Un trabajador que estuvo a punto de morir en el desmontaje del Mobile de 2019: “Este cuerpo ha vuelto a nacer”

Nando Cruz

4 de marzo de 2023 22:38 h

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Más allá de la ocupación hotelera, el impacto económico en la ciudad y el volumen de negocio que haya generado el Mobile World Congress en el sector tecnológico, hay otro balance a añadir al resumen de esta edición: la muerte de un joven de 21 años durante las tareas de montaje del congreso de móviles. Por ahora es solo una cifra, pues no ha trascendido su nombre. Una treintena de trabajadores han organizado varias acciones de protesta ante la mirada, curiosa o indiferente, pero siempre apresurada, de los asistentes que salían del recinto camino de sus hoteles. Al frente de las concentraciones ha estado Ángel Justel, un trabajador que estuvo a punto de morir en el Mobile World Congress de 2019.

Justel cayó desde una altura de seis metros en la última jornada de desmontaje. Su última misión, como rigger o tramoyista especializado en trabajos en altura, era descolgar cuatro motores anclados en el techo y bajarlos al suelo. Aquel año era imposible hacerlo con máquinas porque se habían instalado carpas dentro del pabellón. “El montaje ya había sido un infierno: bastante duro y muy desorganizado. Había que subirlo todo con escaleras y andamios con ruedas. Habían entrado unos trabajadores polacos o búlgaros con los que no había manera de entenderse porque no hablaban ni inglés y tampoco había nadie de enlace para poder comunicarnos”, relata. Si el montaje ya fue complicado, en el desmontaje hubo más descontrol. “Se iba desmontando lo que se podía”, dice.

Cuando llegó la hora de descolgar los últimos motores, los trabajadores del Este estaban en otra zona y las gradas que habían montado en aquella carpa seguían allí. Imposible bajar los motores con el andamio de ruedas. La única solución era trepar con una escalera. El riesgo era extremo. “Yo tenía experiencia de subir a escaleras para colgar bandoleras en farolas, pero aquello era inhumano. En cuanto bajase la cadena del motor, ya no tendría donde agarrarme. Cuando había bajado los cuatro motores y la faena estaba hecha, la escalera se tambaleó. Vi que no había salvación y solo intenté no caer de espalda. Quedé inconsciente hasta que llegó el SEM, aunque esto ya no lo recuerdo; me lo explicaron. Me metieron en una camilla hinchable porque tenía espasmos”.

Justel volvió a nacer tras dieciocho días en coma y veinte más en la UCI. La caída se saldó con diecinueve fracturas de costillas. “Me rompí por delante y por detrás. La mano derecha me quedó tocada. La rodilla derecha, también. Tengo coxalgia bilateral y debería pasar por quirófano a operarme la cadera”, enumera. Cuatro años después, Justel duerme parapetado entre almohadas y sobrelleva al dolor a base de parches de fentanilo, aunque aclara que las secuelas del accidente no son solo físicas sino también psíquicas. Ni se le ha pasado por la cabeza retomar su trabajo de rigger. “Este cuerpo ha vuelto a nacer”, celebra. Tampoco puede recuperar su otro trabajo como guardia de refugio de montaña porque aún no ha recuperado por completo su capacidad torácica para respirar.

Tras varios años de litigio, el pasado 16 de febrero la justicia desestimó una demanda que pretendía reducir la cuantía de la indemnización a Justel. La jueza consideró probado que la causa del accidente fue “realizar trabajos a 5,50 metros de altura mediante un equipo de trabajo inadecuado, escalera de mano, cuya utilización estaba prohibida por instrucciones de la empresa titular de centro de trabajo Fira Internacional de Muestras de Barcelona”. La sentencia añadía que la empresa organizadora había “incurrido en incumplimientos” que fueron “determinantes del accidente” ya que “la coordinación de las actividades de prevención de riesgos” se limitó a “un mero control formal”. Justel trabajó ese año dentro de una red de subcontratas que implicaba a tres empresas distintas.

