“No es tanto que el sector esté dividido, es que es un sálvese quién pueda”. Así define Bernat Ruiz, editor y consultor editorial, la situación actual en el mundo literario a falta de pocos días para la Diada de Sant Jordi, la jornada más importante del año para el sector. La imposibilidad de poner paradas en la calle y de abrir las librerías el 23 de abril ha desembocado en una ola de iniciativas particulares y decisiones sectoriales que, de momento, solo han logrado aflorar la descoordinación y división en un sector que tiene tantos actores como intereses contrapuestos.
Por un lado están los libreros: algunos son partidarios de entregar libros a domicilio mientras que otros se niegan a hacerlo para no exponer a repartidores, trabajadores y clientes. Hay división también entre librerías y editoriales sobre si hay que celebrar un Sant Jordi alternativo el 23 de julio o si se debería posponer hasta otoño. Tampoco hay quórum sobre la conveniencia de algunas iniciativas que se han emprendido para apoyar al sector del libro en un momento complicado.
La división llegó incluso al Govern, cuando un día compareció la consellera de Cultura, Mariàngela Villalonga, a animar que se mandasen libros a domicilio y posteriormente la portavoz del Ejecutivo la desautorizó y dijo que los libros no son ningún bien de primera necesidad.
Según el Gremio de Libreros de Catalunya, en Sant Jordi de 2019 las librerías facturaron más de 22 millones de euros en una jornada en la que se vendieron 1,64 millones de ejemplares. Para algunas tiendas, el 23 de abril puede llegar a suponer el 30 o el 40% de su facturación anual, aunque otras lo rebajan al 10-15%.
Ante la pérdida de una jornada tan importante para las librerías en medio de una tesitura muy dura (llevan ya cinco semanas cerradas), la Cámara del Libro -que agrupa a editores, distribuidores, librerías y autores- acordó con el Gremio de Floristas posponer el Sant Jordi hasta el 23 de julio. La fecha generó controversia tanto entre algunos libreros como entre editoriales, que consideran que es un error emplazar al público a una fecha en la que seguramente tampoco podrá haber paradas en la calle y en la que el clima tampoco invitará a pasear por la ciudad.
Según las fuentes consultadas, fueron las librerías -el eslabón más débil de la cadena del libro- y los floristas los que más presionaron para intentar lograr una inyección de liquidez antes de que acabase el primer semestre, mientras que los grandes grupos editoriales eran partidarios de esperar a otoño. Las diferencias se mantienen a día de hoy y a pocos días de Sant Jordi, las grandes editoriales aún no han decidido si en sus comunicaciones del 23 de abril emplazarán a los lectores a la celebración de julio.
“El sector se juega tanto en un solo día que es normal que haya disparidad de criterios”, apunta Joan Carles Girbés, director editorial del grupo SOM y uno de los impulsores de Llibreries Obertes, un proyecto para que los lectores compren en las librerías y recojan los libros cuando pase el confinamiento. “Aunque no deberíamos vivirlo como ningún drama, es cierto que hubiese estado bien poder coordinar entre todos alguna iniciativa”, remacha.
Otras fuentes apuntan también una falta de liderazgo tanto de la Cambra del Llibre como de los gremios que la conforman. Como ejemplo, recuerdan que la Feria del Libro de Madrid se canceló incluso antes de que se decretara el estado de alarma, mientras que aquí la propuesta de posponer el Sant Jordi no llegó hasta el 14 de abril, 9 días antes de la Diada.
Este periódico ha intentado reiteradamente entrevistar a Patrici Tixis, presidente de la Cambra del Llibre, pero al cierre de este artículo no había accedido a ser entrevistado.
La controversia de los libros a domicilio
La conveniencia o no de mandar libros a domicilio durante estos días ha sido uno de los asuntos que más discrepancias ha generado entre los libreros, aunque todos mantienen una política de guante blanco y aseguran entender la decisión de las tiendas que no piensan como ellos. Lo que más enojo ha generado fueron las ya mencionadas palabras de la consellera de cultura así como las de la presidenta del Gremi de Llibreters, en la que dijo que las librerías no pararían su actividad por Sant Jordi.
A las pocas horas, un grupo de librerías emitió un comunicado desmarcándose de esta acción y pidiendo a los lectores que comprasen los libros online y los recogieran en su tienda cuando acabe el confinamiento. En el texto, aseguraban no querer ser responsables de “millones de envíos” en una semana y hacían una llamada a la responsabilidad.
“Si yo empiezo a hacer 40-50 envíos al día soluciono mi problema de liquidez, pero entonces tengo un problema de responsabilidad”, explica Xavi Vidal, de la librería No Llegiu y uno de los firmantes del comunicado. “Si todo el mundo pide un libro por Sant Jordi estamos hablando de entre 7 y 8 millones de desplazamientos”.
Paralelamente, tanto los que envían libros como los que no lo hacen observan como grandes cadenas como Amazon, El Corte Inglés o la Casa del Libro sí que mandan títulos a domicilio y mantienen parte de su facturación en unos días en los que las librerías solían llevar la voz cantante.
El envío a domicilio, sin embargo, no solo es cosa de multinacionales y grandes cadenas. Hay también muchísimas librerías que están mandando títulos porque es la única manera que tienen de subsistir. Es el caso de Ángel Tijerín, que regenta la pequeña On The Road en el barrio de Santa Caterina de Barcelona. Él sí que envía libros y explica que lo hace para sobrevivir, no para hacerse rico.
