con unas encuestas que le han ido dejando cada vez más atrás.
Pero nada de esto parece restar entusiasmo a un Maragall de 80 años que asegura que, si en las últimas elecciones le empujaron a la piscina, esta vez ha sido él quien se ha tirado de cabeza. Su objetivo, asegura, es formar un gobierno “lo más progresista posible”, para el que cierra la puerta al PSC al tiempo que marca distancias con Xavier Trias (Junts) porque representan “espacios sociológicos e ideológicos muy diferentes”.
¿Cómo interpreta haber pasado de ganar las elecciones en 2019 a estar cuarto en las encuestas?
Creo que vamos cada día mejor. Pero es cierto que el país, la ciudad y el mapa político han cambiado. Han pasado muchas cosas: ha habido una evolución de la política catalana y española, una pandemia, una crisis económica y conflictos internacionales. También, durante unas semanas, ha habido un efecto de juguete nuevo, pero ese juguete nuevo ya no es nuevo.
¿Habla del señor Trias?
Sí. Está empezando a mostrar su caducidad. Como no dice nada, ya no es interesante, y nos está devolviendo posibilidades.
Durante estos cuatro años ERC ha aprobado los presupuestos del gobierno de Colau y Collboni y algunas de sus principales propuestas. ¿Tiene sentido hacer una gran crítica a partidos a los que les ha dado apoyo?
Hemos aprobado propuestas en las que había, en buena medida, aportaciones nuestras. Y les hemos apoyado en momentos particulares, como cuando los comuns vincularon la aprobación de los presupuestos en Barcelona con su voto a favor a los presupuestos de la Generalitat. No me pareció bien este intercambio de intereses, pero estaba en juego un presupuesto catalán importantísimo para Barcelona. Primaba el interés general y contribuimos a que en la ciudad se pasara de 2.700 millones de presupuesto en 2019 a los 3.600 de este año. No hay muchas instituciones que hayan conseguido esto. Ahora, estos 1.000 millones más, ¿dónde están? ¿Cómo se han gestionado? Es aquí donde empieza la distinción con los comuns y el PSC.
¿Cree que se ha gestionado mal el excedente presupuestario?
No se ha gestionado, ni mucho menos con la magnitud que la disponibilidad de recursos permitía. Se han gastado, más que gestionado.
¿Qué quiere decir con eso?
De entrada, que este gobierno se ha caracterizado por no serlo. No es una coalición clásica, ni siquiera una coalición con problemas, que se pasa el día peleándose. Es más bien un reparto. Se han repartido la ciudad, las sillas y los recursos. Y eso da lugar a políticas poco coherentes con una visión global de la ciudad. Cada uno ha ido a lo suyo: uno a por el urbanismo táctico y el otro a entregarse al mercado libre y al turismo masificado.
La de Colau y Collboni no es una coalición. Es más bien un reparto. Se han repartido la ciudad, las sillas y los recursos
Pero, aun así, han pactado diversas veces con ellos.
Es un juego de influencias. No es lo mismo apoyar un presupuesto que tener un pacto como el que tienen Colau y Collboni. Es excelente que el gobierno de ERC en la Generalitat consiguiera el apoyo del PSC para pactar el presupuesto más ambicioso de la historia. Pero eso no aproxima ni en un milímetro la distancia que nos separa del PSC, que se ha ido desplazando hacia posiciones conservadoras. Mi obligación en esta campaña es distinguirme. Mi distancia con Colau es muy obvia, aunque quizás la deba explicar más y mejor. Con Trias es todavía más obvia, porque representamos espacios sociológicos e ideológicos muy diferentes. Y la distancia con Collboni cada día es más evidente. Su modelo económico es liberal y conservador: crecimiento y creación de puestos de trabajo caiga quien caiga, barra libre a los fondos de inversión y al turismo…
Ha dicho que no hará alcaldesa a Ada Colau. ¿Es un compromiso real?
Yo he venido a sustituir a Ada Colau. Mi obligación es aspirar a un gobierno liderado por ERC y, en función de la decisión que tomen los ciudadanos, veremos qué capacidades tenemos para ofrecer a Barcelona un gobierno estable. Y eso, efectivamente, implicará negociar. Aspiro al gobierno más progresista posible y quien realmente es progresista hoy es ERC. Porque la izquierda de Colau cada vez es más incapaz de pasar del dogmatismo a la acción útil. Y la de Collboni ya no es izquierda.