Fuentes de Fira de Barcelona, por su parte, aseguran que en montajes y desmontajes de esta envergadura trabajan más de 4.000 personas –2.500 simultáneamente en horas de máxima actividad–, y que estos casos, los de 2019 y 2023, son los dos únicos accidentes graves que han sucedido. Asimismo, afirman que en ambos sucesos los protocolos de seguridad vigentes fueron superiores a los que establece la ley y que en ambos casos había en Fira Gran Via “una ambulancia y cinco sanitarios: un médico, tres enfermeros y un técnico de transporte sanitario”. En 2019 también hubo “un coordinador de seguridad y cinco recursos preventivos”. Estos últimos son personas encargadas de velar porque las condiciones de trabajo sean adecuadas y no se corran riesgos (en 2023 había ocho).

Tres décadas de experiencia

Justel no era un joven inexperto cuando cayó de aquella escalera. Tenía 50 años y era escalador desde la adolescencia. Se introdujo en los trabajos en altura en los año 80 y en los 90 ya montaba estructuras para macroconciertos. Estaba curtido en montañas, andamios, fachadas, escenarios, ferias y plataformas elevadoras. Y aquel accidente de 2019 ni siquiera era el primero. En 2011 saltó volando de una plataforma elevadora que volcó. esa vez fue en el Palau de Congressos de la avenida Diagonal y solo sufrió algunas contusiones leves, pero su compañero pasó un año de baja debido a unas fracturas abiertas de tibia y peroné.

Por experiencia, Justel sabe que los accidentes son un cúmulo de circunstancias: “La inexperiencia, los planes de emergencia, el no decir que no… Ese día tendría que haberme negado a subir a esa escalera. De hecho, me negué. Podía hacerlo, pero pensaba: ‘En los 90 montábamos los escenarios del Mercat de Música Viva de Vic o el de los Tres Tenores en el Camp Nou sin arnés, pero ¿aún tengo que hacerlo? En aquella época, la broma que se hacía era: ‘Si te caes, agárrate al martillo’. Ese día me dijeron: ‘Va, bajas el último motor y nos vamos a casa’. Como somos especialistas, se aprovechan. Pusieron a tres chicos sujetando la escalera para que no pasase lo que pasó”, recuerda. Pero pasó.

Justel considera que parte de la responsabilidad de su accidente fue de la desorganización que reinó aquellos días. “Los desmontajes siempre son más frenéticos y peligrosos que los montajes. Es como la montaña: lo difícil es bajar, no subir. Las empresas se quieren ahorrar dinero, y te lo facilitan para que desmontes lo más rápido posible”, compara Justel. Fuentes de Fira de Barcelona confirman que si el montaje del Mobile dura diez días, el desmontajes se resuelve en cinco. Horas después de la muerte del trabajador en la recién concluida edición del Mobile World Congress, algunos compañeros lamentaron que la ambulancia hubiese tardado tanto en socorrerlo y que, a pesar del riesgo que implican estos trabajos y de la cantidad de personas que trabajan a la vez en un recinto de 240.000 metros cuadrados, no haya un equipo sanitario de emergencia fijo en cada uno de los ocho pabellones del recinto Fira Gran Via.

José Luis Gallardo y Ana Alonso fundaron hace quince años Prevent Event, una empresa de coordinación de prevención de riesgos laborales en eventos y espectáculos, tras la muerte, en 2007, de dos trabajadores durante el desmontaje de un concierto de los Rolling Stones en el Estadio Vicente Calderón de Madrid. Reconoce y lamenta que ni la Ley de Espectáculos Públicos ni la Ley de Prevención obliguen a los promotores de ferias y espectáculos a disponer una ambulancia durante las jornadas de montaje y desmontaje. “El artículo 20 de la Ley de Prevención habla de establecer medidas suficientes y adecuadas. Pero, ¿qué significa medidas suficientes y adecuadas? Es una normativa muy poco específica. Eso es paja. Muchos promotores son conscientes y toman medidas, pero muchos otros, si no se ven obligados por la ley, no lo hacen”, explica.

