Los adolescentes extranjeros que llegan solos a España, la mayoría de ellos desde Marruecos, han ocupado en los últimos meses portadas de prensa y telediarios en ciudades como Barcelona, asociados a menudo a situaciones de extrema marginalidad. “Todo el mundo habla de nosotros sin nosotros, ¡ya basta!”, comenta, contrariado, Redouan Menzou, un joven de 19 años que cruzó el estrecho con 17. Para darse voz, este y otros jóvenes, la mayoría de ellos migrantes y que han pasado años en centros de menores, han decidido crear un colectivo de extutelados: la ‘Asociación Exmenas’.
Han optado por hacerse suyo el acrónimo MENA, con el que la Administración clasifica a los menores extranjeros no acompañados, para demostrar que ellos son mucho más que una etiqueta vinculada a las drogas o a la criminalidad. “Y porque el nombre mola y así lo vamos a dejar”, se ríe Lamiae Abassi. En su caso, esta joven de 20 años no llegó sola a España, nació aquí, pero sí pasó varios años tutelada por la Dirección General de Atención a la Infancia y la Adolescencia (DGAIA). Ahora trabaja de camarera y quiere estudiar Educación.
La Asociación Exmenas la integran una docena de jóvenes como Lamiae, Redouan, Iman El Addid, Sumon Uddin y Abid Moussafir. No todos son estrictamente extutelados. Los hay que ya llegaron mayores de edad, como Abid, con lo que se quedaron directamente en la calle, aunque él encontró un albergue para sin techo hace cuatro meses. Sus trayectorias vitales son muy diversas pero en común tienen dos objetivos: hacer de puente entre las entidades sociales y los jóvenes migrantes que están en una situación de mayor desprotección, y conseguir que en las discusiones sobre los problemas de este colectivo se les tenga en cuenta.
Desde hace ocho meses se vienen reuniendo, casi semanalmente, en pisos, en la calle cuando hace buen tiempo o en locales como el del Espacio del Inmigrante o el de Casa Nostra Casa Vostra, que les han asesorado en el proceso de registrarse como asociación. Hoy se han encontrado cinco de ellos en las oficinas del Servei Civil Internacional de Barcelona para contar sus primeros pasos a eldiario.es.
Entre sus principales preocupaciones está ahora mismo la situación de desamparo en la que se encuentran los migrantes que están en los centros de menores y que, al cumplir los 18, se quedan prácticamente sin ayudas. Este 2018, hasta 700 menores extranjeros tutelados cumplen la mayoría de edad, mientras que la Generalitat tiene solo 500 pisos para ellos y están todos llenos. En 2019 se calcula que serán más de 1.000 los que salgan, debido al aumento de llegadas de menores.
“Cuando cumples los 18, cambia todo. Pasas de estar en un centro en el que tienes comida y te ayudan a buscar cursos, a casi nada”, denuncia Redouan. En su caso consiguió un piso de una fundación en Cornellà, que le ayudó a matricularse en un grado de Formación Profesional de mecánica, pero no todos tienen las mismas oportunidades. “Antes de los 18 ya se encargan de decirte que te tendrás que espabilar, y tu piensas que podrás, pero nada te prepara para esa experiencia”, resume Lamiae.
Los extutelados que, como Lamiae, han pasado más de tres años en centros de la DGAIA, tienen derecho a una pensión de 660 euros al mes hasta los 21 años. Pero los que estuvieron menos tiempo -ahora mismo, la mayor parte de los menores que llegan con 16 o 17 años- sólo pueden recibirla durante seis meses. “¿Cómo se puede vivir así, sin hablar el idioma, sin poder trabajar y sin piso? Es como si te dijeran, chico, vete a robar o a darle a las drogas”, cuestiona Iman El Addid.
Ella, de familia marroquí, es la única que ni ha sido tutelada. Pero com Lamiae y otros jóvenes lleva pateándose barrios como el Raval o sobre todo la zona del Pou de la Figuera, en el Born, para dar conversación y tratar de ayudar a jóvenes magrebíes que han llegado hace poco y no tienen adónde ir. “Nosotros hablamos su idioma, entendemos su proceso, les tratamos de igual a igual, así que es más fácil que se relajen y nos cuenten cuál es su situación”, expone.
No tienen nada contra los educadores y las entidades, dicen, de quienes reconocen también su papel, pero explican que la realidad de estos jóvenes no siempre encaja con lo que ofrecen los centros de acogida o los centros de día. Los programas de ayuda a los extutelados, por ejemplo, están ligados a un estricto seguimiento y formación que no todos se pueden permitir cumplir, porque algunos quizás tienen que conseguir dinero como sea para mandarlo a su familia, cuentan.
Desde la Asociación Exmenas tiene claro también que van a combatir el racismo que sufren no solo por ser de países africanos y asiáticos, sino sobre todo por ser extutelados. “Se los pone a todos en el mismo saco”, critica Iman, en referencia a que todo el mundo les vincula a los hurtos, a los trapicheos con la droga y al consumo. Si algún joven de este perfil ha robado en alguna tienda del barrio, automáticamente muchos establecimientos se niegan a dejarles entrar, denuncian.
“Esto sienta muy mal, sienta fatal”, resume Lamiae. Redouan recuerda la última vez que le paró la policía, en plaza España. “Me pidieron la documentación y que les enseñara el móvil, por si lo había robado… Está claro que fue por mi apariencia”, constata. “¿Cuántos españoles roban en este país? Pero por la calle solo se para a los menas”, abunda Iman.