“No he hecho vacaciones en cuatro años porque no me puedo permitir cerrar la librería ni una semana”, apunta. “Es fácil de entender que no me puedo permitir estar dos meses sin liquidez”. Tijerín no quiere quedarse de brazos cruzados “esperando una ayuda que no llega” y ha contratado una empresa catalana de mensajería para hacer los envíos. “En el 90% de casos ni siquiera ven a los mensajeros porque lo dejan todo en la puerta”, añade.
Las iniciativas “altruistas” también dividen
Ante la descoordinación para capear la tormenta, han surgido algunas iniciativas para apoyar a las librerías que tampoco han logrado consenso entre libreros y editores.
La primera de todas es la mencionada Llibreries Obertes, impulsada por el Grup Som y que cuenta incluso con anuncios en TV3. El objetivo del proyecto, en el que trabajan 10 personas, es vender 30.000 libros que serán recogidos en cada librería cuando acabe el confinamiento para así “salvar” a estos comercios y concederles liquidez para estas semanas. El viernes se habían apuntado más de 400 librerías y se habían vendido más de 10.000 títulos.
Los críticos con Llibreries Obertes, sin embargo, destacan tres problemas. El primero es que muchos libreros se vieron en la web sin haber aceptado participar en el proyecto. El segundo es que el Grup Som retenía, hasta este lunes, el 50% del dinero de los libros comprados y no lo abonaba a la librería hasta que se entregara el título. Según sus impulsores, esta medida se tomaba como garantía en el caso de que la librería acabase cerrando antes de que pudiera entregar el volumen. La iniciativa ha conseguido el apoyo de Òmnium Cultural y desde esta semana abona el 100% de la cantidad al librero cada lunes.
El tercer aspecto que ha generado críticas es que comprar un libro en este proyecto -que en principio es altruista- implica ceder tus datos tanto al grupo SOM como a la operadora de telefonía catalana Parlem. La iniciativa levantó polvareda y algunas librerías destacadas de la ciudad como la No Llegiu, La Calders o la Llama se desmarcaron rápidamente de ella con mensajes en las redes sociales.
“La base de datos que obtienen también será muy valiosa para un grupo editorial”, señala Ruiz, el editor y consultor. Vidal, de la No Llegiu, cree que la iniciativa es buena pero aún así prefiere vender directamente en su web. “Si quieres ”salvar una libreria“, como dicen ellos, lo mejor es comprar directamente en ella”, apunta.
Girbés, impulsor de Llibreries Obertes, reconoce que el proyecto se hizo con algunas prisas al principio y se articuló todo en una sola semana, pero afirma que tras las quejas iniciales muchas librerías accedieron a aparecer en la web.
Sobre la cesión de datos, matiza que no es obligatorio cederlas y que solo se transfieren si se acepta esa posibilidad en un correo electrónico que se le manda posteriormente al comprador. “Si lo único que quisiera fueran datos, podría inventar una acción mucho más sencilla que no implicase tener a 10 personas trabajando en ella”, responde.
Tampoco gustó a muchos libreros la iniciativa que emprendió Penguin Random House, en la que aseguraron que ellos mismos llevarían a casa los libros comprados en las librerías para apoyar a estos comercios. Según las librerías consultadas, hasta aquí todo bien.
El problema fue el segundo punto del mismo comunicado. Penguin Random House anunciaba que se ponía a vender directamente a través de su web megustaleer.com y y emplazaba a los lectores a comprar ahí para “apoyar a las librerías”, asegurando que el 10% de todos los pedidos se destinarán a cupones de 10 euros que se sortearán entre los clientes para que los gasten en las librerías cuando acabe el confinamiento.
Bajo una campaña que en principio es de apoyo a las librerías, los libreros consultados critican que en realidad Penguin Random House está vendiendo directamente al cliente evitando a las librerías, que suelen quedarse el 30% del precio de venta al público (PVP).
El resultado es que, detrás de esa cesión altruista del 10% del importe, este gran grupo literario acaba quedándose con un 20% del PVP que normalmente no le corresponde. “Lo de Penguin vendiendo directamente se ha visto como un sacrilegio por parte de los libreros”, apuntan desde un sello radicado en Barcelona.
Las principales apuestas literarias, aplazadas
La incertidumbre en el universo del libro también ha obligado a todos los sellos a paralizar o aplazar algunas de sus principales apuestas de la temporada. Los editores, sin embargo, no han podido evitar la impresión de muchos títulos que esperaban vender por Sant Jordi y que tal vez ya no se venderán del mismo modo en el segundo semestre.
Tanto los libros de Carles Puigdemont como de Sandro Rosell, dos títulos que esperaban vender miles de ejemplares en Sant Jordi, no estarán en la calle el 23 de abril. Editoriales como Anagrama también han paralizado la publicación de títulos destacados como el nuevo libro de Cristina Morales, Introducción a Teresa de Jesús o Los nombres epicenos de Amélie Nothomb.
Los dos grandes grupos editoriales del país, Planeta y Penguin Random House (juntos tienen más del 50% del mercado) también han paralizado la publicación de muchos de sus libros y están intentando reestructurar un calendario de publicaciones que se suele diseñar con previsiones de varios años vista.
“Viene una sangría horrible”, explica el responsable de un sello relevante de la ciudad. Desde las principales editoriales ya esperan como, a partir de la reapertura de las librerías, empezarán a recibir devoluciones de títulos que no se han vendido para hacer espacio a las novedades que ya estaban programadas. Los sellos, además, temen un “efecto embudo” en el mercado tras haber estado, como mínimo, dos meses sin sacar ningún nuevo título.