Nacho Paraire es asistente social en el Centro de Urgencias y Emergencias Sociales del Ayuntamiento de Barcelona (CUESB). El 17 de agosto del 2017 libraba. Estaba con sus hijas cuando se dio cuenta por el grupo de watshapp de los compañeros del trabajo que estaba pasando algo. Cuando se enteró de que se trataba de un atentado en la Rambla llamó a su mujer para que se hiciese cargo de las niñas y se fue directamente al centro de urgencias desde donde se dirigía el operativo que estaba ya en el lugar del atentado. En esos momentos y durante las semanas posteriores atendió a varios familiares de víctimas.
¿Cómo recuerda ese día?
Con mucho caos y mucho esfuerzo. Teníamos varios frentes abiertos porque nosotros a diario ya atendemos muchas urgencias. En ese momento se paralizó todo y no hicimos las entrevistas que teníamos previstas para poder dar cobertura al atentado. Una gran parte del equipo se desplazó a la Rambla y tuvimos que atender a los familiares y preparar un espacio para alojar a algunos de ellos.
¿Quién fue la primera persona a la que atendió?
Fue una chica americana. Venía con un amigo y no encontraban a la pareja de la chica. Ella había visto un vídeo de cómo él estaba en el suelo. Al día siguiente, el viernes, fui al Instituto Legal de Medicina a hacer la comunicación a una familia y el posterior reconocimiento del cadáver de una hermana. En los días posteriores atendí a otros familiares y afectados. La mayoría eran personas que trabajan en la Rambla o que estaban en ese momento ahí.
En casos como estos, ¿en qué consiste su trabajo?
El primer día era todo tan reciente que, por ejemplo, la chica americana estaba en estado de shock. Se trataba de ayudarle a encontrar información sobre el familiar desaparecido. Al día siguiente, cuando los medios de comunicación ya han informado de lo que ha pasado, cuando las personas afectadas o familiares ya han podido hacer su propia reflexión, o en algunos casos ya se ha procedido al reconocimiento de las víctimas, la manera de afrontarlo tanto por su parte como por la mía es distinta.
La actuación es similar a la de otras, sean o no un atentado. Se trata de intentar ofrecer un apoyo psicológico que no evitará el dolor, porque el duelo hay que pasarlo, pero se busca cómo minimizar las reacciones de la persona ante la pérdida. Tu no puedes reparar la pérdida pero intentas minimizar el hecho traumático.
¿Hay alguna diferencia cuando ese duelo está provocado por un atentado?
En un atentado se magnifica todo.
¿Cómo se combina la atención con la tensión?
El atentado ocurrió durante unas horas pero para nosotros supuso atender situaciones durante muchos días. La carga de trabajo fue muy grande. A posteriori comentamos con un compañero que en el momento en que te pones el uniforme dejas de ser un ciudadano y pasas a ser un profesional. Eso no nos permitió, al menos a nosotros dos, hacer un duelo como cualquier otro ciudadano. En el momento en el que yo leo los mensajes en el grupo de watshapp del trabajo y hablo con mi mujer para decirle que se encargase de las niñas ya no me permito la posibilidad de quejarme, expresar rabia, odio o cualquier otra emoción.
¿La atención en esas primeras horas puede evitar traumas posteriores?
Los primeros auxilios psicológicos son fundamentales. Luego ya derivan en otro tipo de intervenciones psicológicas. Nosotros, para que se entienda, lo que hacemos es parar el golpe. Evidentemente el duelo no se pasa en unas horas y necesitan otro tipo de terapias.
¿Por qué son fundamentales?
No hay una fórmula única. Depende mucho de la familia, de la relación que tuviesen con el familiar, de la situación personal de cada uno. Estoy convencido de que la reacción de cada una de las familias o los amigos de los fallecidos en los atentados fue distinta. Aunque fuera el mismo hecho el que provocase esas muertes. Nosotros hacemos el acompañamiento en ese duelo inicial para posibilitar que se expresen todas las emociones y evitar problemáticas posteriores que son de más difícil gestión. Es importante que haya alguien ajeno que recoja esas reacciones para canalizar sus emociones.
