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Crónica

La prohibición de las discotecas enmudece la noche en Cadaqués

La calle de los bares nocturnos de Cadaqués, la madrugada del sábado.

Pol Pareja

Cadaqués —

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Ya no hay borrachos en la estrecha calle de los bares de Cadaqués, el lugar donde antes pasaba todo y ahora no ocurre nada. Solo una pareja de técnicos del Ayuntamiento de este municipio de la Costa Brava paseaban arriba y abajo recordando a unos pocos despistados lo que la mayoría ya ha asumido en el pueblo: la fiesta se ha acabado. Al menos, durante los próximos 15 días.

Aurèlia Guitart, gironina de 23 años, era una de las pocas despistadas que a la 1 de la madrugada subía por esa calle dispuesta a bailar en el Shadows hasta que saliera el sol. “Te juro que hace dos semanas estaba abierto”, le decía a su amiga, ambas perfectamente acicaladas, mientras comprobaban con resignación que los locales de más arriba también estaban cerrados.

La orden del Govern de cerrar los espacios de ocio nocturno en todo Catalunya ha afectado a los municipios turísticos de manera desigual. En algunas localidades como Lloret, con un modelo de grandes discotecas enfocadas al extranjero, la actividad no se había llegado a recuperar. En ciudades como Barcelona la mayoría de discotecas ni siquiera había llegado a reabrir. 

En Cadaqués, frecuentado por acomodados catalanes y franceses, los pequeños locales de esta calle estaban a pleno rendimiento hasta el pasado viernes. “Esto hasta ayer era como cualquier año”, explicaba un restaurador del pueblo. “Las discotecas a tope, la gente bailando hasta las tantas... Contrastaba mucho con las noticias que llegaban de Lleida o l’Hospitalet”.

No han abierto ni el mencionado Shadows, ni el Bebere, ni La Frontera y ni siquiera el Café Tropical, donde en verano cualquiera ha divisado personas de avanzada edad bailando encima de la barra -- en Cadaqués la fiesta no es patrimonio sólo de los veinteañeros.

Las restricciones impuestas han caído como un jarrón de agua fría en este municipio aislado del resto, donde todo suele ir a un ritmo distinto. “Los jóvenes son los que más se molestan”, señalaba uno de los técnicos del consistorio que patrulla cada noche de 2 a 7 por la calle de los bares con un uniforme amarillo. “Acércate a la playa y verás como están todos ahí... El lío se ha trasladado”.

Son las 2 y el jolgorio descuidado que se escuchaba una noche de julio se ha sustituido por carcajadas intermitentes desde la playa. A medida que han ido cerrando los restaurantes y bares los grupos proliferan en la platja Gran y en otras calas del pueblo como Es Llané, donde los más jóvenes se reúnen en círculos haciendo botellón, escuchando música con el móvil y fumando porros. Juegan entre ellos a elegir una respuesta entre dos opciones comprometidas.

 - ¿Qué prefieres que te metan una sonda por el pito o una colonoscopia? El chaval no sabe qué responder.

- ¿Perder el móvil o el satysfier? La chica elige lo segundo sin dudarlo.

La fiesta veraniega en el pueblo ha pasado de ser una aventura ruidosa e imprevisible a un encuentro más íntimo en la playa, en el que algunos echan de menos tanto las opciones de ligar que les brindaba la discoteca como la posibilidad de encontrarse con gente con la que no habían quedado.

 “Aquí estamos bien, ya nos ves, lo que me preocupa es que cada noche así va a ser muy aburrido”, explicaba Juan, 25 años, flamante licenciado en empresariales. “Lo acabo de dejar con mi novia y venía con ganas de comerme el mundo, encontrarme gente de la uni, liarla”. 

Eran recurrentes en las conversaciones de los jóvenes las dudas sobre qué será de su verano después de que les hayan arrebatado ya una primavera. “Cada vez tengo más claro que nos hemos quedado sin verano”, apuntaba Jaime Rius, 20 años, mientras preparaba un ron con naranja junto a tres amigos en la playa d’Es Llané. “Pensábamos que esto ya estaba y ahora nos vamos a joder”.

Sentada a su lado estaba Sofía, recién llegada al pueblo donde se quedará con sus padres hasta finales de agosto. “Con el botellón charlamos más, esto mola. Ayer estuvimos hasta que salió el sol”, explicaba. “Pero no te voy a engañar: de lo que tenemos ganas es de bailar”.

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