¿Molinos de viento en una bahía de postal? La batalla por el macroparque eólico marino de Roses

Pau Rodríguez

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Son algo más de 15 kilómetros de una de las costas más retratadas de España. Destino de cientos de miles de turistas en verano, el Golfo de Roses es un paisaje icónico de la Costa Brava, en Girona, enclavado entre tres importantes parques naturales: Cap de Creus, Aiguamolls y Montgrí i Illes Medes. Pero además, desde hace unos meses, es también el lugar en el que se plantea instalar un parque eólico flotante, el primero de grandes dimensiones en España, que ha suscitado el rechazo de amplios sectores del territorio. Comenzando por los ambientalistas, que le ven numerosos riesgos, hasta el empresariado turístico, que teme que la hilera de molinos estropee una imagen de postal. Por su parte, los ayuntamientos de los seis municipios que comparten horizonte (Cadaqués, Roses, Castelló d'Empúries, Sant Pere Pescador, L'Escala y Torroella de Montgrí) también han expresado su oposición.

El proyecto no ha empezado oficialmente los trámites, aunque sí se ha presentado a los agentes locales y se ha enviado un primer documento de impacto ambiental al Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. En él, se detalla la intención de levantar en dos fases un total de 65 aerogeneradores, que en el mar son de una altura superior a los terrestres: 250 metros (la Sagrada Familia son 172; la Torre Eiffel, 300). El perímetro que ocuparía el total del parque, en un área con una intensidad de viento que consideran idónea, son 166 kilómetros cuadrados y uno de los grandes elementos en disputa es la distancia respecto de la costa sobre papel, constan entre 7 y 42 kilómetros, aunque los impulsores aseguraron recientemente que van a aumentar a 14 kilómetros el mínimo de distancia del Cabo Norfeu y a una media de 24. En sus modelos, en cualquier caso, los molinos se observan a lo lejos, como si surgieran de la línea del horizonte. 

El plan, que lleva por nombre Parc Tramuntana, está en manos de dos promotores: la multinacional española SENER y Bluefloat Energy, una empresa dedicada a la energía verde cuyo máximo accionista es una filial del holding americano Quantum Energy Partners, centrado en las inversiones en el sector petrolero y energético en general. Ambos empezaron a trasladar sus intenciones al territorio a principios de 2021, con unas 400 reuniones hasta hoy, pero no tienen previsto iniciar la tramitación inicial hasta junio de 2021. Mientras tanto, responden a todas las quejas que suscita el plan asegurando que están abiertos a modificaciones para lograr un mayor consenso. “Si hemos presentado el proyecto a las entidades locales es para ver qué condicionantes hay y cómo ajustarlos para minimizar todo lo posible estos impactos”, argumenta el CEO de Bluefloat Energy, Carlos Martin Rivals.

En sus primeros contactos con alcaldes y empresarios plantearon unos 80 aerogeneradores, que en el documento pasaron a ser un total de 65. Pero, según Martin Rivals, podrían ser menos, puesto que afirma que por ahora solamente trabajan con el horizonte de la primera fase, que contempla 35. Con ese número de aerogeneradores, que se levantarían sobre plataformas flotantes ancladas al fondo marino, y que evacuarían la energía mediante cables submarinos, los promotores aseguran que la producción del parque en esa fase 1 (400-450 MW) podría cubrir el 40% del consumo eléctrico de la provincia de Girona. 

Los peligros sobre los ecosistemas

Pero estas estimaciones no convencen a los activistas locales que, además, no creen que se vaya a quedar solo en una de las dos fases. “Tendrá un impacto negativo a muchos niveles: a nivel económico para la pesca, a nivel turístico y principalmente en el ámbito paisajístico”, advierte Adrià Giner, vecino de Roses y portavoz de la plataforma Stop Macroparc Eòlic Marí. De cara al sector pesquero, el parque afectaría a zonas de pesca existentes, aunque se situaría sobre todo –según el documento– en zonas de veda permanente. Pero uno de los grandes problemas, según los ecologistas, es la convivencia de los molinos con los ecosistemas marinos y las aves. El pasado 26 de abril, un grupo de nueve académicos, entre ellos varios del CSIC, firmaron un manifiesto en el que alertaban de su “extrema preocupación” por el impacto ambiental de la macroinstalación. 

