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La movilización del 15-O un año después

Jordi Mir Garcia

Centro de Estudios sobre Movimientos Sociales de la Universitat Pompeu Fabra —

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El 15 de octubre de 2011 ya había transcurrido medio año desde la manifestación y las posteriores acampadas del 15 de mayo, y por aquella fecha se había convocado una jornada de movilización internacional que fue seguida en diferentes partes del planeta. Las experiencias vividas en diferentes lugares como Túnez, Egipto, Islandia, España, o Estados Unidos, donde la población había salido a la calle para hacer oír su voz y tratar de lograr un cambio desde las bases, animaban esa convocatoria. La manifestación de Barcelona se convocó con la consigna “De la indignación a la acción”, y persiguió la realización de actos contestatarios que fueran más allá de la marcha habitual. Tres eran las opciones posibles que se prepararon asociadas a tres ámbitos que generaban, y generan, más preocupación: educación, sanidad y vivienda. Las personas que optaron por la acción de vivienda abandonaron l’Arc de Triomf, punto final de la manifestación, para dirigirse a Nou Barris, en la calle Almagro, al Edifici 15-O. Allí, un inmueble de pisos no vendidos desde su construcción ya hacía años había estado ocupado con el objetivo de facilitar viviendas a diez familias que habían perdido su vivienda por no haber podido hacer frente a los gastos que suponían. La misma noche del sábado llegaron los primeros inquilinos y se empezaron a acondicionar los pisos. La acción organizada por diferentes colectivos, entre ellos la asociación 500 × 20 del barrio, había sido un éxito.

“Los ocupas son los que no quieren pagar”. Con estas palabras, uno de los nuevos inquilinos del edificio parecía intentar distanciarse de la presentación que los medios estaban haciendo de ellos. Esta persona insistía en que ella estaba dispuesta a pagar por un piso, pero el precio debía ser accesible. El fenómeno okupa está tan mal visto en amplios sectores de nuestra sociedad que incluso una persona que puede acceder a un nuevo piso gracias a las organizaciones y colectivos que han optado por este tipo de actuación, para ocuparlos, no reconocía su importancia y quería desmarcarse. Su reacción no es un hecho aislado. Tras la huelga general del 29 de septiembre de 2010, en una entrevista radiofónica en Radio L'Hospitalet, me preguntaban por antisistema, okupas y radicales. Un reportaje recogía las respuestas de diferentes personas abordadas en la calle por un reportero de la emisora ​​y preguntadas sobre “los okupas”. Las intervenciones fueron coincidentes: no era admisible que unas personas pudieran venir y quedarse con tu casa. “Tantos años pagando la hipoteca para que me vaya de vacaciones y me quede sin casa”, era el resument. Resulta difícil pensar cómo se habrá construido esta imagen de las personas que optan por la ocupación. Pero es triste escuchar a personas humildes que seguramente han tenido, o tienen, dificultades para disponer de una vivienda, con tanta preocupación por un temor que podríamos acordar totalmente infundado si conocemos las maneras de hacer de las personas que podemos vincular con el movimiento okupa, su pensamiento y sus reivindicaciones.

La ocupación fue un mecanismo de lucha y movilización muy utilizado durante los años finales del franquismo y del proceso transicional. En Nou Barris mismo se vivió en el caso de conseguir viviendas y servicios. Un ejemplo relevante lo encontramos en el Ateneu Popular de Nou Barris. La ocupación de estos espacios, Edifici15-O incluido, supone, más allá de la muestra de descontento, una construcción de alternativas. De manera autónoma se intenta cambiar las cosas. Se hace para resolver problemas de la sociedad, se ayuda a aquellas personas que lo necesitan y se denuncian injusticias. El Edifici15-O despertó muchas expectativas e hizo ver que nuevos escenarios podían ser posibles. Un año después, la realidad del edificio y de las personas y familias que viven ha perdido el elemento épico que lo vio nacer. Los grandes proyectos que se podían imaginar hace un año no han llegado, las personas que viven siguen teniendo dificultades, de ingresos, por ejemplo. Pero sigue siendo un espacio de gran importancia porque cumple con aquello para lo cual se construyen las casas, es decir, ofrece un hogar a personas que antes lo habían perdido. Y sigue siendo un espacio de referencia para diferentes colectivos que trabajan para encontrar respuestas a los retos que tenemos como sociedad.

