“Lo que no puedes hacer es echarle madera al fuego y luego extrañarte porque está ardiendo”. Así respondía este jueves uno de los participantes en los disturbios que se han extendido en Barcelona y otros puntos de Catalunya durante la última semana. Tiene 21 años y reconoce que es independentista, pero explica que el grupo con el que va a las manifestaciones cuenta con perfiles de todo tipo. “A muchos ni siquiera les importa la política y no han votado en su vida”, resume. “Pero la gente está cabreada”.
La virulencia de las protestas registradas durante los últimos días ha pillado a casi todo el mundo con el pie cambiado. Al Govern y a la Conselleria de Interior, pero también a ANC y Òmnium, las organizaciones que hasta la fecha habían controlado las movilizaciones independentistas para convertirlas en un movimiento intachable incapaz de tirar un papel al suelo. Incluso los CDR, que representaban la facción más beligerante del secesionismo, se han visto desbordados por las acciones que están llevando a cabo grupos de jóvenes, muchos de ellos menores de edad, que nunca han visto en sus reuniones.
¿Quiénes son estos jóvenes? ¿Cómo se coordinan? ¿Son infiltrados que pretenden dañar al independentismo, tal y como afirmó el miércoles el president de la Generalitat?
Tras una decena de manifestantes entrevistados, casi todos bajo condición de anonimato, resulta imposible trazar un perfil concreto de los encapuchados que se están enfrentando a la policía estos días. Hay muchos tipos distintos: jóvenes de la izquierda independentista, anarquistas e incluso chavales de 16 años a los que no les importa la política y solo buscan adrenalina. Tampoco están perfectamente organizados y muchos toman las decisiones sobre la marcha, aunque a medida que avanzan los días van mejor equipados -casco, gafas protectoras, rodilleras- y parecen dominar más la lucha en la calle.
Casi todos y todas tienen menos de 25 años y vieron en 2017 cómo la policía cargaba contra sus vecinos en los colegios electorales durante la votación del 1 de octubre. Para muchos, esa fue su primera experiencia política en una generación que ha crecido con el procés como telón de fondo durante los últimos siete años.
En lo que sí coinciden todos los entrevistados es que sus acciones siempre son en respuesta a agresiones policiales. También aseguran que quienes protagonizan los enfrentamientos no son infiltrados, tampoco grupos extranjeros que han venido a sembrar el caos y añaden otro factor determinante: existe una brecha generacional que separa a los más jóvenes, partidarios de acciones más duras, de los independentistas que se han manifestado en los últimos años.
La totalidad de los manifestantes consultados también insiste en que ellos no han quemado intencionadamente ninguno de los vehículos incendiados el miércoles en Barcelona y lo achacan a los fuegos que crearon en las barricadas.
La frustración del procés
“Hemos crecido con el procés y el 1-O”, explica un universitario de 19 años del barrio de la Sagrera, que se declara independentista. “Llevamos muchos años aguantándonos, haciendo caso a los mayores y ya hemos visto para qué ha servido: están todos en la cárcel”. Según este joven, mucha gente de su entorno consideraba que las protestas pacíficas que llevaba a cabo el independentismo no servían de nada, pero se reprimían porque lanzar una sola piedra estaba muy mal visto en las manifestaciones del procés. “Poco a poco esto ha cambiado y ahora se ha roto el tabú”, asegura. “Ya nadie te increpa por romper cosas”.
“Ya sabemos que quemando contenedores no se conseguirá la independencia, pero es que pacíficamente ya hemos visto que tampoco”, añade una chica de poco más de 20 años, estudiante de Humanidades en la Universitat Pompeu Fabra. “Como mínimo podemos mostrar al mundo nuestra frustración”.
Coral Latorre, portavoz del Sindicato de Estudiantes, cree que los manifestantes que generan disturbios son “una parte muy minoritaria” que, sin embargo, “focaliza toda la atención de los medios”. Según esta estudiante, hay en marcha una campaña de “criminalización del independentismo” aunque reconoce que las imágenes de encapuchados perjudican al movimiento. “Los medios se están aprovechando de ello”, aseguraba el jueves en la plaza Universitat, a pocos minutos de que empezara una marcha de estudiantes.
El pasado miércoles por la noche, una de las jornadas con más destrozos, eldiario.es habló con un grupo de seis jóvenes estudiantes de la Universidad de Barcelona. Entre ellos no había posiciones comunes sobre la independencia. Algunos lo eran, otros no, pero nadie formaba parte de ningún grupo secesionista en concreto. Tras charlar con ellos un rato, incluso los que se declaraban independentistas constataban que separarse de España es inviable a día de hoy. A pesar de ello, no dudan en salir cada noche a enfrentarse con la policía porque consideran que las penas impuestas por el Tribunal Supremo son una injusticia, informa Oriol Solé.
