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El olvido de Lahore en las portadas y la crisis de la prensa

Josep Carles Rius

Eran las 7 de la tarde en Pakistán, y las 4 de la tarde en Europa. Un terrorista talibán se hizo estallar en un parque de Lahore repleto de familias de la comunidad cristiana que celebraban la Pascua. Fue una masacre con más de setenta víctimas mortales, la mayoría mujeres y niños. Los heridos son cientos. Los responsables de los periódicos que se editan en papel en Europa tenían todos estos datos cuando celebraron sus reuniones de portada. Sin embargo, la noticia no abrió los periódicos.

En muchos diarios ni aparece en primera página. En el mejor de los casos se publica en la parte baja de la portada o en una pequeña llamada. Muchas de las fotos de portada están dedicadas a Palmira, la ciudad y las ruinas recuperadas por el ejército de Bashar al-Ásad o a las manifestaciones de Bruselas. Muchos periódicos abrían con las consecuencias de los atentados de Bruselas y no mencionaban Lahore, cuando las víctimas de aquí y de allí murieron en manos del mismo fanatismo, de la misma barbarie. ¿Por qué ocurrió este olvido? Como posible respuesta, apunto cinco reflexiones.

Crisis de valores. ¿La ausencia de Lahore en las portadas es un reflejo de la falta de empatía de una parte significativa de la opinión pública? ¿De la indiferencia de quienes consideran estas víctimas lejanas y ajenas a su civilización? Aunque fuera así; aunque los periódicos tuvieran la intuición de que estas víctimas importan mucho menos a sus lectores que las 'nuestras', las de Occidente, su deber ético sería contarles la relevancia del atentado de Lahore. Ponerlo en contexto. Explicar que todas las vidas, las de aquí y las de allí, valen lo mismo.

Muchos periódicos no han sabido sobreponerse a esta ola de egoísmo europeo. Han decidido seguir la corriente, como tantas otras veces, y esta es una de las causas de su crisis de credibilidad. Han aplicado el criterio de 'proximidad' geográfica e identitaria y han olvidado la 'proximidad' del sufrimiento humano. Lo mismo ocurre con la crisis de los refugiados. La impotencia de los gobiernos de los Estados, el silencio de muchos periódicos y la aparente pasividad, cuando no rechazo, de parte de la opinión pública ante la tragedia de los refugiados reflejan una crisis de valores a escala europea.

Crisis de modelo. ¿Qué es la portada de un periódico? La página donde los responsables editoriales del diario comunican a los lectores aquello que es más importante, relevante. Aquello que el lector debe saber, necesita saber. Y además, con noticias jerarquizadas en orden de importancia, desde la apertura al faldón, la columna o la imagen central. ¿O, por el contrario, es la portada un cartel de propaganda al servicio de intereses más o menos inconfesables? Un cartel cada vez más lánguido en los kioscos, pero que alcanza su verdadera proyección en las pantallas de la televisión, en la red, o en los resúmenes de radio.

Las portadas de algunos periódicos ya no pueden ser consideradas como expresión del periodismo, si no de propaganda en favor de unas determinadas opciones ideológicas. ABC o La Razón son el paradigma, pero es un mal generalizado y en los diferentes ecosistemas mediáticos de España encontramos ejemplos parecidos. Antes no pasaba nada, existía impunidad, pero hoy los periódicos que silenciaron el atentado de Lahore tienen que aguantar durante veinticuatro interminables horas el oprobio de ver como las redes, e, incluso los telediarios, reflejan la conmoción por una tragedia que no supieron, o no quisieron, valorar.

Una nueva época. La mayoría de los periódicos decidieron que el atentado de Lahore no era relevante. Pero el paradigma ha cambiado. Una parte importante de la sociedad ya no pone su visión del mundo en manos de un periódico, sino que configura su propia percepción de la realidad a partir de múltiples fuentes. Son los ciudadanos quienes eligen qué deben saber y cuándo; la jerarquía de los hechos y, especialmente, su trascendencia y relevancia para sus vidas.

Los periódicos vivieron durante doscientos años en una torre de marfil, desde la que establecían la jerarquía de los hechos, fijaban opiniones, decidían qué salía a la luz pública y qué no. Tenían el poder. Encarnaban la opinión publicada que configuraba, después, la opinión pública. Pero todo esto es historia. Hoy la opinión publicada y la opinión pública se han transformado en la opinión compartida. Y para muchos ciudadanos el atentado de Lahore sí fue relevante. El día 28 de marzo del 2016 no fue un buen día para la prensa escrita. Fue un día en el que se agrandó la brecha entre los diarios y una parte cada vez más importante de la ciudadanía.

Las preguntas decisivas. Si la audiencia encuentra en la red, o en medios alternativos, los valores que ya no descubre en las portadas de los periódicos ¿por qué los jóvenes deberían incorporarse un día a la lectura de los diarios que ordenaban la visión del mundo a sus padres y abuelos? ¿Para qué los necesitan si no establecen la trascendencia que una sociedad democrática necesita desde el punto de vista ético?

Los periódicos tal como los hemos conocido son, o pueden ser, unos magníficos instrumentos para comprender la realidad. Durante más de doscientos años, generación tras generación, los ciudadanos han confiado en los periódicos. El papel era, y es, un soporte excelente para establecer la jerarquía y la relevancia de las noticias. Todos los periodistas que hemos trabajado durante muchos años en las redacciones de los periódicos de papel sentimos nostalgia del pasado y tristeza ante los augurios del fin de la prensa escrita. Pero la gran pregunta es si los periódicos hicieron, y hacen, un buen uso de este inmenso caudal de confianza que los lectores depositaron en ellos.

El factor humano y la esperanza. Las portadas del 28 de marzo reflejan una crisis de los periódicos como instituciones y de sus cúpulas. No reflejan una crisis del periodismo porque estos mismos diarios acogen a muchos periodistas que, hoy, seguro comparten buena parte de estas reflexiones. Precisamente, durante estos largos años de crisis de la prensa escrita, han sido las voces libres las que han salvado el periodismo, mucho más que los medios como instituciones. Periodistas que han ido a contracorriente, incluso de sus propias empresas, y han mantenido, mientras les fue posible, sus 'burbujas de libertad' dentro de las redacciones. La esperanza de regeneración está en el 'factor humano' y también en los periódicos que son referentes globales.

No es casualidad que tres de los periódicos que valoraron mejor la noticia del atentado de Lahore fueron The New York Times, The Washington Post y The Guardian. El 28 de marzo fue un mal día para la prensa escrita de España y de Europa, quizás porque tampoco corren buenos tiempos en España y en Europa. Porque, ensimismados en los intereses y los problemas propios, ni la prensa ni las instituciones son capaces de enfrentarse a los retos verdaderamente relevantes y trascendentes.

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