¿Un pacto entre Maragall y Colau daría lugar a un gobierno más progresista que el que ha habido hasta ahora?
Eso se lo debería preguntar a la señora Colau, que no quiso hacerlo posible en 2019 cuando tuvo la posibilidad de hacerme alcalde. Ella prefirió como socio al señor Collboni y al señor Valls. Creo que todas las afirmaciones que pueda hacer Colau en esta línea disponen de una credibilidad muy limitada.
También se ha comprometido a no facilitar un gobierno en el que esté el PSC. ¿Incluso si ese compromiso comporta que no haya un gobierno de izquierdas en la ciudad?
Lo que expreso con este compromiso es la clara distancia que nos separa del PSC. Es imposible formar un gobierno de izquierdas con el PSC tal y como es ahora. Si el señor Collboni sigue haciendo lo que hace, se sitúa muy explícitamente en el mercado electoral de la derecha.
Trias suele preguntarle si contará con los votos de ERC si él gana las elecciones. Todavía no le ha contestado.
Es que cada vez es menos necesario contestarle. Trias es consciente de que no ganará, así que está tratando de fingir que sigue existiendo una posibilidad que sabe que prácticamente ha desaparecido.
Trias ha insinuado que no se quedará en el Ayuntamiento si no gana. ¿Si no es alcalde, usted tiene previsto quedarse?
De una manera u otra lo han dicho tanto Trias como Collboni. Este último llegó a afirmar que no tenía previsto quedarse en la oposición, aunque parece que ahora se ha echado atrás en esta afirmación. Yo me ofrezco desde unas posiciones y ya veré desde dónde me toca defenderlas. Pretendo hacerlo desde la alcaldía, pero decir alegremente ‘o gano o me voy’ es irresponsable, irrespetuoso hacia la ciudadanía y poco coherente con una concepción democrática de las instituciones.
Decir alegremente ‘o gano o me voy’ es irresponsable, irrespetuoso hacia la ciudadanía y poco coherente con una concepción democrática de las instituciones
Si se compromete a quedarse y se queda otros cuatro años, nos iríamos a 2027. ¿Se imaginaba estando tanto tiempo en política?
Hace cuatro años me tiraron a la piscina. Esta vez me he tirado yo solo, de cabeza. En parte porque en estos últimos cuatro años he aprendido y me siento más capaz.
Ha dicho en una entrevista con ‘El Periódico’ que Colau no ha sabido revertir el modelo de Trias. ¿Cuál es ese modelo?
Trias entregó la ciudad al mercado, a los inversiones del tipo que fueran y al turismo para que resolvieran una crisis económica y social insostenible. Colau ganó en 2015 porque fue la reacción a estas políticas y porque tenía objetivos claros en materia de vivienda y a la hora de hacer frente a los grandes poderes económicos. Pero una cosa es tener ideales y otra cosa es transformarlos en política. Aquí es donde ha fracasado. No ha impulsado, sino que ha paralizado. No ha socializado, sino que ha generado clientelismo con políticas basadas en filias y fobias muy reconocibles. En materia de vivienda se ve muy claro y el mejor ejemplo es la regla del 30% [obligatoriedad de las nuevas promociones de destinar el 30% a vivienda pública]. El 30% de cero ¿cuánto es?
ERC apoyó esta medida del 30%. ¿Se equivocó?
Una cosa es apoyar decisiones marco y otra compartir la gestión que se hace. Es obvio que hace falta ajustar la letra pequeña. Disponer de instrumentos normativos para conseguir que en la oferta de nueva vivienda se incluya vivienda protegida asequible es imprescindible. Pero se ha provocado que no haya la más mínima inversión privada y que todo dependa de la inversión pública. Y eso ha llevado a que en ocho años sólo se hayan hecho 2.300 viviendas en lugar de las 40.000 que se podrían haber hecho. Se ha demonizado la iniciativa privada.
Pero esa misma iniciativa privada es la que ha incumplido, al menos en 17 casos detectados por el Ayuntamiento, la norma del 30%. ¿Cómo propondría revertirlo?
Entrando en el fondo de la norma y viendo cuáles serían los instrumentos que permitirían una diversidad de aplicaciones positivas. Ahora es muy rígida. Se puede establecer la copropiedad con la administración pública, o vías de compensación económica directa, intercambios…
¿Qué ley de vivienda le gusta más, la que hubo en Catalunya o la que se acaba de aprobar en el Congreso?
