Òscar Camps (Barcelona, 1963) no descansa ni un minuto. Acaba de volver de alta mar porque el tiempo no le permitía salir a rescatar migrantes. “Para estar ahí de brazos cruzados, me vengo a Barcelona y adelanto trabajo”, sostiene antes de empezar la entrevista y tras escaparse en un par de ocasiones a atender llamadas telefónicas.
Antes de 2015 Camps era un desconocido para la opinión pública. Su implicación en el rescate de migrantes en el Mediterráneo, sin embargo, le ha convertido en una de las voces más potentes de Europa a la hora de denunciar lo que ocurre en un mar que ya se conoce como el “mayor cementerio del mundo”. En esta entrevista, Camps analiza la última década y cómo le ha cambiado la vida tras ponerse a salvar vidas de migrantes en alta mar.
¿Hace diez años usted tenía una empresa de socorristas, era una persona desconocida para la opinión pública… Cómo se imaginaba que sería Òscar Camps en 2019?
Sinceramente, no me hubiera imaginado jamás estar en la situación actual.
¿Qué vinculación tenía entonces con las organizaciones humanitarias?
Hace 10 años ninguna. Aunque provengo de Cruz Roja, que es como la madre que nos parió a todos y la mayoría de gente que me he cruzado en este camino ha tenido una etapa en esta entidad. Con ellos había hecho cooperación internacional en el Sahara, donde estuve en un proyecto de ayuda humanitaria y adquirí algo de experiencia. Pero poco más.
En 2009 llegaron a nuestras costas a bordo de pateras unas 7.400 personas, la cifra más baja desde 1999. ¿Estamos peor que hace 10 años?
Creo que no es una cuestión de estar mejor o estar peor. Es una cuestión temporal, donde inciden muchos factores para que un flujo migratorio tenga más presión o menos en España. Ahora, por ejemplo, están volviendo a subir y Canarias ha doblado el número de pateras, pero hace unos meses era Grecia el país que sufría mayor presión migratoria.
En 2015 se planta en Lesbos con 15.000 euros y voluntad de fundar una ONG.
Vimos la foto de Aylan y eso fue un desencadenante. Dije, coño, estoy en la playa buscando niños perdidos y atendiendo picaduras de medusas mientras hay gente muriendo sin ningún auxilio en el Mediterráneo. Dije, quiero ir, algo hay que hacer. Además el 15 de septiembre acaba la temporada en España. Teníamos una nave de 3.500 m2 con ambulancias, lanchas, más de 100 desfibriladores, 400 walkies... Todo el material necesario para cubrir centenares de kilómetros de playas de máxima afluencia que iba a estar durante ocho meses en una nave cerrada. Empezamos a ofrecernos a todo el mundo: Gobierno, Diputación, Ministerio de Asuntos Exteriores, al embajador español en Grecia... Pero nadie nos respondía.
Yo me iba a comprar un velero de segunda mano que valía unos 15.000 euros y tenía ese dinero. Al final dije: creo que me los voy a gastar en eso. Nos plantamos por nuestra cuenta en la isla de Cos, en Grecia, y nos empezamos a ofrecer a los que ya estaban llevando a cabo tareas de rescate, pero es que no estaban haciendo prácticamente nada: nos presentaron a los guardacostas, que nos miraron como un bicho raro y nos fuimos al norte de la isla a verlo con nuestros ojos. Al minuto uno de llegar, mi compañero Gerard ya estaba rescatando migrantes vestido.
¿Cómo lo lleva su familia?
Mi familia, que me empujó en un inicio a hacerlo, luego ya no lo veía tan bien. Cuando se dilató la cosa en el tiempo y pasó el primer año, ya no hacía tanta gracia. También el impacto emocional es importante, las consecuencias del estrés post traumático que hemos sufrido y que sufrimos son importantes. Nos desajustan a todos los niveles y lo estamos pagando ahora. La situación es difícil, especialmente desde que empezó toda la persecución de la extrema derecha: las llamadas a tu madre, gente que te vigila en la calle, que te raya el coche, te pinta una esvástica o te amenaza de muerte en redes sociales…
¿Y usted? ¿Cómo ha cambiado desde que empezó a rescatar?