Recuerdo que una de las personas que atendí trabajaba en la Rambla y surgió el sentimiento de culpa porque ese día tenía que haber ido a trabajar y al final fue otro compañero. La atención tuvo que centrarse en eliminar ese sentimiento y hacerle ver que ante una situación como un atentado el superviviente no es culpable. No es responsable de una situación que no sabía que iba a ocurrir.
¿Cuáles son esas consecuencias posteriores a las que hacía referencia?
El trauma más habitual es el estrés postraumático. También puede generar desde sentimientos de culpa que se enquisten y acaben con trastornos más graves cronificados en el tiempo o depresiones mayores. El duelo es normal, lógico y sano, y lo que hay que evitar es que se cronifique o impida mantener una vida normal.
Según un estudio de la Universidad Complutense de Madrid, la mitad de las víctimas por terrorismo en España presentan uno o varios trastornos psicológicos 20 años después de haber sufrido el atentado.
Segurísimo. Mi experiencia profesional me indica que los hechos vividos no se olvidan. Podemos adaptarnos a ellos y tener una vida similar a la que teníamos antes del hecho traumático. Pero el hecho ha ocurrido. En el caso de un atentado, por la magnitud, la cantidad de cifras y la alarma que genera, aún se enquista más en la persona. Le llega mucha información, vídeos y estímulos que ella va almacenando.
Ahora que se ha levantado el secreto de sumario han aparecido nuevas imágenes de los terroristas y nueva información. Las víctimas no son ajenas a estos vídeos.
Estoy convencido de que, como mínimo, les va a retrotraer hasta el momento de la vivencia inicial. Y eso sin duda puede provocarles las mismas emociones que tuvieron los días 18, 19 o 20 de agosto del año pasado. Ver estas imágenes les puede llevar otra vez al día del atentado o a los días posteriores.
¿Es bueno que las víctimas estén en contacto con otras víctimas?
Yo estoy muy a favor de los grupo de ayuda mútua. Son útiles en muchas otras situaciones como el de víctimas de accidentes de tráfico o de familiares de personas que se han suicidado. Son espacios donde se comparten emociones con personas que están en situaciones similares, que no iguales, y eso genera una situación de confort que otras personas que no han tenido esa vivencia no pueden llegar a entender. Podrán llegar a percibir pero nunca llegaran a comprender.
El 17 de agosto tuvo que recurrirse a traductores de inglés, francés, italiano, alemán y otras lenguas para atender a las víctimas de diferentes nacionalidades. ¿En situaciones como estas el idioma complica mucho su trabajo?
Sí, es un hándicap importante. Cuando necesitas un traductor se complica la intervención. En el momento en el que hay una tercera persona que actúa como intermediario se rompe el vínculo que puedes establecer con la víctima. En estos casos tienes que escoger muy bien las palabras que usas y si tu idioma no es el tuyo y no hablas con fluidez el idioma que tienes que utilizar puedes cometer errores que hagan que la persona no interprete tus palabras de la misma manera.
¿Un profesional logra superar vivencias que son tan traumáticas para las personas a las que atiende?
En mi caso. sí. Nuestro trabajo no consiste solo en atender en un momento puntual un atentado. Nosotros nos enfrentamos a fallecimientos y comunicaciones a familiares muy a menudo. Yo tengo la suerte de que mi mujer también trabaja en el ámbito social y lo que me funciona es llegar a casa, hablar con ella sin entrar en detalles de los casos. Una vez te has desahogado la vida sigue y sabes que mañana te puedes encontrar con cualquier situación.
¿Pero hay que tener un carácter más resiliente?
No sé si la palabra es resiliencia. Cuando empecé a trabajar aquí y le expliqué a mi madre a qué me dedicaba no se lo creía. Decía que yo era muy sensible y que era imposible que no me afectase. Y siempre le contestaba que no es que no me afectase sino que cuando estás trabajando la persona a la que atiendes no necesita un amigo que llore con él. Necesita a alguien que esté desvinculado de esa situación. Lo que me reconforta después es pensar que este trabajo ayuda.