“La propuesta tiene el grave problema de estar en una zona ecológicamente muy delicada. Porque está entre dos parques naturales marítimos, una zona especial de protección de aves y un corredor de cetáceos”, advierte Antonio Turiel, investigador del l'Institut de Ciències del Mar (CSIC) y firmante de la carta. Los promotores aseguran que la ubicación del parque esquivará todas estas zonas protegidas, pero los científicos creen que con eso no basta. “Hacer un encaje de bolillos no es suficiente, porque eso no quiere decir que las máquinas no tengan influencia sobre estas zonas. Hay que estudiarlo muy bien”, argumenta Turiel. Y pone un ejemplo. “Hidrográficamente, todo el agua que viene del río Roina [en Francia] y baja por la costa tiene una aportación de nutrientes fundamental para la vida de la zona. Con los molinos, esto podría cambiar”, advierte.

“Este hecho puede producir un potencial empobrecimiento al sur del parque eólico y el consiguiente impacto negativo sobre el reclutamiento de muchas especies de peces, incluso las de interés pesquero”, detalla el manifiesto.

Por otro lado, otra de las principales inquietudes de los activistas y de las Administraciones locales es cómo se trasladará la energía hasta la subestación eléctrica que hay al lado de Figueres, a unos 18 kilómetros de la costa, habida cuenta de que justo al lado está el Parque Natural dels Aiguamolls de l'Empordà. La previsión de los promotores, en este sentido, es soterrar una parte de la línea de alta tensión o pegarla a la carretera. La transición de mar a tierra se haría en la playa Las Dunas, según las previsiones iniciales, justo al lado del camping La Ballena Alegre de Sant Pere. 

La pelota, en el tejado del Ministerio a partir del verano

La batalla por el futuro de este macroparque eólico solamente acaba de comenzar. El calendario con el que trabajan los impulsores del Parc Tramuntana es estrenar la instalación en 2026, para poder optar a los fondos europeos Next Generation, uno de los detonantes del boom de las renovables que agita toda la península. Pero en el ámbito de la eólica marina flotante (conocida como Offshore) está todo por escribir. El Ministerio de Transición Ecológica todavía debe elaborar un plan de ordenación de los espacios marino y la 'Hoja de Ruta para el desarrollo de la Eólica Marina y las Energías del Mar', hoy en proceso de consultas públicas.

En este contexto, la inquietud por la propuesta de parque en Roses llegó el pasado 27 de abril al Senado, donde el senador de ERC Jordi Martí, que fue en su día alcalde de Sant Pere Pescador, pidió a la ministra Teresa Ribera que se consensuara el proyecto con el territorio antes de darle el visto bueno. Ribera quiso tranquilizar al senador recordándole que no había nada que frenar, puesto que no se había presentado nada oficialmente, pero aprovechó para deslizarle un reproche y una advertencia. En primer lugar, le recordó que Catalunya está a la cola de España en generación de energía verde. Y, para concluir la intervención, le preguntó: “¿Cómo vamos a evitar que, en un mar compartido, no sean los aerogeneradores franceses los que se vean desde la bahía de Roses?”.

El del auge de la eólica marina, primero en los países nórdicos y ahora en desarrollo en el Mediterráneo, es una de las principales bazas de los promotores, que recuerdan además que la potencia de los aerogeneradores marítimos es mayor (12-15 MW) y su coeficiente de eficiencia (el aprovechamiento de las horas de viento), también. “Comparativamente, el impacto de la eólica marina quizás es el menos agresivo, porque equivalen a millones de placas solares. Y no hacer nada no es una opción, porque significa que en el futuro tendrás que ir a pagar más a fuera”, argumenta Joan Ramon Morante, del Institut de Recerca en Energia de Catalunya (IREC), que apoya públicamente el proyecto y lo considera una oportunidad para desarrollar en la eventual plataforma de Roses un laboratorio de innovación en eólica marina. 