Una deriva de la otra. La española es una hija natural de la catalana. Esta ley pedirá que tanto la Generalitat como los ayuntamientos hagan un uso adecuado. Deberemos decidir zonas tensionadas o la evolución de los índices de precios de alquiler. Esta ley es un instrumento poderoso, pero debemos vigilar que no se quede en nada porque no la sepamos usar.
La ley de vivienda es un instrumento poderoso, pero debemos vigilar que no se quede en nada porque no la sepamos usar
De ser alcalde, ¿declararía toda Barcelona como zona tensionada?
Hagámoslo bien. Sentémonos y analicemos la evolución, barrio a barrio, para tomar las decisiones adecuadas. No quiero improvisar sobre esta cuestión. Mucha gente y gran parte de la academia cree que esta ley será negativa. Puede que sus efectos sean cuestionables si hay un 15 o 20% de vivienda protegida, pero estando en una situación de emergencia, será una herramienta útil por muchos años.
Si es alcalde, propone crear 8.000 viviendas protegidas. ¿Cómo piensa hacerlo?
Es una propuesta coherente con lo que ha sido una práctica ordinaria en esta ciudad. El Ayuntamiento ya ha creado viviendas protegidas y es obvio que puede volver a hacerlo. Pero lo haremos con una gobernación muy diferente a la de la administración de Colau: no con disuasión, sino con acuerdos con las mismas empresas y promotoras que están invirtiendo en otras ciudades del Área Metropolitana, pero que en Barcelona no invierten.
La Generalitat ha abierto la vía para expropiar 188 viviendas. ¿Cree que es algo que se debería haber hecho antes?
Sí. Pero hay que recordar que la responsabilidad de vivienda ha estado en manos de Convergència y de Junts desde hace años. Hace sólo seis meses que ERC está en el Govern. Ha habido mucha inacción durante mucho tiempo, pero ahora tenemos una oportunidad. A la Generalitat le decimos: prepárense, porque no venimos a proponer ni a pedir, sino a articular políticas y a convertirlas en acuerdos viables y positivos.
¿Esta inacción por parte de la Generalitat ha afectado a que el Ayuntamiento no haya hecho tanto como habría podido en materia de vivienda?
Que la Generalitat no haya hecho su trabajo no disminuye ni un ápice la responsabilidad del Ayuntamiento respecto a algunas cosas que no ha hecho y que no dependen en ninguna medida de si hay o no ayudas desde la Generalitat. Colau ha fracasado explícitamente en materia de vivienda.
Hace poco dijo que nadie que se considere progresista debería votar a Colau hasta que no cierre los CIE. Dijo que, de ser alcalde, aprovecharía la influencia que tiene ERC en Madrid para cambiar la ley de extranjería. ¿Por qué esperar a que usted sea alcalde para usar esta influencia?
Creo que situar la responsabilidad en la influencia que podamos tener y no en la decisión que algunos ya podrían tomar es injusto y excesivo. En Barcelona tenemos un gobierno entre el PSC y los comuns y en España uno entre Podemos y el PSOE. ¿Necesitan de la influencia externa de ERC para adoptar medidas que garanticen los derechos básicos de la ciudadanía? Aunque no ganemos en Barcelona, hay una lista de decenas de cuestiones en las que ERC ya ejerce influencia.
Entonces, ¿por qué la ley de extranjería pasará a formar parte de esta lista si usted es alcalde y no antes?
Lo que cambia es desde dónde se ejerce esa presión. No se trata del número de diputados que ERC tenga en el Congreso, sino del rol del alcalde de Barcelona y de la relación directa que puede tener con el presidente del Gobierno. Y este rol ahora no se está ejerciendo.
Hay un ‘spot’ de campaña en el que dice que quiere ser un alcalde para todos. Sale una serie de gente, por ejemplo personas que tienen coche, y se dice que se les descarta. ¿Cree que los conductores están excluidos?
Es una manera de contrastar con las políticas inspiradas en un cierto dogmatismo del equipo de los comuns. Han llevado a cabo una política que no se mueve del terreno de las intenciones. Nosotros haremos mejor la pacificación y la reducción del tráfico privado. La percepción que tiene la ciudadanía es que desde el Ayuntamiento hay enemistad hacia la movilidad, cuando es un elemento esencial en una gran ciudad como Barcelona. En el fondo la pregunta es esa: ¿queremos ser una gran ciudad o queremos ser simplemente una ciudad sin coches?