Desde el sindicato de técnicos del espectáculo Tecnicat, su vocal Robert Ballester denuncia que la ley de prevención de riesgos laborales se redactase sin tener en cuenta los trabajos de riesgo que se realizan en los montajes de ferias y conciertos. Y expone la siguiente paradoja: “Es un poco estúpido que mientras se monta el Mobile World Congress, donde hay cientos de personas trabajando y asumiendo muchos riesgos, no hay obligación de tener un servicio médico y una ambulancia. En cambio, si organizas una carrera popular de cien personas si estás obligado a tenerlos por si algún corredor se tuerce un tobillo”.

En 2020, el Instituto Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo publicó un Manual de Buenas Prácticas para cubrir las lagunas legislativas. En su capítulo 9 ofrece una serie de recomendaciones de prevención y actuación en caso de accidente. Pero son solo eso: recomendaciones. Por ahora, la ley solo es tajante a la hora de proteger la seguridad de los espectadores, no de los trabajadores; aunque los trabajadores corran muchísimo más riesgo que el público. Ahora mismo, aclara Alonso, “la ley solo obliga a tener un botiquín durante el montaje y desmontaje de eventos. Ni siquiera, un sanitario con formación en primeros auxilios y material para socorrer al accidentado mientras llega la ambulancia”.

La historia se repite

En 1999, veinte años antes del accidente de Justel, otro trabajador de altura cayó y falleció en el recinto ferial de Montjuïc. Se llamaba Josep Maria Alsina y era un escalador de referencia que había abierto vías de gran dificultad en Montserrat. (El del escalador que aprovecha su técnica para trabajar como rigger es un perfil habitual y, de hecho, los riggers catalanes tienen fama internacional). Alsina trabajaba ese día en el pabellón Alfonso XIII de Fira de Barcelona. “Estaba en el palomar, encima de un falso techo que tenía una estructura con pasarelas. Las barandillas no estaban en condiciones. Resbaló y al caer se golpeó en la cabeza”, explica Justel. Fue ingresado de urgencias en el Hospital Clínic. A las pocas horas, comunicaron a sus familiares que estaba clínicamente muerto.

Alsina era el menor de siete hermanos. Jordi Alsina, uno de ellos, recuerda que el juicio fue muy duro porque la defensa intentó presentar a su hermano “como una persona temeraria que no era consciente de los riesgos que corría. Fueron tácticas de los abogados de la parte demandada para ahorrarse dinero, pero mi hermano era justo lo contrario: una persona muy experimentada que sabía dónde se metía. Aquel día eran varios trabajando y se subió él porque era un trabajo difícil y él era el más experto. Si era tan peligroso, tendrían que haber medidas adecuadas y está claro que no las hubieron. Su hermano murió con 39 años y su familia recibió una indemnización. ”No fue ninguna fortuna“, aclara.

En la concentración del miércoles, Ángel Justel leyó un comunicado en el que recordó la historia de Alsina, relató su accidente de 2019 y lamentó que siga habiendo víctimas laborales durante los montajes de ferias. Aunque vive fuera de Barcelona, ha bajado cada día para solidarizarse con la familia y los amigos del joven que falleció el 20 de febrero en el montaje del Mobile World Congress; un joven al que, a falta de más datos, se refiere como ‘el obrero desconocido’. “Al día siguiente murió otro trabajador en Granada. Dos días antes había muerto uno en Bilbao. Cuatro días después, otro en Granollers. La mortalidad laboral es una pandemia”, denuncia el ex-rigger.

Según datos del Ministerio de Trabajo, en 2022 fallecieron en España 826 trabajadores en accidentes laborales. Son más de dos trabajadores muertos al día y un 17’2 % más que en 2021. “En Qatar caen como moscas, pero aquí también caen. Es como una gota malaya. Trabajar en este sector es comprar boletos para un accidente, pero parece que lo que pasa en Fira se queda en Fira”, concluye Justel. Las acciones de protesta por este nuevo siniestro culminaron el jueves, último día del Mobile, con una ofrenda floral al obrero desconocido.