Y, ciertamente, los parques eólicos marítimos se están abriendo paso en Europa. Pero los activistas tieneN también respuesta para las palabra de la ministra Ribera cuando hace alusión a la instalación de molinos en el Golfo de León francés. Allí hay de momento tres aerogeneradores. “Una de las cosas que más ha asustado es la dimensión. Si nos hubiesen hablado inicialmente de 15 molinos en vez de 78, como hicieron el primer día, quizás no hubiese habido tanta oposición”, comenta la alcaldesa de Roses, Montse Mindán. 

“Aquí vivimos todos del turismo”

Aunque es la principal localidad del Golfo, con sus 20.000 habitantes, Roses sería de las menos afectadas en cuanto a paisaje. Sus playas orientadas al sur hacen que en el horizonte se vea el otro lado de la bahía, l'Escala. Pero a Mindán, de Junts, esto tampoco le tranquiliza. “Aquí vivimos casi todos del turismo, que tiene éxito, entre otras cosas, por el paisaje. Hay gente, quizás no en Roses, que no podrá volver a hacerse una foto con el mar de fondo sin que se vean esos palos por todos lados”, constata. 

La industria turística es el principal motor económico de la zona y de toda la comarca, la del Alt Empordà. Y también está presionando a las administraciones para que rechacen el plan. De los 52.000 segundas residencias de la comarca, 48.000 están en las localidades de la costa. Aunque estos datos están algo desactualizados (de 2012), solo en Sant Pere se cuentan 13.000 plazas de camping frente a unas playas que quedarían frente a estos molinos.

Catalunya, entre la planificación y el retraso

En este aspecto, resulta curioso cómo el parque eólico Parc Tramuntana ha logrado unir en su contra a dos enemigos acérrimos: el sector turístico y el de los defensores del medio ambiente. Uno de los argumentos de estos últimos, de hecho, es una zona tan delicada como esta no debería recibir más alteraciones después de décadas de urbanización desbocada del litoral, en los que la preservación de parques como el de los Aiguamolls fue casi un milagro hecho posible por un puñado de activistas en los 70. 

Sea como sea, y pese a que los promotores aseguran que se pondrán de acuerdo con los agentes locales, todo apunta a que la polémica se alargará. En parte, debido a que se trata de una pugna local que forma parte de un fenómeno que afecta a toda Catalunya y España, y que enfrenta a numerosos grupos de activistas ecologistas y empresarios locales frente a las empresas que promueven estos parques. Por un lado, están las voces como la del CEO de Bluefloat Energy, que recuerda que “el objetivo 2030 es alcanzar un 50% de energía de origen renovable y Catalunya es de las regiones más retrasadas de Europa”.

Del otro, Mindán o Giner piden tiempo a las Administraciones para elaborar proyectos de transición energética sostenibles y diversificados en el territorio. “Y no hablo de poner placas solares encima de las casas”, advierte Giner frente a posibles críticas, “sino de planes bien hechos y justificados”. Por su parte, Turiel, del CSIC, defiende directamente que no hay que generar más electricidad, puesto que en España no se aprovecha la potencia instalada, y cuestiona que instalaciones como la de Roses puedan llegar a generar siquiera el 60% o el 80% de lo que prometen.

Todo esto mientras en el Alt Empordà, una de las zonas con más viento de Catalunya, no hay ni un solo aerogenerador –aunque están proyectados 31–. La práctica totalidad se concentran en las comarcas del sur en Tarragona, con 811 molinos y más de 700 nuevos previstos.