¿Es incompatible ser una gran ciudad con ser una ciudad sin coches?
Barcelona tiene que ser una ciudad sin coches, pero progresivamente. Necesitamos a esas 500.000 personas que vienen a trabajar a diario, pero les enviamos un mensaje muy negativo: 'Preparaos porque os lo pondremos tan difícil que no querréis venir'. Hemos convertido el Eixample en una trinchera y un laberinto sin garantizar que haya una alternativa.
¿Ha habido demasiado ‘Eixamplecentrismo’, es decir, demasiada atención al distrito central de Barcelona, mientras se olvidaban otras zonas?
Ha habido una actuación concentrada en unas zonas determinadas, especialmente en los 21 ejes verdes del Eixample. Concentrar estos ejes en la misma zona tiene un efecto contraproducente. Si haces muchos cambios en un punto y renuncias a socializar esos cambios, se acaba generando gentrificación. Ya hay vecinos de Consell de Cent que se están yendo. Esto no es urbanismo inteligente.
Si haces muchos cambios en un punto y renuncias a socializar esos cambios, se acaba generando gentrificación
No hubiéramos esperado nunca ver a un Maragall criticando que Barcelona se ponga guapa [‘Barcelona, posa’t guapa’ fue una campaña del Ayuntamiento de 1985, bajo la alcaldía de Pasqual Maragall, para la mejora del paisaje urbano].
Yo no he dicho eso, al contrario. ‘Barcelona, posa’t guapa’ era una política con visión global que promovía que todas las fachadas de la ciudad, no solo de 21 calles del Eixample, se pusieran guapas. Se facilitaban inversiones, criterios de amortización y una responsabilidad compartida entre la empresa privada y la pública. Barcelona se puso guapa porque entendió el mensaje y lo asumió colectivamente. Esto es lo contrario.
¿En Barcelona sobran turistas?
Más vale que vayamos decidiendo cuántos estamos en condiciones de admitir. La masificación turística está teniendo efectos desmesurados, en parte, debido a su concentración en un determinado espacio. Debemos distribuir a los visitantes por la ciudad y plantear limitaciones en espacios y momentos determinados. También tenemos que decidir cómo usar los recursos que aporta el turismo.
Una de las cuestiones importantes en lo relativo al turismo es el aeropuerto. ERC se opuso inicialmente a su ampliación, pero para aprobar los presupuestos se comprometió a volver a estudiarlo. ¿Cree que se debe realizar la ampliación?
ERC, mucho antes de que se plantearan los presupuestos, dijo con toda claridad que quería sentarse y participar activamente, a poder ser como protagonista, en la discusión sobre qué aeropuerto necesita el país. El Gobierno [español] hace 20 años que nos debe este debate pero, en cambio, nos ha obligado a tener un aeropuerto que sólo es coherente con el modelo económico de los socialistas.
Y ¿cuál es su modelo de aeropuerto?
Uno que esté al servicio de la economía del conocimiento y que disponga de conexiones intercontinentales siempre que sean necesarias para poner en contacto nuestro potencial en innovación tecnológica o investigación con empresas de la China, de Corea…
¿Eso implica ampliar el aeropuerto del Prat?
No me gusta la obsesión con la palabra ‘ampliación’. Lo que yo planteo es que sea un aeropuerto con conexiones intercontinentales. Y eso va de la mano de abordar otras cuestiones como la reducción de las emisiones de ciertos aviones, la reducción de vuelos de corta distancia y, sobre todo, garantizar que el aeropuerto no esté al servicio del turismo ‘low cost’, que fue algo que potenció el gobierno de Trias.
La campaña pasada puso en valor la idea de Barcelona como capital de la república catalana. Ahora ese mensaje ha cambiado y habla de ‘Barcelona republicana’. ¿Qué significa el nuevo lema?
Barcelona es la capital del país, con todas las consecuencias. Debe ser la capital de los derechos y libertades y eso comporta que debe estar presente en la gestión de un conflicto político que sigue abierto. El Ayuntamiento actual se ha inhibido, ya sea poniéndose del lado del Estado, como han hecho los socialistas, o mirando hacia otro lado, como los comuns. Estas elecciones van de Barcelona y la mejor contribución a la república es construir una ciudad ambiciosa, que elimine desigualdades, afronte el cambio climático y adopte políticas de vivienda. Eso es república.