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Es una victoria en toda regla de la sociedad frente al poder. Es el final de la dramática soledad de las víctimas de los desahucios. Es el resultado de la lucha de unos pocos que, a contracorriente, lograron romper todas las barreras de silencios. Resistieron los desahucios hasta que la mayoría se dio cuenta de la tragedia que afectaba a miles de familias. El grito de la minoría se convirtió en un clamor. La prensa y las televisiones que durante años miraron hacia otro lado no tuvieron más remedio que reflejar la tragedia.
Y los diputados escucharon, por fin en sede parlamentaria, la voz entrecortada de Ada Colau, el alma de este largo combate. Sus palabras fueron duras y contundentes, pero en el fondo los parlamentarios sabían que reflejaban el sentimiento de una mayoría social. Este convencimiento es el que ha doblegado a los grupos políticos reacios a aceptar la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) a favor de la dación en pago. El PP tenía la mayoría absoluta para rechazar la propuesta y esta era su intención hasta el último momento. Pero no tenía la mayoría moral. Atrapado por los presuntos casos de corrupción y enfrentado a una ola de solidaridad con los desahuciados, el partido del Gobierno no se vio con fuerzas para dar un “no”.
En la historia de la democracia española, existe un antes y un después de la histórica sesión del Congreso del martes 12 de febrero del 2013. Nunca hasta ahora, una reivindicación que, hace sólo unas semanas, parecía una utopía se abría paso con el voto de toda la cámara. La presión de la sociedad en favor de una causa justa ha derribado intereses intocables. Y es un precedente histórico porque es la victoria de la movilización ciudadana frente a las inercias y complicidades de los poderes políticos y económicos. Desde la noche del martes, los partidos políticos y las grandes corporaciones saben que deberán estar más atentos a las reivindicaciones que surgen de la sociedad.
Aquellos que despreciaron el movimiento del 15-M y a la izquierda minoritaria que le dio apoyo saben ahora que muchas de sus reivindicaciones eran justas y sensatas. Tanto, que han logrado el respaldo de la mayoría social. El martes 12 de febrero se ha abierto el camino a la dación en pago, una de sus grandes banderas. Pero seguirán muchas más porque España, y Catalunya, necesitan una profunda regeneración democrática y en aquellas asambleas callejeras de hace casi dos años se escuchaban muchas ideas y propuestas que hoy son ya una urgencia histórica.
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Es una victoria en toda regla de la sociedad frente al poder. Es el final de la dramática soledad de las víctimas de los desahucios. Es el resultado de la lucha de unos pocos que, a contracorriente, lograron romper todas las barreras de silencios. Resistieron los desahucios hasta que la mayoría se dio cuenta de la tragedia que afectaba a miles de familias. El grito de la minoría se convirtió en un clamor. La prensa y las televisiones que durante años miraron hacia otro lado no tuvieron más remedio que reflejar la tragedia.