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La Diada más larga: tres días de protestas masivas en Barcelona por la operación contra el 1-O

Sólo por las Diadas. Miguel se había movilizado los últimos años sólo por las Diadas. Hasta el pasado miércoles. Con cerca de 70 años, Miguel desayunó a mediados de esta semana con las detenciones de catorce altos cargos de la Generalitat. Indignado, llamó a tres amigos y bajaron a la calle. Se pasaron más de doce horas ante la sede de la conselleria de Economía. “Ni por la Diada, tantas horas”, ríe al día siguiente ante el Arc de Triomf. Como él y sus amigos, fueron miles los que se manifestaron por primera vez fuera del 11 de septiembre por el derecho a decidir.

La operación del Estado contra el 1-O que se gestó este miércoles hizo escalar la movilización. Personas de todos los pelajes protestaron de forma masiva y pacífica. La espontaneidad de las primeras horas ante la sede de la conselleria de Economía de la Generalitat recordó incluso a la Diada de 2012, la que desbordó toda previsión, rompió moldes y dio el pistoletazo de salida al Procés. La calle volvió a dar un empujón al independentismo. Esta vez, el pastiche cobró vida bajo una consigna inequívoca: “Votarem”.

Pese a lo conflictivo del día, un miércoles laborable, con el paso de las horas la intersección de Rambla de Catalunya y Gran Vía se convirtió en un hormiguero. Los primeros en llegar, los mayores y los jóvenes. A mediodía ya eran miles –de todas las edades– los que habían salido del trabajo y se habían concentrado ante la conselleria.

Los hubo que incluso se acercaron a la hora de comer y, tras contemplar la protesta, ya no volvieron al tajo. Marc, de 27 años, está a favor de la independencia pero no había asistido a manifestaciones en favor de la secesión, como las últimas Diadas. Esta vez fue diferente. “Hay que responder en la calle”, aseguraba el joven. Mientras pronunciaba las palabras, Marc desentonaba en su grupo: no llevaba ninguna senyera ni zamarra del 'sí'. El outfit general estos días de protesta en Barcelona.

La llamada de la ANC y de Òmnium Cultural a la movilización convirtió en intransitable la concentración a primera hora de la tarde. Sin quererlo, tras la 'Vía Catalana' (2013), la 'V' (2014), la protesta en la Meridiana (2015) y la manifestación descentralizada (2016), el 20 de setiembre se había convertido en una nueva imagen para recordar. Así lo recogió la prensa internacional. Las protestas en Barcelona tuvieron réplicas en varias ciudades catalanas y también recibieron solidaridad desde Madrid.

Con la entrada en escena de la ANC y Òmnium llegó la organización, y los voluntarios. Y las ensaladas y las aguas. Y la megafonía. Y Txarango y su canción por la independencia. Sólo cuando los presidentes de dichas entidades decidieron desconvocar la protesta, ya entrada la madrugada y con el objetivo de seguirla al día siguiente ante la sede del TSJC por la liberación de los altos cargos de la Generalitat, hubo algo de descontrol.

Los tres coches de la Guardia Civil que durante el día lucieron con claveles y adhesivos de “democracia”, en la noche acabaron con los vidrios rotos. Por ello, la Fiscalía ha tildado a Iñaki, a sus amigos, a Marc, y a los miles de concentrados bajo el “votarem”, de “turba”. Y ha considerado estos hechos como sedición. Hacia las 2 de la mañana, y con la policía que había elaborado el registro de la sede dentro, los Mossos cargaron puntualmente para dispersar la concentración, que murió totalmente con las primeras luces del día.

El signo de la segunda noche fue bien diferente. Ya ante las puertas del TSJC, hasta 60 tiendas de campaña montaron guardia improvisada. Hubo más jóvenes. Lo mismo pasó durante el día, que hasta 20.000 personas –de tez más manceba– secundaron a las entidades soberanistas. Llegaron a Barcelona desde más poblaciones que el primer día.

Jóvenes universitarios la mayor parte, pero también todavía más tiernos de bachillerato e instituto. Este fue el caso de los alumnos de ESO del Instituto Vila de Gràcia, que –como muchos de los que acudieron el jueves– hablaron con la directora y el profesorado, además de con sus padres, para sumarse a la protesta. “Ayer [por el miércoles] tuvimos un examen y no pudimos ir a la Gran Vía. No podemos votar, pero alguna cosa queremos hacer”, destacaba Emma, junto a un nutrido grupo de compañeros. “Nos queremos hacer oír igual”, añadía María.

Intercambios generacionales

Las músicas y los eslóganes han jugado un papel fundamental en los actos de la última semana. La mezcolanza de edades ha llevado a intercambios bidireccionales entre los concentrados. Así, los más mayores han vuelto a cantar 'La gallineta' de Lluís Llach, como ya hicieran en los últimos coletazos del franquismo; miles de personas nacidas más allá de 1975 también han entonado la mítica canción antirepresiva del ahora diputado de Junts pel Sí. 'Els segadors' también se ha convertido en el hilo musical de la capital de Catalunya las últimas horas.

A cambio, los más jóvenes han regalado nuevas consignas a las generaciones anteriores. Lluïsa, de 61 años, clamaba este jueves por primera vez, y junto a su nieta (brazos en alto), “las calles serán siempre nuestras”, un cántico emblema de la izquierda anticapitalista en la ciudad. También se convirtieron en transversales los eslóganes contra la policía: “Fuera las fuerzas de ocupación”, para la Guardia Civil; “No merecéis la senyera que lleváis”, para los Mossos d'Esquadra.

Dicha mezcla se ha convertido en el gran activo de las entidades soberanistas y del Govern para conservar la imagen pacífica del derecho a decidir de cara al exterior. Está por ver cuánta de esta transversalidad puede perdurar con el paso de las horas. Tras la liberación de los altos cargos detenidos el miércoles, la ANC dio por desconvocada este viernes la concentración en Arc del Triomf. Por lo que son los jóvenes los que vuelven a tener la batuta de la protesta a estas alturas: unos 400 universitarios ocupan el edificio antiguo de la Universidad de Barcelona.

Sea como sea, está previsto que las concentraciones sigan en los próximos días. Las entidades independentistas han vuelto a convocar manifestaciones este mismo domingo. Esta vez deslocalizadas: en las plazas de cada pueblo. Ese ha sido precisamente el gancho por el que el Ministerio de Interior ha tomado el control de los Mossos. “La revolución de las sonrisas”, transversal y pacífica, ha sido entendida por el Estado como un motivo de preocupación en materia de seguridad.