Tras la aparición del Edifici15-O, del que el alcalde Trias en los días siguientes dijo que no sería desalojado por la función social que tenía, algunas personas nos preguntaban si la ocupación podría ganar legitimidad en los amplios espacios donde todavía no la tiene. El debate entre la legalidad y legitimidad en estos últimos meses no sólo se ha mantenido sino que ha ido a más. Hoy buena parte de la contestación pasa por la desobediencia. Una desobediencia que si es pacífica, no violenta, tiene un alto nivel de aceptación en el debate público. El Edici15-O, un año después, sigue siendo el hogar de las personas y familias que llegaron a la espera de un juicio para aclarar la propiedad del edificio y de cada uno de los pisos. La iniciativa se ha repetido en otros bloques en Sabadell, Terrassa o Rubí por parte de colectivos locales de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca con la idea de ofrecer un rescate ciudadano a las personas que no pueden disponer de un piso donde vivir. Y la ocupación, no ya de edificios enteros, sino de pisos aislados, ha estado muy presente entre los mecanismos de respuesta a la vulneración del derecho a la vivienda que tantas personas están sufriendo. Se busca que pisos desocupados, en muchos casos propiedad de la administración, ofrezcan soluciones a situaciones que las hacen imprescindibles.

Llegamos al 15 de octubre de 2012 tras un 13-O en el que volvimos a vivir una convocatoria de movilización global, en este caso contra la deuda que se considera ilegítima porque va asociada a políticas de austeridad y de desaparición de derechos sociales alcanzados. Llegamos seguramente en el peor de los momentos de estos años con respecto a la afectación de las condiciones de vida y trabajo de una parte muy importante de la población. Pero también cuando la voluntad de afrontarlo parece más decidida y se plantea a través de opciones tan concretas como la desobediencia para evitar un desahucio o manifestándose en contra de la deuda y la austeridad, en defensa de la universidad pública o por la independencia. Llegamos cuando se iniciará una campaña electoral llena de debate político y movilización en la calle. Cuando, también desde el 13-O, sabemos que se presentará una formación política, la CUP, que ha despertado expectativas entre sectores que han protagonizado las movilizaciones sociales desde el 15 de mayo de 2011 hasta hoy. Una propuesta que es vista como claramente independentista, pero que ha recibido el apoyo de determinados sectores que no lo son porque también pueden ver como una nueva manera de hacer política que tanto se ha reclamado. Se puede pensar también en que su aportación contribuya a un debate público que vaya mucho más allá del soberanismo para entrar a fondo en la realidad social que estamos viviendo. También llegamos al 15 de octubre de 2012 con un aumento claro de las posiciones que entienden la participación en democracia como mucho más que las elecciones. Y de las personas que protagonizan movilizaciones y consideran que lo importante estará antes y después del 25 de noviembre, antes y después de cada fecha de votación. Un par de días antes de las Elecciones Generales de 2011, la noche que terminaba la campaña electoral, en el barrio de Sants, tras una manifestación, se ocupaba otro edificio de pisos a estrenar desde hacía años. La motivación era la misma que en caso del Edifici15-O. La experiencia del Habitatge18-N duró pocos días. Pero es una muestra más del trabajo de la política cotidiana para buscar respuestas, promover una participación directa e intentar transformar la sociedad a partir de un debate abierto sobre las necesidades que se considera imprescindible de satisfacer.

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El 15 de octubre de 2011 ya había transcurrido medio año desde la manifestación y las posteriores acampadas del 15 de mayo, y por aquella fecha se había convocado una jornada de movilización internacional que fue seguida en diferentes partes del planeta. Las experiencias vividas en diferentes lugares como Túnez, Egipto, Islandia, España, o Estados Unidos, donde la población había salido a la calle para hacer oír su voz y tratar de lograr un cambio desde las bases, animaban esa convocatoria. La manifestación de Barcelona se convocó con la consigna “De la indignación a la acción”, y persiguió la realización de actos contestatarios que fueran más allá de la marcha habitual. Tres eran las opciones posibles que se prepararon asociadas a tres ámbitos que generaban, y generan, más preocupación: educación, sanidad y vivienda. Las personas que optaron por la acción de vivienda abandonaron l’Arc de Triomf, punto final de la manifestación, para dirigirse a Nou Barris, en la calle Almagro, al Edifici 15-O. Allí, un inmueble de pisos no vendidos desde su construcción ya hacía años había estado ocupado con el objetivo de facilitar viviendas a diez familias que habían perdido su vivienda por no haber podido hacer frente a los gastos que suponían. La misma noche del sábado llegaron los primeros inquilinos y se empezaron a acondicionar los pisos. La acción organizada por diferentes colectivos, entre ellos la asociación 500 × 20 del barrio, había sido un éxito.