“Hemos enviado a Artur Mas a la papelera de la historia”, proclamó a principios de enero el diputado de la CUP, Benet Salellas, el día después de que los anticapitalistas consiguieran el paso al lado del expresident. La frase ha hecho fortuna, pero Artur Mas se resiste al olvido seis meses después. El expresident tiene presencia diaria en la campaña electoral de Convergència pese a que, a diferencia del 20-D, ya no tiene una Generalitat que mantener. Despojado del aura institucional que le acompañó en los últimos años, Mas y el candidato de CDC a estas elecciones, Francesc Homs, han empezado la campaña con críticas contra sus teóricos aliados independentistas. El discurso potencia el lado más conservador de los convergentes, que se reivindican como el partido independentista de orden que nunca debería haber caído en la tentación revolucionaria de la CUP.
Pese a que no se presentan a las generales, los anticapitalistas ya fueron uno de los blancos de los ataques de Francesc Homs durante la campaña del pasado mes de diciembre. La rotura del pacto entre Junts pel Sí y la CUP tras el 'no' cupaire a los presupuestos ha elevado el tono de la vieja guardia convergente. “¿Tan difícil era que esta gente [en referencia a la CUP] hiciesen alguna cosita por el país, por su presente y su futuro? ¡Nos la han jugado!”, sentenció Mas en una bronca intervención de apertura de campaña el pasado jueves. Con mayor o menor intensidad, las críticas a la CUP se han sucedido en todos los actos.
Homs ha ido más allá este lunes y ha cargado contra la Assemblea Nacional Catalana (ANC), algo insólito hasta ahora. “Cada vez hay más cosas de la ANC que me cuesta entender”, ha dicho Homs en referencia al referéndum unilateral de independencia propuesto por los cupaires para unir los puentes dinamitados con Puigdemont y que la ANC someterá a consulta de sus bases.
La compañera de la CUP en las críticas de Homs es ERC, el partido que pugna con Convergència por la hegemonía del independentismo. El líder convergente ha afeado a los republicanos su “condescendencia” con los anticapitalistas “para arañar unos cuantos votos” el 26J. Rufián (ERC) le ha replicado en tono conciliador: “Todo el mundo es imprescindible, sin lo que representa CDC o la CUP el proceso no se hará”.
Si se repiten los resultados del 20D, cuando ERC superó por 30.000 votos a CDC, la influencia de los republicanos en la nueva hoja de ruta soberanista una vez roto el pacto de enero con la CUP puede ser mayor. “Para mi la hoja de ruta como objetivo político continúa siendo vigente”, ha dicho Homs. Los planes de Puigdemont pasan por acercarse a los partidarios del derecho a decidir en la nueva etapa del proceso independentista abierta tras la rotura del pacto JxSí-CUP.
Después de criticar a la CUP, durante el fin de semana Mas apeló directamente al voto de “la buena gente de Unió Democràtica”, el partido conservador con el que los convergentes rompieron su histórica alianza precisamente porque los democristianos rechazaron la vía independentista. Cualquiera de los 64.726 votos de Unió el 20-D (las deudas les han impedido presentarse ahora) puede ayudar a romper los pronósticos de batacazo electoral convergente: el CIS daba a Convergència 6-7 escaños, uno o dos menos que en diciembre. Un sondeo este lunes de El Periódico hundía a los convergentes hasta los 5-6 diputados. En 2011 la CiU encabezada por Duran i Lleida logró 16.
Atacar por todos los frentes y marcar perfil por la derecha se ha convertido en la respuesta de Convergència a las malas encuestas. El partido está en plena refundación. Su rumbo ideológico se marcará en el decisivo congreso de julio, pero de momento su campaña del 26-J se caracteriza por su acento conservador, ante el atasco del carril izquierdo con En Comú Podem, ERC y PSC. En una comida en el Círculo Ecuestre, símbolo de la Barcelona de clase alta, Homs afeó la semana pasada al resto de partidos “estar más pendientes de los subsidios que de crear las condiciones favorables para crear puestos de trabajo”.
El imaginario convergente del trabajo bien hecho y, en especial, en favor de Catalunya, ha vuelto con fuerza después de la operación de tinte socialdemocrática de Junts pel Sí. “Hay gente que sólo se queja y nosotros plantamos cara. Y es que los convergentes de les pedres en fem pans [expresión catalana similar a 'hacer de la necesidad virtud']”, dijo Homs el sábado. La exaltación de la obra de gobierno convergente, incluida la de Jordi Pujol, y de la consulta del 9-N son una constante en la campaña. Los fantasmas a los que también apelan Mas y Homs son viejos –el tripartit– y contemporáneos –la CUP–.
Los lemas convergente de campaña (“Hechos para Catalunya”; “Mucho por defender”) son clásicos y alejados de las ideas de cambio que venden los partidos de la izquierda. Lo había avisado el propio Homs en precampaña: “Será la campaña más convergente de la historia”.
El espacio Puigdemont
¿Dónde queda el president en esta campaña? En contraste con las formas duras de Mas, el president de la Generalitat, Carles Puigdemont, se colgó este viernes una guitarra eléctrica y tocó junto al popular grupo Sopa de Cabra en un auditorio ante más de 3.000 personas. El president marcará su propia hoja de ruta en la cuestión de confianza de septiembre: será su particular sesión de investidura, ya que cuando fue proclamado president en enero su programa de gobierno era el de Artur Mas.
Fuentes parlamentarias interpretan los distintos tonos y formas de Mas y Puigdemont dentro de la estrategia del segundo para “enriquecer” el proceso soberanista e intentar atraer a fuerzas como Catalunya Sí que es Pot o a los comuns de Ada Colau una vez roto el pacto con la CUP. Todo dependerá del resultado del 26-J y de las posibilidades que tenga Unidos Podemos de que el referéndum no se caiga de los pactos postelectorales.
Pocos esconden ya su predisposición a la Convergència que simboliza el exalcalde de Girona. “La Convergència que representa Puigdemont es diferente que la de Mas”, valoraba la diputada de la CUP, Eulàlia Reguant, en una entrevista con este diario. Y es que hay dudas de que un Mas enfurecido contra las fuerzas de izquierda, casi omnipresente en los medios, asqueado por la pérdida de la presidencia y con intenciones de mantener el control sobre Convergència sea el empujón que el independentismo necesita tras el resultado insuficiente del 27-S.