La guerra, la paz y la acción exterior de Catalunya
Era el año 2001, un año aturdido en términos de guerra y paz, cuando Jan Petersen se hizo cargo de la cartera de Exteriores de un flamante gobierno de centro-derecha en Noruega. El Sr. Petersen había mostrado su escepticismo sobre la importante inversión que realizaba Noruega para promover una política exterior orientada a la paz. Se habían conseguido éxitos importantes, él lo sabía. Todavía eran recientes el Acuerdo de Paz entre la OLP Palestina e Israel, así como la contribución a un Acuerdo de Paz en Sri Lanka.
Pero el Sr. Petersen, fiel al ideario de su gobierno, proponía recortes en el gasto público dedicado a la promoción de la paz y un mayor alineamiento con las políticas de Estados Unidos, gobernado entonces por George W. Bush (es decir, centrado en aumentar el gasto militar). El momento sorprendente vino más tarde.
Dispuesto a compartir este ideario, en su primera visita a Washington, el Sr. Petersen descubrió que sus homólogos norteamericanos tenían más interés en la tarea por la paz que realizaba Noruega que en su contribución a la inminente escalada militar después del 11-S. Irónicamente, acabó siendo el Sr. Petersen quien estableció la Sección por la Paz y la Reconciliación en el Ministerio de Asuntos Exteriores de Noruega, profesionalizando así la tarea por la paz del país.
Es tan sólo una anécdota, cierto, pero nos es útil para abrir un debate: ¿existe un enfoque también pragmático y realista que aconseje que la acción exterior de Catalunya se oriente hacia la promoción de la paz, la mediación en conflictos internacionales y la promoción de los derechos humanos? ¿Pueden las políticas de paz ofrecer un espacio de influencia en la arena internacional en Catalunya?
Lejos de ser extraño, el debate entre el idealismo y el pragmatismo ha marcado el paso de nuestra acción exterior durante este siglo XXI. En el lado del idealismo hay que destacar que Catalunya acogió algunas de las manifestaciones más importantes contra la guerra en Irak. Aquí se encuentran algunas de las principales ONG y centros de investigación dedicados al fomento de la paz, la intervención civil en conflictos y el control del gasto militar y el comercio de armas a nivel estatal.
Además, Catalunya es pionera al aprobar una Ley de Fomento de la Paz (2003). Confiando en que no sea necesario repetir el conocido discurso de Pau Casals ante la ONU, hay que destacar también que Catalunya se ha identificado históricamente como una nación de paz, antimilitarista, que reivindica la noviolencia y se postula como defensora de los derechos civiles y políticos.
Aunque también existe un lado pragmático que mira con simpatía a las opciones pacifistas, pero entiende que la “alta política” tiene que alinearse con una política de seguridad y militar que consideran hegemónica y necesaria. Ya sea para seguir las prioridades geoestratégicas del Gobierno o por voluntad de aparecer como un socio fiable que aspira a dotarse de una arquitectura de estado, en Catalunya nunca han faltado analistas que defienden comprometerse con la seguridad común de nuestros aliados, que defienden la importancia de la OTAN y su función e, incluso, que defienden la necesidad de establecer un ejército catalán en caso de independencia.
Con la ambición de arrojar un poco de luz a este debate, quienes firmamos este artículo hemos sido invitados por el Instituto Catalán Internacional para la Paz (ICIP) a realizar un estudio comparativo del papel que ejercen los estados, las regiones y la sociedad civil en la prevención de crisis, la resolución de conflictos y la construcción de paz. El informe quiere aportar conocimiento y reflexión para actualizar la política de paz de Catalunya en el momento actual de preparación del Fòrum Català per la Pau, que está impulsado en Consell Català de Foment de la Pau y que tendrá lugar en 2024.
Después de analizar las políticas orientadas a la paz de Alemania, Suecia, Noruega y Suiza y de las regiones de Emilia-Romaña (Italia), Gales (Reino Unido) y los estados federados de Hesse y Renania (Alemania), hemos identificado algunos elementos que pueden ser relevantes para pensar y diseñar las políticas que podría realizar la acción exterior catalana.
En primer lugar, hay que destacar que todos los países y regiones analizadas tienen intereses y motivaciones pragmáticas para promover políticas de paz. Una apuesta que, además, se refleja en un amplio soporte social que se ha mantenido, de forma genérica, a pesar de la alternancia política. Entienden que un mundo pacífico va en interés de los pequeños estados, que tienen menos probabilidades de sufrir las disputas entre grandes potencias y verse implicados en conflictos armados.
En el caso de Alemania, por ejemplo, la experiencia traumática de la Segunda Guerra Mundial llevó a adoptar políticas pacifistas como una estrategia centrada en recuperar la confianza de la comunidad internacional. Todos entienden que la influencia internacional no se consigue repitiendo lo que ya hacen otros, sino con un valor añadido diferencial. Eso es lo que les ofrece la apuesta por las políticas de paz.
En segundo lugar, el debate internacional en torno a la paz y la seguridad internacional liderado por el actual secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, pone en valor los instrumentos civiles al servicio de la prevención de conflictos y la construcción de paz.
Identificar y desactivar los conflictos antes de que se desencadenen debe ser el enfoque de una acción exterior responsable. Ya sea mediante la mediación, impulsando encuentros internacionales de actores regionales, locales o de la sociedad civil al servicio de una agenda de paz, impulsando reformas del sector de la seguridad o defendiendo defensoras de los derechos humanos. Se pueden hacer aportaciones muy relevantes a una geopolítica basada en la seguridad humana.
Finalmente, nuestro estudio ha podido identificar una serie de iniciativas e instrumentos políticos de éxito que se podrían aplicar a Catalunya. La Generalitat no dispone de las competencias en política exterior para contribuir a la defensa de la seguridad común, pero sí las tiene para desarrollar una acción exterior orientada a la prevención de crisis, la resolución de conflictos y la construcción de paz.
A principios de este siglo, Catalunya ya hizo un esfuerzo considerable por poner los embriones de una política de paz. Después de un paro de más de una década, parece deseable (y casi pragmático) que desde Catalunya apostemos hoy por actualizarlas, darles coherencia e impulso.
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