Si hace un año hubiéramos buscado Sergi Rubia en Google habrían salido pocos resultados relevantes sobre su vida. Hoy encontraríamos cientos de enlaces que lo relacionan con disturbios y quema de contenedores, pese a no haber ocasionado nunca nada de eso. Su pecado: ir a la cacerolada del pasado 28 de mayo en contra del derribo de Can Vies. Su penitencia: 23 días de prisión provisional y meses de enredos judiciales hasta que el juez dictó su absolución. Parte de los 84 detenidos de aquellos días también desfilarán la próxima semana por la Ciudad de la Justicia de Barcelona. Mientras tanto, la Asamblea de Detenidas y Solidarias por el Efecto Can Vies organiza este domingo una jornada de actividades en Sants para “concienciar de la gravedad de las acusaciones” de los detenidos por las protestas.
El día antes de su detención, Sergi Rubia era conocido por trabajar como auxiliar de enfermería y por ser un miembro muy implicado de los Castellers de Barcelona. Actualmente trabaja en el archivo histórico del grupo y gestiona sus redes sociales. Pero su implicación va mucho más allá, tan lejos como fundar la Peña Barcelonista de los Castellers de Barcelona. También es wiquipedista, director de cine y ha ejercido de mánager de jóvenes artistas musicales como Joana Serrat o Roger Usart. Pero aquel 28 de mayo lo cambió todo.
Volvamos a Google. Si buscáramos ahora su nombre, nos aparecería una cantidad ingente de información sobre su detención y la posterior acusación de desórdenes y daños públicos por parte de la Guardia Urbana. Estas acusaciones le comportaron 23 días de prisión preventiva, ya que el magistrado consideraba que Rubia podría reincidir en otras manifestaciones. Sin embargo, el caso también fue contestado por una intensa campaña de apoyo, tanto en la red como en la calle, para solidarizarse con Rubia, mediatizar la historia y reclamar su libertad y absolución. Rubia lo tiene claro: “El juez me utilizó para generar el discurso del miedo y tratar de detener la protesta social y vecinal”.
30 detenidos en una noche.
Sergi Rubia fue uno de los miles de ciudadanos que se manifestaron por las calles de Sants en la jornada más multitudinaria de protestas en contra del cierre del centro social. “Lo había visto por Twitter y por los periódicos, y estaba indignado con la manera de proceder del Ayuntamiento y con la actuación policial atacando a diestro y siniestro, incluyendo periodistas y la sede de La Directa”, explica Rubia. En la cacerolada de la tarde, se unieron las marchas de apoyo venidas de diferentes barrios y ciudades del área metropolitana, como Hospitalet o Cornellà. 5.300 participantes, según la Guardia Urbana. El tercer día después del desalojo y derribo de Can Vies terminó siendo, a la vez, el que se saldó con más detenidos: 30 en total.
Rubia explica que este era el primer día que participaba en las protestas por el desalojo de Can Vies. “Siempre me he manifestado. Lo he hecho contra los recortes de sanidad, de educación, en contra de las subidas del transporte, por la lengua y tantas otras cosas”, reconoce. Relata que después de la cacerolada pasó una hora y media en la terraza de un bar de la calle Tenor Masini con un amigo. No pudieron irse del barrio porque la entrada del metro estaba bloqueada.
Fue en ese preciso momento cuando defiende que se vieron rodeados por las cargas policiales. Y también cuando denuncia que la Guardia Urbana lo eligió aleatoriamente. Esta versión viene avalada también por el propietario del bar y por un vecino con el que acabaron charlando mientras se abrían los accesos al metro. Los agentes municipales, por su parte, cambiaron de versión. Mientras que en un primer momento señalaron Sergi Rubia como autor material de la quema de un contenedor, en el juicio declararon que había empujado uno, con la colaboración de dos personas, hasta otro que ya quemaba. Sin embargo, no aportaron ninguna prueba que pudiera inculparlo.
