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La Generalitat entierra la Diada de Maragall y diseña una ceremonia a medida del independentismo

Vista general de la manifestación independentista convocada por la ANC con motivo de la Diada del 11 de septiembre del año pasado

Arturo Puente

“Hay que lograr que las instituciones puedan conmemorar la Diada Nacional desde una perspectiva de Estado, como ocurre en todos los países”. Estas palabras no son del año 78, y ni siquiera de los primeros gobiernos de Jordi Pujol, sino que fueron pronunciadas por Josep Bargalló, de ERC, siendo conseller en cap del primer gobierno de Pasqual Maragall en 2004. Una frase que revela que, pese a que hoy la celebración institucional de la Diada parece una tradición secular, en realidad tiene 15 años.

El 11 de septiembre es un día de alto voltaje político en Catalunya, lo que lo convierte en munición habitual para los partidos de todo signo. Por un lado, es el escenario de las manifestaciones independentistas, multitudinarias desde 2012. Por otro, entre la víspera y la noche siguiente se sitúan un reguero de actos con diferentes grados de institucionalidad, entre los que destacan la ceremonia organizada por la Generalitat la noche del día 10. Un evento, este último, que los contrarios al independentismo consideran que les excluye y a los que ya hace varios años que un importante segmento del Parlament no acude.

La ceremonia oficial de la Diada de este año volverá a celebrarse en la plaza Sant Jaume, como en 2018, después de que varios años se emplazara en el entorno del centro cultural El Born. Bajo el lema de “Volveremos”, la explanada que separa el palau de la Generalitat del Ayuntamiento acogerá un espectáculo en el que participarán decenas de artistas, bajo la dirección artística de Lluís Danés y la batuta musical de Xavi Lloses. Según la invitación oficial, “tendrá como ejes principales la reivindicación de la resistencia colectiva y la libertad de los presos políticos y exiliados”.

El PSC ha sido el último partido en anunciar que no acudirá a este acto, después de que también lo hicieran Ciudadanos y PP. “Nosotros no queremos una Diada secuestrada por una parte del país, ni queremos que otra parte del país no se sienta llamada a participar. Para nosotros, una celebración institucional y unitaria de la Diada es perfectamente compatible con la libre manifestación de cualquier partido o asociación ciudadana. Pero desgraciadamente, también en esta cuestión, el actual Govern de la Generalitat es incapaz de estar a la altura de su rol institucional”, han cargado los socialistas en una declaración publicada este lunes.

Mientras que Ciudadanos desde su nacimiento siempre ha rechazado celebrar la Diada del 11 de septiembre, tanto el PP como los socialistas catalanes han tenido una relación ambivalente con la conmemoración de la caída de Barcelona en manos de las tropas borbónicas. Fue durante el inicio del proceso independentista, especialmente en el año 2014 coincidiendo con la conmemoración del tricentenario, cuando los partidos constitucionalistas comenzaron a mostrar recelos respecto al acto institucional. El PSC, sin embargo, siempre ha acudido a la ofrenda floral al monumento a Rafael Casanova, pese a los silbidos que recibe por una parte del público.

Una idea de Maragall para solemnizar la jornada

La razón por la que existe un acto institucional tiene mucho que ver con los abucheos de los ciudadanos a ciertos partidos durante la tradicional ofrenda floral al hombre que dirigió la resistencia al asedio de Felipe V. De esta ofrenda, además, sí pueden rastrearse antecedentes, con intermitencia, desde 1897. Pero al filo del cambio de milenio, el acto, sin apenas organización institucional y de corte espontáneo, era aprovechado por algunos grupos para cargar contra los políticos, especialmente los contrarios al independentismo.

Por eso, ya desde antes de su llegada a la presidencia, Pasqual Maragall había abogado por cambiar el formato de la celebración. La oportunidad le llegó en 2004, cuando debió diseñar su primera Diada, y optó por una ceremonia totalmente nueva, civil y con una importante carga de solemnidad. El tono del acto puede resumirse en que logró reunir, sobre el mismo escenario, a Lluís Llach y Joan Manuel Serrat, y entre los asistentes a todos los partidos con representación además de la mayoría de sindicatos y entidades sociales.

