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Inés Arrimadas, la líder tenaz que dinamitó el bloque constitucionalista en Catalunya

“Por primera vez en Catalunya ha ganado un partido constitucionalista y ha sido Ciudadanos”, proclamó Inés Arrimadas la noche del 21 de diciembre, después de conocer que había obtenido 1.100.000 votos. La frase era toda una declaración de intenciones. La ganadora de las elecciones catalanas sabía que Pasqual Maragall había conseguido que el PSC fuera la lista más votada del Parlament en 1999 y en 2003, pero negaba a sus rivales socialistas desde el primer minuto el carné de defensores de la Constitución.

Inés Arrimadas, nacida en Jerez de la Frontera hace 37 años y tras solo dos al frente del grupo en Catalunya, se ha convertido en una política de enorme proyección más allá de las fronteras autonómicas. Así se demostró en las elecciones andaluzas, donde la presencia de la líder de la oposición en el Parlament fue constante y catapultó a su formación. 14 meses después de ganar las elecciones catalanas, este sábado ha anunciado su intención de presentarse a las generales, demostrando la rotunda apuesta de su partido por el 28 de abril.

Ciudadanos da por amortizada a su primera espada en Catalunya, que dejará el Parlament con los deberes hechos. Antes de que Rivera hiciera de azote del Gobierno de Pedro Sánchez, la jefa de filas catalana ya había dinamitado el bloque constitucionalista que, durante la pasada legislatura catalana, Ciudadanos, PSC y PP fraguaron en el Parlament. Como si se tratara de una precuela de lo que estaba por venir en el Congreso, el partido naranja optó por no hacer concesiones ni al PSC de Miquel Iceta, al que acusaba de connivencia con el independentismo, ni a un PP que se desangraba en Catalunya.

El grupo más grande del Parlament apostó por un discurso de máxima dureza, también contra sus potenciales aliados. Arrimadas se negó a participar en el “espacio de diálogo” impulsado por Iceta para sentar en una mesa a todos los partidos del Parlament, incluyendo los independentistas. También chocó con el PP a la hora de formar los grupos parlamentarios y las comisiones, en las que optó por favorecer lo menos posible la presencia de los populares. En sus iniciativas parlamentarias, Ciudadanos se ha decantado por exhibir dureza contra el independentismo antes que tratar de obtener el apoyo de los grupos no independentistas a sus propuestas.

La amarga victoria de 2017

La noche del 21 de diciembre de 2017, tras las elecciones autonómicas convocadas al amparo del 155, Ciudadanos celebró una victoria amarga. El más de un millón de votos les dejaban por encima del resto de partidos, pero el independentismo conservaba su mayoría en escaños. Con todo, lo conseguido por Arrimadas era una gesta. La catalana nacida en Andalucía conseguía ser la candidata más votada tanto entre las capas sociales obreras, que habían permanecido fieles al PSC durante décadas, como entre las familias acomodadas de la zona alta de Barcelona que votaban nacionalista desde tiempos de la Lliga.

La pericia con la que Arrimadas había navegado entre esas dos aguas durante su primera legislatura al frente del partido la había catapultado como la alternativa consolidada al independentismo. Si en 2015 Ciudadanos era ya el voto más claro contra la secesión, en diciembre de 2017, solo unos meses después del referéndum y la declaración de independencia, la papeleta naranja era también la forma de castigar con severidad la intentona secesionista de Carles Puigdemont y Oriol Junqueras.

Arrimadas se convirtió en la esperanza incluso del Gobierno del PP, a quien Ciudadanos ganaba terreno sin piedad. Solo una victoria contundente del bloque constitucionalista liderado por la jerezana podía justificar la aplicación inmediata del 155, por la que apostó Mariano Rajoy para aplacar la crisis catalana. Y la política aprovechó la debilidad de sus rivales para ampliar los límites de su espacio como nunca antes. El PP se dejó 7 escaños, mientras Ciudadanos ganó 11.

