En este año 2014 en el que la Historia nos convoca, tal como proclama la propaganda institucional de la Generalitat, también proceden otros aniversarios redondos como el octogésimo de Els fets del 6 d’Octubre de 1934. Cuando el presidente de la Generalitat, Lluís Companys, proclamó el Estat Català. Desde un presente convulso y confuso, nos viene como anillo al dedo una de las sentencias más conocidas de Karl Marx, analizando el 18 Brumario de Luis Bonaparte: “Hegel dice que todos los grandes acontecimientos y personajes de la historia universal ocurren dos veces. Sin embargo, se olvidó de añadir: la primera vez como tragedia y el segundo como farsa”.
La ruptura por parte del presidente Lluís Companys de la legalidad republicana supuso no sólo la pérdida del autogobierno alcanzado desde el 14 de abril de 1931, sino una represión institucional (la disolución de las corporaciones locales democráticas) y social (los miles de campesinos desahuciados de las tierras cultivadas) aterradora, que influirá en la violencia política de la revolución social de 1936 y de la contrarrevolución franquista del 1939. ¡Poca broma!
Hace seis años se publicaba el dietario (Antes del Sis d’Octubre) de Amadeu Hurtado, el hombre de confianza de los presidentes Macià y Companys. El prestigioso abogado y firme republicano nos aleccionaba a favor de la política pactista de 1931 y en contra de la política de confrontación de 1934. Asimismo, la lección aprendida por Josep Tarradellas (explicitada una vez más por Joan Esculies en un libro reciente, ¡Evitar el error de Companys!) era que la Generalitat no debía tomar partido en las disputas españolas, subrayando la llave española de unos ‘fets’ a menudo presentados como ejemplo paradigmático de la confrontación entre Catalunya y el Estado español.
Ochenta años después, la sentencia del Tribunal Constitucional contra el Estatut, las políticas de austeridad y el inmovilismo del gobierno del PP han espoleado la efervescencia independentista hasta el punto de empujar el presidente Mas y CDC ha disputar el liderazgo independentista a Oriol Junqueres y ERC, a pesar de la bajada electoral del partido fundado por Jordi Pujol en las últimas elecciones europeas y reiterada en las diversos sondeos electorales. En todo caso, la implosión previsible del sistema de partidos en Catalunya se adelanta, como casi siempre, a la de la España electoral de 2015.
Todo apunta a que hoy la sangre no llegará al río y que la farsa se impondrá a la tragedia en la política catalana y española. La farsa teatralizada de un gobierno que convoca una consulta pensando en unas elecciones plebicitarias, que son la trampa perfecta para que la gente de izquierdas vote a la derecha. La farsa manipuladora de unos alcaldes que llevan un mandato de exigencia democrática para poder votar y llaman a la independencia. La farsa punzante de la ANC y de Òmnium que hacen campaña con camiseta amarilla (el color de la escuela pública y de calidad) por un país mejor con la consellera Irene Rigau, responsable de las más grandes recortes en la escuela pública mientras destina millones de euros a las escuelas de élite del Opus Dei.
Marx y Engels también nos advierten de un espectro que recorre Europa y que, en nuestra casa, puede ahuyentar a los farsantes de los parlamentos y consistorios.
En este año 2014 en el que la Historia nos convoca, tal como proclama la propaganda institucional de la Generalitat, también proceden otros aniversarios redondos como el octogésimo de Els fets del 6 d’Octubre de 1934. Cuando el presidente de la Generalitat, Lluís Companys, proclamó el Estat Català. Desde un presente convulso y confuso, nos viene como anillo al dedo una de las sentencias más conocidas de Karl Marx, analizando el 18 Brumario de Luis Bonaparte: “Hegel dice que todos los grandes acontecimientos y personajes de la historia universal ocurren dos veces. Sin embargo, se olvidó de añadir: la primera vez como tragedia y el segundo como farsa”.
La ruptura por parte del presidente Lluís Companys de la legalidad republicana supuso no sólo la pérdida del autogobierno alcanzado desde el 14 de abril de 1931, sino una represión institucional (la disolución de las corporaciones locales democráticas) y social (los miles de campesinos desahuciados de las tierras cultivadas) aterradora, que influirá en la violencia política de la revolución social de 1936 y de la contrarrevolución franquista del 1939. ¡Poca broma!