Cuando se les pregunta a varios de los manifestantes, de sus respuestas se desprende que muchos de estos jóvenes crecieron bajo el mantra del independentismo pacífico y se han desencantado al ver el resultado. Tras la condena a los líderes del procés, canalizan su ira en la calle y ya no dirigen sus ataques solo hacia el Gobierno central.
Ahora tanto el Govern como la Conselleria de Interior se han convertido también en objetivos de los encapuchados, tal y como se vio durante las manifestaciones del miércoles y del jueves. La del miércoles tuvo como objetivo pedir la dimisión del conseller de Interior, Miquel Buch, por las actuaciones policiales de los últimos días. “La hipocresía del Govern es una vergüenza”, explicaba Coral Latorre, la portavoz del sindicato estudiantil. “Por un lado condena la sentencia y por otro, nos manda a los Mossos a reprimirnos”.
El anarquismo y los apolíticos
“Ningún Estado nos hará libres”, gritaban en catalán varios de los manifestantes del pasado martes y jueves en las calles de Barcelona, mientras algunos montaban barricadas con contenedores. Las fuentes consultadas reconocen que los actuales participantes en las movilizaciones van ya mucho más allá del independentismo: se han sumado miembros del colectivo anarquista así como chavales sin objetivos políticos determinados, que buscan acción y adrenalina en las calles de la ciudad.
“Muchos no fuimos al aeropuerto el lunes, pero al ver cómo ha ido evolucionando la cosa, nos hemos apuntado”, precisaba en conversación telefónica un anarquista que ronda la treintena, que reconoce que miembros de la Federación Anarquista de Catalunya están participando en los disturbios. “Cualquier movimiento insurreccional debe aprovecharse”, continuaba. “Destrozar cosas no sirve de mucho, pero, como mínimo, sirve para recordar que no existe la paz social que dicen que hay en Catalunya”.
Otros manifestantes consultados explican que a ellos ni les va ni les viene la independencia, sino que lo que buscan es una noche de acción en las calles de Barcelona. “Noches de este tipo son una pasada”, resumía un joven de 23 años con la cara tapada el lunes en el parking del aeropuerto de El Prat. “Corres, te persiguen, te escondes... Es como una puta peli, tío”, remachaba.
Más allá del Tsunami Democràtic
Aunque el foco estos días se haya puesto sobre el Tsunami Democràtic por el asedio al aeropuerto de Barcelona del lunes pasado, esta organización no ha convocado ni coordinado ninguna de las manifestaciones que han acabado con los destrozos registrados en Barcelona y otras ciudades catalanas.
Hay algunas cuentas de Telegram que están llevando la voz cantante en las protestas de esta semana. Coordinan en tiempo real a los manifestantes, informan de los desplazamientos de los furgones policiales y reclaman gente en puntos donde faltan manifestantes. El aumento en los suscriptores a estos canales está siendo exponencial durante los últimos días así como la gente que se abre una cuenta en esta red de mensajería, que promete proteger mejor el anonimato.
El canal más numeroso es Anonymous Catalonia (120.000 miembros en el momento de escribirse este artículo), que incluso el pasado 15 de octubre, durante una manifestación, mostraba los puntos de la calle donde se podía encontrar “material interesante” para hacer barricadas. Este canal asegura que defiende la no-violencia, pero considera que hacer barricadas con fuego y cortar carreteras con la cara tapada no es violencia.
Otros grupos como CNI Catalunya (20.777 miembros), PicnicxRepública (33.000) y L'Alerta (41.900 inscritos) señalan los puntos en los que se producen convocatorias, despliegues policiales o cargas.
Este último canal nació como un grupo de whatsapp antes de la votación del 1 de octubre de 2017 y se transformó en un canal de Telegram cuando vieron que cada vez se apuntaba más gente. En una entrevista con eldiario.es de diciembre de 2017, explicaban que abrieron el canal el 20 de septiembre de ese año y lo gestionaban entre ocho personas. Tras el 1-O, cambiaron el nombre del canal Alertes 1-O por L’Alerta. En ese momento declararon, de manera anónima, que el objetivo del canal era “transmitir las últimas horas más relevantes, desmentir rumores, informar sobre el terreno de lo que estaba pasando y todo con la máxima inmediatez”.