Pero, pese a la marca histórica, Inés Arrimadas no pudo convertirse en presidenta. Ni siquiera lo intentó, y eso que el PP trató de desgastarla ofreciéndole sus votos si presentaba su candidatura a presidenta. “Si tuviéramos una ley electoral justa estaríamos pensando en cómo gobernar”, se zafaba ella. Lo cierto es que Arrimadas no perdió ni un minuto en buscar el apoyo de Miquel Iceta ni, mucho menos, los de Xavier Domènech. No había pasado una semana de las elecciones cuando la candidata más votada en Catalunya dio muestras de no tener previsto entrar en el Palau de la Generalitat cuando comenzó a hablar de Tabarnia.

Una alternativa al catalanismo

La hasta ahora líder de Ciudadanos nació en Jerez, en el seno de una familia salmantina. Siempre estuvo estrechamente vinculada con Catalunya debido a que su padre, Rufino Arrimadas, había ejercido como policía nacional en la Barcelona del franquismo. Posteriormente se reconvirtió en abogado, profesión que ejercía cuando, ya en Andalucía, se presentó a las primeras autonómicas democráticas con la UCD en las que fue elegido concejal.

La líder de Ciudadanos siguió los pasos de su padre. Primero, estudiando la carrera de Derecho, junto a la de Administración de Empresas, en Sevilla. Años después y ya instalada en Barcelona, emularía la vena política de Rufino Arrimadas afiliándose al partido de Albert Rivera en 2011. En aquel momento, la formación naranja tenía 3 asientos en el Parlament. Un año después se ampliarían a nueve, uno de ellos ocupado por Arrimadas. El mensaje con el que el partido se multiplicaba era tan simple como efectivo: el consenso catalanista reunido en torno a la lengua y la maximización del autogobierno había dado alas al secesionismo, por lo que debía ser cortado de raíz.

El gran momento para la diputada llegó en 2015, cuando Rivera decidió dar el salto a Madrid, en una operación de riesgo auspiciada por los sectores temerosos de los buenos pronósticos de Podemos. Arrimadas tomó las riendas del partido en Catalunya poco antes de las elecciones de septiembre de 2015, en las que el independentismo lanzó un órdago con la candidatura de JxSí y un programa que prometía, sin medias tintas, la secesión. La polarización obró el resto.

Líder, con carisma y dura en el discurso

La reciente carrera de Albert Rivera para acaparar votos en la derecha ha minado definitivamente las opciones de su partido de conseguir la presidencia de la Generalitat. Así, sacar a Arrimadas del Parlament evita que una de sus mejores generales languidezca, mientras refuerza su envite por la Moncloa. La mejor posicionada para sustituir a la líder es la diputada Lorena Roldán, de perfil similar, mientras fían en Manuel Valls la pugna por los votos moderados de Barcelona.

Si alguna cualidad le reconocen sus rivales es que Arrimadas es una mujer tan tenaz persiguiendo sus objetivos como carismática entre sus simpatizantes. Pero, en un escenario enquistado como es el catalán, sus dotes de liderazgo no han sido suficientes para convencer a nuevos votantes. De hecho, todas las encuestas les pronostican una leve caída en el Parlament, lo que les haría perder la corona de primer partido catalán en favor de ERC.

La jefa de filas de la formación naranja ha tratado de paliar este retroceso con intervenciones cada vez más histriónicas. En las últimas sesiones de control a Quim Torra, Arrimadas ha adoptado la costumbre de exhibir carteles con mensajes contra el independentismo en busca de la atención de las cámaras. Reclama un “155 inteligente” contra un independentismo que, como suele recordar, “quiere romper España”. A los CDR los nombra con la fórmula invariable de “comandos separatistas violentos”. Y denuncia constantemente que el Parlament “está cerrado”, algunas veces desde dentro de las propias dependencias de la Cámara.

Este domingo Arrimadas viajará hasta Waterloo, ciudad donde ha fijado su residencia Puigdemont, para protestar contra él. Después de acudir al pueblo del expresident el pasado fin de semana, donde su partido obtuvo el 8,2% de los votos, la aún jefa de la oposición volverá a brindar al líder de JxCat un protagonismo que, en los últimos meses, había perdido. Será el primer acto de precampaña de la número dos de Ciudadanos. Lanzada hacia el Congreso como látigo de independentistas, las opciones de su partido para llegar al Gobierno pasan por que Catalunya sea el principal tema de la campaña.