Hostia, no lo sé. Supongo que he cambiado mucho porque en mi entorno ha repercutido mi actividad. Estamos hablando de vidas y de ver morir a muchas personas... La huella que te deja en tu personalidad y en tu subconsciente lo que has visto y sufrido, no te das cuenta en el momento sino a medida que va pasando el tiempo. Ves cómo cambias, cómo te relacionas de manera distinta o cómo has perdido el interés por ciertas cosas. Quizás también la edad... Pasar de los 55 años hace que también haya perdido la vergüenza y me importe un carajo decir las cosas como las pienso. La verdad es que tenemos una generación de políticos que son impresentables.
¿Conoce el síndrome del caballero blanco?
No ¿qué es?
Define a esa persona con una necesidad casi compulsiva por salvar, ayudar y solucionar los problemas de los demás.
Yo le dediqué mucho tiempo al socorrismo, pero cuando descubres que mueren miles de personas ignoradas en algún rincón del mar te preguntas ¿qué hago aquí si me he preparado para esto? Después te das cuenta de que mueren por una inacción deliberada, porque algunos países incumplen una serie de convenios internacionales. Entonces pasas de ser socorrista y te conviertes en un activista para defender unos derechos que son los míos también. Tengo cuatro hijos ¿qué mierda de sociedad les vamos a dejar?
Catalán del año en 2016, Creu de Sant Jordi en 2018, Medalla d’or del Parlament en 2019, entrevistas en los medios, visitas de famosos a su barco… ¿La vanidad le llega incluso a una persona que se dedica a rescatar migrantes en el mar?
Sí. Y el ego también. Laura [la responsable de comunicación de Open Arms] me dice que el ego crece y que es directamente proporcional a los premios que le dan a uno. Yo no me doy cuenta pero supongo que sí.
Al empezar a ser una persona reconocida también se convirtió en el blanco de algunas críticas: desde buscar un exceso de protagonismo hasta de no tener en buenas condiciones a los trabajadores de su empresa. Se le ha acusado incluso de generar un efecto llamada.
Lo que más me molesta es que digan que no he respetado a mis trabajadores cuando la compañía tiene 20 años, no es una actividad lucrativa, los ayuntamientos pagan tarde mal y nunca, perdemos dinero constantemente con esta actividad y estamos peleando para que haya un convenio colectivo que nos represente… Hemos peleado tanto por esto que algunos sindicatos incluso se han sentido molestos porque el protagonismo lo hemos llevado nosotros. Con mi trayectoria ya es suficiente para tumbar todas estas acusaciones. Si el lucro hubiera sido mi interés no me hubiera dedicado a intentar profesionalizar una actividad de voluntarios. Ni a ir a rescatar personas que lo necesitan. Estaría en otro negocio. Que me digan que soy egoísta o narcisista o que busco protagonismo me da igual. Depende de donde venga la crítica incluso me siento orgulloso.
Más de 18.000 muertos en el Mediterráneo durante la anterior legislatura europea. Usted lo ha llegado a comparar con el holocausto.
Sí, claro. Tiene bastantes similitudes. Lo único es que Europa ha aprendido del holocausto: ya no los matamos en territorio europeo, los matamos fuera. Es lo mismo. De la misma manera que no se puede decir que en Alemania nadie sabía nada de lo que estaba ocurriendo, nosotros no podremos decir dentro de 25 años que no sabíamos lo que estaba ocurriendo en el Mediterráneo, cuando estamos dejando morir por inacción deliberada, no hay ninguna operación ni civil ni militar de salvamento, se han retirado todos los efectivos que había… Han convertido el Mediterráneo en Mauthausen.
El mayor cementerio del mundo.
Ellos creen que la muerte disuadirá a los demás de venir. Y se ha creado una corriente de opinión -en la burbuja blindada con aire acondicionado en la que viven los políticos, donde no huele a muerto ni a patera- en la que parece ser que en el Mediterráneo tres, cuatro o cinco barcos humanitarios pueden generar un efecto llamada sin tener en cuenta que esta gente huye de la esclavitud, de la violencia y de la pobreza en sus países. No tienen en cuenta que en esa zona del Mediterráneo navegan 97.000 barcos mercantes al año. ¡Eso es una puta autopista de barcos y resulta que el problema son cuatro barcos de ayuda humanitaria!
