Bajo la ovación de las cerca de 200 personas asistentes, se cerraba la presentación de la experiencia de la fábrica ocupada y autogestionada Zanon, el pasado 14 de mayo en el Casal de Barri del Pou de la Figuera de Barcelona. Su relator, uno de sus protagonistas, el obrero ceramista, Raúl Godoy.
Antes y después de la presentación, no pude evitar preguntarme ¿Qué ocurrió en Argentina para que esto ocurriera? ¿Es esto posible aquí? Sin buscar mucho encontré que, dejando al margen las colectivizaciones obreras de la guerra civil, en Cataluña también se han dado procesos de recuperación de fábricas en épocas de crisis. Algunos de ellos, como Numax (1977), Mol-Matric (1981) o Mec 2010 (2009) ampliamente difundidos. Más allá de la anécdota de la experiencia concreta, lo interesante de esto tal vez sea profundizar un poco en los elementos en común y en las diferencias del contexto y del momento.
Argentina 2001: “Que se vayan todos”.
El país se encontraba en el abismo social, en caída libre desde el punto de vista económico, con el corralito para los ciudadanos de a pie (los grandes capitales ya se habían fugado del país), con la incapacidad de las administraciones de hacer frente a sus pagos, con la destrucción de empleo de forma masiva, con la aparición del hambre entre la población de las ciudades, pero también con la eclosión de miles de iniciativas ciudadanas que intentaban dar respuesta a las necesidades básicas desde la autoorganización. Algo impensable o ciencia ficción en aquel momento para nosotros, primer mundo, tanto desde el punto de vista económico, como desde el punto de vista de autoorganización ciudadana, hoy un horizonte que nos puede parecer posible, o que de hecho ya lo es a menor escala.
En Argentina miles de fábricas cerraban, unas 2000 en todo el país. La lucha de sus trabajadores se articulaba para conseguir compensaciones a los despidos, intentar salvar los puestos de trabajo o lograr que el control y gestión de estas fábricas pasase a manos de sus trabajadores para continuar produciendo y evitar el cierre. Este último fue el caso de Zanon y de unas trescientas fábricas. A su vez aparecían los movimientos de trabajadores desempleados y piqueteros que cortaban las carreteras de todo el país para conseguir planes de empleo y subsidios sociales.
Los trabajadores de Zanon tuvieron éxito; tras meses de ocupación consiguieron la fábrica. Las decisiones en cuanto a la gestión y organización del trabajo, claves para subsistir o fracasar, pasaban a estar supeditas a la asamblea de trabajadores, unos 250 en aquel momento, hoy 300.
Zanon era la lucha de todos. Incluso los indígenas mapuches llegaron a poner a disposición de los obreros la arcilla de sus tierras en un periodo de bloqueo de proveedores impulsado por la patronal.
Por ello la victoria de Zanon no fue sólo una conquista obrera, sino también ideológica y política en toda regla. El imaginario de los trabajadores no sólo era producir, sino impulsar un Plan de Obras Publicas en toda la zona, que aunque no fue posible, no supuso su renuncia a retornar la solidaridad recibida. El retorno se dio en forma de donación de materiales de construcción y de soporte a las otras luchas, de estudiantes, de funcionarios, de desempleados.
Cataluña 2013: “No nos representan” y “junt@s podemos” No nos representan
Según la Federación de cooperativas de Trabajo de Cataluña, teniendo en cuenta que no todos los casos pasan por esta, en estos tres últimos años de crisis no serían más de una treintena los colectivos de trabajadores que se han aproximado a su servicio de acompañamiento para la creación de cooperativas, ya sea provenientes de ERE, cierres o jubilaciones de propietarios.
La motivación de la mayoría de estos casos responde al hecho de “o nos la quedamos o no hay nada”, más que una opción ideológica claramente autogestionaria o de conciencia de clase trabajadora, como sí pasó, según los testimonios, en los años 70 y 80.
Joan Lluís Jornet, abogado laboralista jubilado, actualmente miembro activo de la Xarxa d’Economia Solidària (XES), acompañó años atrás muchos procesos de este tipo. Él dice que además de los obstáculos legales, que no son pocos, los trabajadores tenemos un problema muy importante que dificulta este tipo de experiencias: no se nos ha educado para cooperar y confiar, sino para competir y desconfiar. Ese es uno de los motivos por los cuales el quedarse con la empresa no forma parte del imaginario de quienes van a perder su trabajo. Según mi opinión, hay un problema igual de importante: tampoco se nos ha educado para ser autónomos, sino más bien para delegar (la educación de nuestros hijos, nuestra salud, la reivindicación de nuestros derechos, la resolución de nuestros conflictos laborales y un largo etc.).
Las cosas están cambiando, y aunque no se recuperen empresas, hoy oímos hablar mucho más de autogestión que hace unos años. Como también sucedió en Argentina, se están multiplicando en nuestras ciudades los proyectos e iniciativas autogestionadas por los ciudadanos. Huertos urbanos, redes de intercambio, proyectos de educación compartida y educación libre, cooperativas de consumo, grupos de soporte y ayuda mutua, proyectos productivos de economía solidaria, iniciativas de producción agroecológica y mucho más. Parece pues que vamos adquiriendo más autonomía y más confianza mutua.
Sería ingenuo pensar que todo se ha creado de la nada. El 15M, la crisis estructural y la existencia de experiencias previas referentes han sido, en muchos casos el sol, la tierra, y el agua, que han hecho brotar estas iniciativas. Hace pocos años se veían como anecdóticas; hoy intentan ser copiadas por las administraciones locales para dar respuesta a una situación que les desborda.
La cooperación y la autoorganización son posibles y están creciendo; y el contexto político, social y económico parece que va a continuar ayudando a consolidarlas. Porque cooperación y autoorganización responden a inquietudes personales que van más allá de la mera obtención de un salario, que anteponen la realización personal a la alienación por más sueldo. Las relaciones se construyen entre iguales y los promotores de las ideas también trabajan en su desarrollo.
En definitiva, buscando satisfacer necesidades básicas de la vida se están generando respuestas colectivas a la crisis; respuestas que, ya sea por la forma de organizar la actividad, ya sea por el producto que se genera con ella, nacen con la voluntad de contribuir al cambio del sistema económico y político.
Y es que hay quienes no se han dado cuenta que, desde la primavera del 2011, junto al tan criticado “no nos representan” (ningú no ens representa) también se alzaban los carteles de “Junt@s podemos” (juntes podem); y hoy, aunque falta mucho por recorrer, el ¡Si se puede! también forma parte de nuestra realidad.