Ya estamos en el peor escenario posible. El Gobierno del Partido Popular, con la complicidad del PSOE y Ciudadanos, ha puesto en marcha la versión más dura del artículo 155. Mariano Rajoy ha activado el botón de la humillación, de la derrota de Catalunya. Y ha activado, también, la resistencia de la mayoría social de Catalunya. De la que se considera nación, sea o no independentista. De la que siente suyas las instituciones que tanto costó recuperar después de la dictadura. De la Catalunya que defiende la libertad frente a la represión del 1-O y de las detenciones de Jordi Cuixart y Jordi Sánchez. De la que defiende los medios públicos de Catalunya. De la que siente agredida su dignidad. De la que ha sido muy crítica con el proceso soberanista, pero que ahora sabe que es el momento de defender la democracia.
Mariano Rajoy ha anunciado el cese del President de la Generalitat y de todo su Govern; la limitación de las funciones del Parlament y la intervención de instituciones, como los Mossos o los medios públicos. El Gobierno central lo niega, pero estas medidas significan la intervención del autogobierno. La suspensión de la autonomía. La culminación de la operación iniciada hace más de diez años, cuando Mariano Rajoy recogía firmas por toda España contra el Estatut. Contra Catalunya. Ahora, el Gobierno central ha abierto una dimensión desconocida. Un camino que nadie sabe a dónde conduce. Que mantiene a la sociedad catalana entre la indignación y la incertidumbre. Que abre escenarios de alto riesgo.
Nunca teníamos que haber llegado hasta aquí. La historia situará a cada uno en su lugar. Fijará la responsabilidad de quienes iniciaron un proceso político de estas dimensiones sin evaluar ni explicar los riesgos. Sin pensar en el silencio de Europa o la fuga de empresas. La historia contará como, de nuevo, dos nacionalismos se retroalimentan hasta provocar el desastre. Y, por encima de todo, pondrá en su sitio a Mariano Rajoy, a su entorno político y mediático, que desbarataron sistemáticamente todas las oportunidades de diálogo, todas las iniciativas para culminar el encaje de Catalunya en España que se cerró en falso en la Transición.
La derecha española considera que ahora tiene la excusa perfecta no sólo para derrotar al independentismo, si no para frustrar cualquier aspiración de Catalunya. Por fin el nacionalismo español ve cercana su vieja ensoñación. Ciudadanos, que nació como un instrumento político contra el catalanismo hegemónico, siente que, por fin, le ha llegado la hora de la revancha. Y el PSOE no ha conseguido tener un discurso propio. Queda como un apéndice del Partido Popular y pone al PSC en una situación imposible en Catalunya.
Pero no saben que, con el 155, acaban de activar la vieja historia de resistencia de la sociedad catalana. De quienes la vivieron durante el franquismo, y de las nuevas generaciones que la han redescubierto ahora. Esta es la tragedia, que después de cuarenta años de democracia, en Catalunya se extiende un sentimiento de dignidad herida, que muchos pensábamos que no volveríamos a vivir jamás. Un día será necesario reconstruir cómo hemos llegado hasta aquí, pero hoy Catalunya vuelve a sentir la necesidad de pedir democracia y libertad.
Ya estamos en el peor escenario posible. El Gobierno del Partido Popular, con la complicidad del PSOE y Ciudadanos, ha puesto en marcha la versión más dura del artículo 155. Mariano Rajoy ha activado el botón de la humillación, de la derrota de Catalunya. Y ha activado, también, la resistencia de la mayoría social de Catalunya. De la que se considera nación, sea o no independentista. De la que siente suyas las instituciones que tanto costó recuperar después de la dictadura. De la Catalunya que defiende la libertad frente a la represión del 1-O y de las detenciones de Jordi Cuixart y Jordi Sánchez. De la que defiende los medios públicos de Catalunya. De la que siente agredida su dignidad. De la que ha sido muy crítica con el proceso soberanista, pero que ahora sabe que es el momento de defender la democracia.
Mariano Rajoy ha anunciado el cese del President de la Generalitat y de todo su Govern; la limitación de las funciones del Parlament y la intervención de instituciones, como los Mossos o los medios públicos. El Gobierno central lo niega, pero estas medidas significan la intervención del autogobierno. La suspensión de la autonomía. La culminación de la operación iniciada hace más de diez años, cuando Mariano Rajoy recogía firmas por toda España contra el Estatut. Contra Catalunya. Ahora, el Gobierno central ha abierto una dimensión desconocida. Un camino que nadie sabe a dónde conduce. Que mantiene a la sociedad catalana entre la indignación y la incertidumbre. Que abre escenarios de alto riesgo.