De los 30 detenidos por los disturbios de aquella noche, sólo Sergi Rubia ingresó preventivamente en prisión, a pesar de tener acusaciones menos graves que la mayoría de los que pasaron las horas posteriores en la comisaría de Les Corts. Para Iñaki Rivera, profesor de derecho penal de la UB y director del Observatorio del Sistema Penal y los Derechos Humanos, la prisión provisional fue “completamente desproporcionada y no ajustada a derecho”. El profesor considera que la prisión provisional debe ser una medida “absolutamente excepcional, para casos muy graves y con gravísimos riesgos de fuga, destrucción de pruebas o coacción a víctimas y testigos y nada de esto se daba en este caso”. A esto hay que sumar la situación normal y sin antecedentes de Sergi Rubia.
Además, Rubia fue el único de los detenidos derivado al magistrado Juan Antonio Ramírez Sunyer, titular del juzgado de instrucción número 13 de Barcelona. Este mismo juez fue quien, en 2004, decidió encarcelar preventivamente y durante cinco meses a dos jóvenes de l'Hospitalet acusados de atacar la comisaría de la Policía española del distrito de Sants-Montjuïc. Pasados estos cinco meses, también fueron absueltos.
Versiones contradictorias, absolución final
El casteller asegura que no tiene “capital económico, pero sí un gran capital social y humano”. Este hecho ha sido clave para defender su inocencia de cara al juicio y también de cara a la opinión pública. Rubia disponía de cuatro testigos que contradecían la versión de la Guardia Urbana. Ton, uno de ellos, puso en entredicho la policía y explicó que ellos dos estaban hablando en el instante en que, según los agentes, Rubia participaba de los disturbios.
(Vídeo Albert Lloreta)
En declaraciones a Catalunya Plural, el magistrado Ricardo Yáñez Velasco, que dictó la sentencia absolutoria, constata la importancia capital de Ton en el caso: “Un testigo ajeno a cualquier vinculación personal, y además vecino del lugar, describió unos hechos que no tenían relación con los que conformaban el relato de la Guardia Urbana”. El dueño del bar, su amigo y un chico que conoció ese mismo día también pusieron en entredicho la versión policial.
En cuanto al entorno, el hermano Alex Rubia, también casteller de Barcelona, fue una de las caras visibles de la campaña #SergiLlibertat, que recogió más de 6000 firmas y el apoyo público de partidos políticos, grupos castellers y entidades del barrio.
(Vídeo Albert Lloreta)
De la Modelo en Can Brians
Mientras las protestas y muestras de apoyo se sucedían, Sergi Rubia continuaba en prisión. Quizás para evitar concentraciones ante la cárcel, sólo pasó unas cuatro horas en la cárcel Modelo, cercana a Sants, y fue trasladado la misma noche en furgoneta a Brians 1, una cárcel penal de Sant Esteve Sesrovires, donde estuvo los 23 días restantes. Sergi Rubia, pese a la experiencia dolorosa, explica con serenidad detalles y vivencias de la comisaría y la cárcel.
El casteller es conocido por ser un amante del fútbol, del cine y de la historia. Tanto es así que una de las primeras cosas que pidió dentro de la prisión fue un libro. Explica que estas vivencias le han vuelto más paciente: “Esperar una hora el tren es un placer comparado con las más de 500 horas que pasé en la jaula”. Pero no ha cambiado su compromiso: “Si tuviera miedo y dejara de ir a manifestaciones, habrían ganado del todo”.
“Siempre he creído que es necesario dar a conocer casos como el mío para intentar evitar situaciones similares y así en la medida de lo posible, sabiendo que es David contra Goliat, intentar informar y evitar injusticias similares”, revela Sergi Rubia. Un caso similar es el 4F, denunciado por el documental 'Ciutat Morta', y con el que se establecen algunos paralelismos: “Siempre he pensado que influenció la forma en que vestía esa noche. Yo no sufrí torturas, pero desde el primer momento recibí comentarios provocativos de todo tipo, insultos, amenazas y provocaciones físicas de la Guardia Urbana, como tocarme la cara o jugar con los pendientes que llevaba puestos. También recuerdo la cara del primer juez cuando entré a declarar y, inicialmente, también fueron pocos los medios que se hicieron eco”.