Fue aquí, además, donde se instauró la tradición del paso de revista del president a los Mossos, para los que debieron de confeccionar a toda prisa nuevos trajes de gala. “Maragall ha conseguido dar forma al acto con el que su antecesor, Jordi Pujol, siempre había soñado”, relataba El País citando fuentes socialistas, con una frase que describiría un verdadero leitmotiv de aquel gobierno tripartito.

2014, año de la inflexión

Los gobiernos de Jordi Pujol apenas organizaban actos institucionales para la Diada. Más allá de dejarse ver en la ofrenda floral y el tradicional mensaje del president a los catalanes, durante varias décadas la celebración del 'Onze de Setembre' se realizaba de forma privada o con manifestaciones, modestas en participación, convocadas por las entidades y partidos independentistas. Como anécdota cabe recordar que en 1994 el coordinador general de IU, Julio Anguita, se convirtió en inesperado protagonista de la Diada al comparar a Pujol con el dictador Francisco Franco.     

Pero tras instaurar Maragall el acto cívico de la Generalitat, desde 2004 todos los gobiernos continuaron su tradición, primero José Montilla y después Artur Mas. Fue este último, dos años después de la primera gran manifestación independentista con motivo de la Diada y cuando se celebraba el tricentenario de 1714, quien decidió cambiar el emplazamiento, del parque de la Ciutadella, donde se sitúa el Parlament, a la mucho más icónica plaza del Fossar de les Moreres.

Según la leyenda romántica difundida por un famoso poema de Serafí Pitarra, en el Fossar se habría enterrado a los combatientes fallecidos en la batalla de la Guerra de Sucesión. Pero, modernamente, el Fossar era un lugar con claras connotaciones independentistas, el espacio en el que el movimiento secesionista más combativo llevaba celebrando décadas la Diada y todo un mensaje por parte de Mas a pocos meses de la consulta sobre la independencia del 9 de noviembre de aquel año.  

“Nosotros haremos los actos institucionales a los cuales se nos invita a ir a todos”, abrió fuego el PSC, anunciando que no tenía previsto acudir al acto en la icónica plaza independentista. “Nosotros no tenemos tradición de ir al Fossar. Nosotros vamos siempre a la estatua y a Sant Boi y es lo que haremos este año. Si el presidente ha decidido este año ir al Fossar nos parece magnífico”, aseguró entonces Miquel Iceta en declaraciones a TV3

Una ceremonia solo para soberanistas

Desde 2014 el acto ha cambiado de escenario varias veces. El año siguiente los actos institucionales se celebraron en la plaza Sant Jaume, pero no en la víspera del 11, sino un día antes para no interferir en la campaña electoral. Y es que, al escoger el 27 de septiembre para celebrar unas elecciones que se vendía como plebiscitarias sobre la independencia se había hecho coincidir la Diada con el inicio de la campaña.

La Diada volvería al barrio del Born, en 2016 y 2017, y de nuevo a la plaza Sant Jaume el año siguiente. Los que ya no regresarían nunca más serían los partidos constitucionalistas. Con el paso de los años la ceremonia oficial solo atrae a los soberanistas, esto es, los partidos independentistas y los 'comuns', que suelen acudir como representación institucional. Los de Ada Colau van a los actos oficiales, pero desde 2017, ya nunca a las manifestaciones convocadas por la ANC y Òmnium, por ser consideradas claramente independentistas.

Mientras, la ofrenda floral se mantiene con el formato de siempre. De hecho, el PSC no ha dejado de depositar su corona de flores ningún año, como tampoco lo ha hecho Unió y otros grupos de la antigua CiU. Y eso que los grupos que abucheaban y gritaban “botifler” a Maragall en el año 2004 tampoco suelen perderse la cita anual.

En los últimos tiempos, además, otro acto suele reunir a los sectores políticos de izquierdas, independentistas o no: el homenaje a Salvador Allende, asesinado también un 11 de septiembre, en la plaza que lleva su nombre en Barcelona. Allí se suele dar cita la alcaldesa con algunos miembros del PSC, de ERC, de la CUP y otros grupos, con una asistencia en auge desde 2015. Lo que quizás la mayoría de ellos no sabe es que tampoco en esto son innovadores. En el año 2003, cuando se cumplían 30 años del asesinato del presidente chileno, Maragall optó por pasar la Diada en Santiago de Chile y participar en el homenaje.

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