Estamos viviendo un momento político en el que todo sucede a una velocidad exacerbada en la que resulta complicado encontrar momentos tranquilos en los que poder pensar con claridad. Estamos asumiendo a marchas forzadas en los últimos dos meses una situación que hace tiempo podríamos pensar, aún con complicaciones, como propia de un thriller político.
Una parte del Govern en prisión preventiva, la otra parte exiliada en Bélgica haciendo frente a un proceso de extradición que todo apunta a que se le atragantará a la Audiencia Nacional y a la Fiscalía española. Dos líderes de organizaciones de la sociedad civil encarcelados de manera preventiva. Más de 1.000 personas agredidas de manera salvaje por la Policía Nacional y Guardia Civil el 1 de Octubre. Y todo enmarcado bajo delitos que hacen que uno se traslade al pasado. Delitos de sedición y rebelión, para cuya imputación debería ser imprescindible que hubiera habido una violencia inexistente. Autos en blanco y negro llenos de delirio vengativo en los que ya no se habla de manifestaciones sino de “movilizaciones tumultuarias”. Aplicación de un artículo de la Constitución a través del cual se han convocado elecciones para dentro de poco más de un mes en una situación absolutamente excepcional. En resumen, un torpe intento de resolver un conflicto político a través del aparato penal y represivo.
Las consecuencias de la represión van mucho más allá de los lugares en los que estamos poniendo el foco y el abordaje ha de ser ampliado para poder poner remedios colectivos a la complejidad actual que estamos viviendo. Tal y como nos enseñó hace tiempo el escritor Carlos Beristain en el imprescindible libro “Afirmación y resistencia”: “Quizá uno de los objetivos que persigue la represión política, además de la paralización mediante el horror, es también el que la gente no sea consciente de sus finalidades, para que de esta forma tenga menos posibilidades para defenderse”. Para dicho autor las finalidades de la represión son la ruptura del tejido social colectivo y solidario; el control del enemigo interno; intimidar a la población; implantar la impunidad; y transformar a la población.
Ser conscientes de lo que busca la represión nos puede ayudar a ser especialmente cuidadosas antes situaciones que podamos estar viviendo en este clima de absoluta incertidumbre y represión directa y ambiental. Entender que los efectos psicosociales de la represión están planificados puede ayudar a entendernos a nosotras mismas, y a entender el momento en que están nuestras relaciones, nuestras organizaciones, nuestras redes en general.
En lo individual hay quien se despierta más temprano de lo habitual y que rápidamente busca su móvil para ver “si ha sucedido algo”; hay para quien conciliar el sueño es más complicado de lo habitual; hay quien se ha echado a llorar sin saber por qué tras días de tensión absoluta; contracturas con collarín, y contracturas que le llevan a uno al hospital. Un sinfín de consecuencias que cada cual sobrelleva como puede.
El tensionamiento personal tiene una traslación muy rápida al tensionamiento social. Es decir, la interacción de las personas está totalmente condicionada por cómo estamos. Y no lo olvidemos, uno de los objetivos principales de la represión es romper el tejido social con el objetivo de debilitar a la colectividad organizada. Algo que podría parecer evidente no lo es tanto. Sobre todo no se hace evidente cómo y cuándo detectar las consecuencias para poder ponerles remedio, más aún en momentos en los que se ha de trabajar o realizar activismo en un momento de máxima rapidez y mucha presión.
Es un momento en el que, tras entender que dicho tensionamiento personal y social busca quebrar la persona y el tejido, hemos de esforzarnos aún más por entender cómo está viviendo todo las personas que nos rodean antes de elevar el tono de la conversación. Hemos de asumir que mucho de los que nos está pasando es porque la situación nos está poniendo al límite. Empatía, escucha y comprensión. El problema es no ser conscientes, no amasar esas tensiones personales, relacionales y grupales.
Obviamente, no todo es tensionamiento social. También hay solidaridad, resistencia y ternura. En estos meses se han vivido situaciones preciosas donde se ha puesto en el centro la dignidad. Como la de una señora de elevada edad que fue ovacionada el 1 de Octubre cuando fue a votar arrastrando un andador. Una imagen que tras horas de trabajo en el centro de coordinación de #SomDefensores nos hizo sonreír y abrazarnos.
En Irídia - Centro por la Defensa de los Derechos Humanos hace dos años que luchamos contra las violencias institucionales. Pero ahora, en medio del contexto actual, es más importante que nunca poder encontrarnos y analizar el momento en colectividad. Por ello, es imprescindible bailar, celebrar y luchar contra el tensionamiento social para poder coger fuerzas en ese camino nada sencillo de luchar que es la defensa de los derechos humanos.
Estamos viviendo un momento político en el que todo sucede a una velocidad exacerbada en la que resulta complicado encontrar momentos tranquilos en los que poder pensar con claridad. Estamos asumiendo a marchas forzadas en los últimos dos meses una situación que hace tiempo podríamos pensar, aún con complicaciones, como propia de un thriller político.
Una parte del Govern en prisión preventiva, la otra parte exiliada en Bélgica haciendo frente a un proceso de extradición que todo apunta a que se le atragantará a la Audiencia Nacional y a la Fiscalía española. Dos líderes de organizaciones de la sociedad civil encarcelados de manera preventiva. Más de 1.000 personas agredidas de manera salvaje por la Policía Nacional y Guardia Civil el 1 de Octubre. Y todo enmarcado bajo delitos que hacen que uno se traslade al pasado. Delitos de sedición y rebelión, para cuya imputación debería ser imprescindible que hubiera habido una violencia inexistente. Autos en blanco y negro llenos de delirio vengativo en los que ya no se habla de manifestaciones sino de “movilizaciones tumultuarias”. Aplicación de un artículo de la Constitución a través del cual se han convocado elecciones para dentro de poco más de un mes en una situación absolutamente excepcional. En resumen, un torpe intento de resolver un conflicto político a través del aparato penal y represivo.