Reconoce que se le ponen los pelos de punta explicando la experiencia que vivieron los Castellers de Barcelona levantando un pilar ante la prisión de Can Brians. Los funcionarios penitenciarios habían recibido un aviso afirmando que ese día vendría un grupo antisistema y que vigilaran donde aparcaban el coche, según asegura que le explicó un funcionario con quien Rubia cogió confianza.
Preguntado por este episodio, el Departamento de Interior, responsable de la vigilancia perimetral de las prisiones, responde que no da detalles de los dispositivos policiales. Los castellers pudieron hacer el pilar, pero ante una cadena de antidisturbios y varios metros allá de los muros de la prisión, después de que fueran identificados uno por uno. De hecho, Sergi Rubia siempre se ha mostrado preocupado por cómo vivía su entorno el encarcelamiento: “desgraciadamente esta injusticia no me afecta sólo a mí”, escribía en una carta once días después de la detención.
El casteller explica el trato en la cárcel: “Cuando el caso fue más mediático noté que algunos de estos funcionarios que inicialmente intentaban mofarse de mí, menospreciarme y provocarme, ellos mismos venían y me preguntaban como estaba y si tenía algún problema”.
El 20 de junio, 23 días después, la Audiencia de Barcelona desestimó el recurso presentado por la familia considerando que había suficientes motivos para haber decretado el encarcelamiento. Dos horas más tarde, sin embargo, el Juzgado de lo Penal 28 contradecía esta decisión y decretaba la puesta en libertad con cargos por considerar que las circunstancias habían cambiado. A ojos del juez, ya no había convocadas manifestaciones y, por tanto, no había peligro de que Rubia pudiera reincidir.
El 16 de septiembre se celebró el juicio y en 24 horas Sergi Rubia quedó absuelto de todos los cargos. A pesar de que la acusación pedía cuatro años y seis meses de prisión, la sentencia del magistrado Ricardo Yáñez Velasco fue firme: no se probó que Sergi Rubia levantara barricadas, que quemara contenedores de forma directa o indirecta o que causara algún tipo de desperfecto los contenedores.
“No se trata de que considerara veraz la versión del acusado, de su amigo o del vecino, y falsa la versión de la policía -afirma Yáñez Velasco a Catalunya Plural-, sino que, ante la contradicción de versiones, especialmente la del vecino, no fui capaz de dirimir lo que en realidad había podido ocurrir y, en consecuencia, irremediablemente se convirtió en una sentencia de naturaleza absolutoria”.
Detenciones “arbitrarias”
Este fue el primer caso juzgado de los 84 detenidos en las protestas de Can Vies. Algunos de ellos tendrán cita la próxima semana en la Ciudad de la Justicia. La abogada Anaïs Franquesa, encargada de la defensa de algunos casos, denuncia “la arbitrariedad y la aleatoriedad de las detenciones”. Asimismo, la plataforma Rereguarda en Moviment ha anunciado que presentará tres querellas contra los Mossos por excesos policiales, como el golpe a la oreja de un chico que paseaba en bicicleta o la carga que se produjo dentro de un portal particular en el que se habían refugiado varios manifestantes.
Sergi Rubia también presentará una querella contra los agentes de la Guardia Urbana por haber mentido en el juicio, y dos recursos para pedir una indemnización y para dejar constancia de que consideran mala praxis del juez que lo encarceló. Sin embargo, el profesor Rivera reconoce que no es tan fácil que la indemnicen, ya que muchas veces exige el mal funcionamiento de la justicia que es algo muy interpretable por jueces que pertenecen a la misma corporación.
Ahora, lo que le queda a Sergi Rubia es la rabia cuando piensa en el sufrimiento de la familia y amigos, en los castillos que no pudo hacer, en los ratos perdidos con los amigos o los días de trabajo perdidos. “Cuando busque trabajo y me busquen por Internet, seguro que pasarán al siguiente candidato. ¿Quién me devolverá los daños y el sufrimiento ocasionados? Nadie!”.