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Cómo Las Kellys lograron cambiar la percepción que tenemos de las limpiadoras de hoteles

Pol Pareja

11 de diciembre de 2021 22:35 h

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Pilar Cazorla, Ana Lucía Nacher, Miriam Barros y Ángela Muñoz entraron a La Moncloa en abril de 2018 para reunirse con el entonces presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. Representaban a Las Kellys, el colectivo de limpiadoras de habitaciones de hotel, en un encuentro que hubiese parecido una quimera diez años antes. A pesar de la relevancia de su trabajo para el sector turístico, el colectivo había permanecido invisibilizado hasta el punto de que buena parte de la población desconocía las malas condiciones de su día a día.

Las camareras de habitaciones trabajan de manera anónima en condiciones deplorables por muy poco dinero. Sufren habitualmente lesiones por culpa de su trabajo. Pueden cobrar dos euros y medio para limpiar una habitación cuyo cliente ha pagado 300 euros para dormir en ella. Muchas de ellas -se calcula que la mitad de las 200.000 que hay en España- están subcontratadas y trabajan fuera de convenio. 

Si la información mencionada en el anterior párrafo le suena ligeramente, es gracias a que en 2016 estas trabajadoras invisibilizadas decidieron organizarse y luchar por sus derechos. Si bien sus condiciones apenas han mejorado, han logrado en un lustro situar su colectivo en el debate público y que una parte de la población empiece a valorar la importancia de su trabajo. 

Una tesis doctoral de la UOC indaga ahora en la estrategia seguida por Las Kellys durante el último lustro. Analiza cómo han luchado para que una parte de la población entienda que sin ellas no hay clientes en los hoteles y también para eliminar el estigma aún existente sobre cualquier trabajo que implique limpiar la suciedad de los demás.

“Lo que nos interesó [de Las Kellys] es que es un colectivo de trabajadoras precarias que se auto organizaron al margen de los sindicatos”, explica el sociólogo Verna Alcalde-González, investigador principal del estudio. “También el hecho de que su acción colectiva desborda el ámbito meramente laboral”.

Según Alcalde-González, las reivindicaciones de Las Kellys “buscan resignificar” tanto el oficio concreto de las camareras de piso como su valoración en la sociedad. “Le dan valor al trabajo de la limpieza, pero también a los cuidados”, añade. “Unas ocupaciones que han recaído casi siempre en las mujeres”.

El estudio, para el que se han entrevistado a 40 limpiadoras de hoteles (a parte de analizar documentos y acciones en redes sociales del colectivo) identifica tres principales “tácticas de subversión” que han llevado a Las Kellys a ser un ejemplo paradigmático de cómo apuntalar la lucha de un colectivo de trabajadoras. 

La mayoría de entrevistas se produjo, además, en plena pandemia, cuando algunas de estas empleadas se vieron de repente en la calle y sin la posibilidad de cobrar ninguna prestación porque no estaban contratadas directamente por el hotel en el que trabajaban.

Por táctica de subversión se entiende, explica su autor, el conjunto de discursos, valoraciones y prácticas mediante los cuales un colectivo “busca empoderarse respecto a su situación sociolaboral” y “subvertir” ciertas prácticas y condiciones de su día a día en el trabajo. El estudio presenta estás acciones en tres ámbitos diferentes: el ocupacional, el organizacional y el sociopolítico.

Las Kellys, orgullosas de su empleo

Respecto al ámbito ocupacional, considera que Las Kellys han “resignificado” el trabajo de las camareras de piso al intentar cambiar la noción que se tiene sobre este trabajo: dejar de verlo como un empleo que no requiere ninguna habilidad especial y dar valor a la profesionalización de estas empleadas. El documento también asegura que buena parte de las entrevistadas señalaban estar orgullosas de su empleo. Lo único que quieren son condiciones dignas.

Otra de las luchas de Las Kellys que destaca el estudio es haber intentado situar su tarea como uno de los elementos centrales del negocio hotelero, en un país donde el sector servicios y el turismo son vitales para la economía. “Estas trabajadoras subrayan el hecho de que el servicio de limpieza es fundamental para la misión de los hoteles, pero sigue descuidado por la dirección a pesar de que sin habitaciones limpias no tendrían clientes”, señalan los autores.

Finalmente, valoran cómo el colectivo ha logrado convertirse en un agente sociopolítico -como ejemplo, su visita a La Moncloa- cuya lucha tiene ecos en el resto de profesiones relacionadas con la limpieza y capitaneados por mujeres.

El investigador principal del estudio admite que, a pesar de los relevantes avances que ha supuesto la irrupción de Las Kellys, sus condiciones apenas han mejorado. “La mayoría de sus reivindicaciones siguen sobre la mesa”, admite Alcalde-González, que cree que la pandemia también ha jugado en contra del colectivo. 

La principal reivindicación de estas limpiadoras continua siendo que no se permita la subcontratación a través de empresas multiservicios que no cumplen con el convenio del sector, una medida que permite la reforma laboral de 2012 y que supone un ahorro significativo de costes para los empresarios. “Al margen de promesas y su utilización por partidos políticos, habrá que ver qué pasa con la derogación de la reforma laboral y si finalmente atienden a sus reclamaciones”, remacha este sociólogo.