Buena parte de la clase dirigente de este país cree que somos un problema cuando lo que hacemos es salvar vidas. Se nos bloqueó el barco seis meses y murieron 400 personas. En su libro, el presidente del gobierno dice que se siente orgulloso de haber salvado 600 personas del Aquarius. Cuando edite la segunda edición, que diga que se siente dolido por haber contribuido a la muerte de 400 bloqueándonos el Open Arms.
Ha llegado a asegurar que Pedro Sánchez es peor que Salvini cuando se trata de asistir a migrantes.
Claro, fue él quien nos amenazó con la multa de 900.000 euros, antes que Salvini. Fue él quien utilizó toda la maquinaria administrativa que tenía a su alcance para intentar bloquear un barco como el nuestro.
¿Ha tenido ocasión de hablar con él?
Lo conocí durante sus primeros 100 días, cuando hizo lo del Aquarius. Le pedí tomar un café para hablar tranquilamente con él. Había tenido mucha relación con el Gobierno anterior, con diversos ministerios porque la situación era complicada en el mar. Y había esa interlocución: con Interior, con Fomento, con Justicia… pero de golpe perdimos el contacto con el Gobierno español
¿Hay peor relación con Gobierno de Sánchez que con el de Rajoy?
Sí. Por supuesto. Aunque siempre hemos tenido comunicación con el ministerio de Fomento que es de quien depende la marina mercante.
Cuando Sánchez llegó al poder parecía que iba a mejorar la actitud del Gobierno hacia los migrantes...
Creo que al inicio Pedro Sánchez quiso mostrar aperturismo y progresismo en el tema de las migraciones, pero luego recibió un revolcón importante de la Comisión Europea porque no era lo que tocaba. A partir de ese revolcón la emprendió con todo lo que suponía mediatizar lo que estaba ocurriendo en el mar y de ahí la intención del Gobierno de silenciar los rescates en el sur de España, de silenciar las redes de salvamento marítimo, de bloquear el Open Arms, de generar una corriente de opinión menos buenista, de poner en duda nuestra credibilidad…
El gobierno español se anticipó al italiano a la hora de amenazarnos con sanciones millonarias, bloqueos que pretendían hundir la organización económicamente y generar corrientes de opinión negativa hacia nosotros para que los donantes dejaran de apoyarnos. Que todo el mundo saque sus propias conclusiones. Nosotros actuamos con plena conciencia y hasta el final y las consecuencias saldrán y pondremos nombres y apellidos en el tribunal de La Haya.
Usted ha estado rescatando migrantes en el mar mientras aquí pasábamos por uno de los momentos políticos más complicados de las últimas décadas. ¿Cómo se ve el procés desde alta mar?
No nos da tiempo de verlo. Para nosotros el procés era un competidor mediático que llenaba todos los noticiarios. Mientras tanto, estábamos rescatando cadáveres y apenas se hablaba de nosotros. Para nosotros era una cortina de humo que estaban usando los Gobiernos para sus respectivas campañas electorales. El procés parecía que lo cubría absolutamente todo con un manto de patriotismo por los dos lados. Cuando estás en medio del mar con conflictos, con problemas, con un barco que tiene 47 años, cuando no llegas a final de mes para pagarlo todo, de lo que menos te preocupas es del procés. Que se sienten y que hablen.
¿Cuál ha sido el peor momento de la última década?
El peor momento de la última década…[piensa durante unos largos 30 segundos]. Fue el naufragio del 28 de octubre de 2015. Eso fue lo peor. [En ese naufragio murieron 200 personas].
¿Y el mejor?
Lo mejor no sé qué decirte... Lo mejor fue Josefa, la chica de Mallorca. Josefa es un milagro. Pero con todas las letras. [A Josefa, una mujer camerunesa, la encontraron en julio de 2018 boca abajo, aferrada a una tabla de madera en la que había luchado por mantenerse con vida durante dos días en el mar.]
¿Dónde se ve Òscar Camps en 2030?
¡Incinerado supongo! [Ríe]. Se están cayendo muchos amigos, parientes… estoy viendo como el cáncer se los lleva a todos y en cualquier momento me va a tocar. El riesgo que tengo es tan alto en todos los sentidos… A veces me rio de algunos tuits que hacen algunos famosos. Les llaman idiotas y se quejan de que les insultan, cuando nosotros tenemos amenazas de muerte en cinco idiomas. El riesgo de que pasen cosas es muy alto.