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Simbología nazi y banderas republicanas

Andreu Mayayo

La Comisión Europea, por boca de la comisaria de Justicia Viviane Reding, ha tirado de las orejas a las autoridades españolas ante la banalización creciente del nazismo. En resumen: su exculpación, negación o trivialización flagrante intencionada y pública debe recibir sanción penal. Reding amplía el abanico a la violencia y el odio contra grupos o personas por razones de raza, religión, nacionalidad o etnia, y recuerda, a modo de aviso para navegantes, que la UE tendrá competencias para sancionar directamente a partir del 1 de diciembre de 2014.

Todo ello venía a cuento de una pregunta de eurodiputados españoles respecto al homenaje recibido por la División Azul de manos de la delegada del Gobierno en Cataluña, María de los Llanos de Luna, a lo que habría que añadir la pancarta exhibida en una plaza de toros que reivindicaba “Adolf Hitler tenía razón” o bien las fotografías de varios jóvenes del PP con una simbología nazi.

Con todo, todavía hay una noticia mejor, que valdría la pena destacar, en torno a este ajetreo y del tema -siempre a flor de piel- de nuestro pasado reciente, de la llamada memoria histórica o, más concretamente, de la memoria democrática. Me refiero al artículo publicado por Esteban González Pons en 'Las Provincias' bajo el título “Perfectos ignorantes”. El dirigente del PP no sólo califica de “perfectos ignorantes” a los jóvenes pijos que saludan a la romana, sino que aprovecha el ejemplo del teniente Amadeu Granell, el héroe de la liberación de París, para vindicar con todos los honores a los soldados republicanos españoles de la División Leclerc.

González Pons preferiría que en los actos conmemorativos de la liberación de París ondeara la bandera actual -“la que nos reconcilia a todos”, sostiene-, en vez de la republicana, pero “aún así, estamos bien representados por lo que esa bandera simboliza”. Es la primera vez que un dirigente del PP asume, sin rodeos y con orgullo nada disimulado, los valores democráticos de la Segunda República y, sobre todo, de unos jóvenes españoles que combatieron el fascismo en España y en Europa.

Para González Pons los soldados republicanos no sólo son nuestros héroes, los campeones de la libertad, sino unos españoles admirables, ejemplo de un patriotismo envidiable. Mientras Franco y los franquistas no pararon -algunos todavía lo hacen ahora- de pregonar que los republicanos representaban la antiespaña, el dirigente del PP, que se jacta de su nacionalismo español, se emociona cuando transcribe las palabras del teniente Granell al rechazar el ascenso y la concesión de la nacionalidad francesa que le ofrecía el general de Gaulle: “Francia es mi novia, pero España es mi madre y yo no reniego de mi madre”.

Me gustaría que otros dirigentes del PP -también “perfectos ignorantes”- entendieran que la bandera republicana es un símbolo de libertad y españolidad de la que deberíamos sentirnos todos, monárquicos incluidos, orgullosos y herederos.

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