Uno de cada tres alumnos vulnerables deja los estudios antes de tiempo, el triple que el resto
Abandonar los estudios antes de tiempo, solo con el título de la ESO o incluso sin él, suele ser sinónimo al cabo de unos años de paro, empleos de baja calidad y problemas de exclusión social. Las consecuencias del Abandono Educativo Prematuro (AEP), que afecta al 13,3% de los jóvenes en España, son conocidos, pero existen pocos detalles sobre quiénes lo padecen más, en qué colegios y exactamente a qué edad. Pues bien, en Catalunya, un estudio de la Fundació Jaume Bofill ha concluido que por la brecha que separa la Secundaria del Bachillerato y la Formación Profesional (FP) se perdieron en 2020 casi 10.000 alumnos, gran parte de ellos de familias vulnerables.
El estudio constata que casi uno de cada tres jóvenes de familias con problemas económicos, el 32,3%, o bien no acaban la ESO o, los que lo hacen, ni siquiera intentan cursar Bachillerato o una Formación Profesional (FP). Un porcentaje parecido se observa con los alumnos de origen extranjero (35,6%) y es superior, del 43%, con los que tienen algún tipo de trastorno o discapacidad. De entre el resto de la población escolar, los que lo dejan entre esas etapas son el 9%. “Estamos hablando de muchos jóvenes para lo que debería ser una transición muy básica, puesto que sabemos que tener solo la ESO es un factor claro de exclusión social”, valora Adrián Zancajo, sociólogo de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y coautor del informe junto a Carlos Bueno.
La investigación presentada por la Fundació Jaume Bofill este miércoles es inédita porque permite por primera vez desgranar los datos de los chicos y chicas que renuncian a seguir estudiando, algo que con el conocido indicador del Abandono Educativo Prematuro (EAP), el que se usa para comparar entre comunidades autónomas y países, no se podía. El dato oficial de abandono se calcula mediante la Encuesta de la Población Activa (EPA) y cuenta a todos aquellos jóvenes que tienen entre 18 y 24 años y no tienen títulos de estudios superiores ni están en ese momento cursando ningún grado o FP.
En cambio, el estudio de Zancajo y Bueno se basa en la base de datos del Departamento de Educación de la Generalitat, el Registro de Alumnos de Catalunya (RALC), lo que les ha permitido analizar y cotejar las trayectorias académicas de todos los alumnos de las generaciones que se graduaron de la ESO entre los cursos 2016-2017 y 2019-2020. “Es muy relevante porque supone abrir la caja negra del abandono escolar prematuro”, sostiene Aina Tarabini, también socióloga de la UAB y con más de una década de investigación en desigualdades y abandono.
En el interior de esta caja negra que es el estudio –titulado El abandono en 4º de la ESO: las desigualdades en la transición a la educación postobligatoria– se analiza el abandono en función de la clase social o el origen de los alumnos. Y también del género. El 14,8% de los chicos no saltan a la educación postobligatoria, mientras que entre las chicas son el 10%. Cruzando los datos, se puede observar cómo el porcentaje de jóvenes varones de origen extranjero –o hijos de extranjeros– que abandonan se dispara hasta el 40%. A los 19 años, el rastro de estos chicos ya se ha esfumado de la base de datos de Educación.
“Que haya tantos jóvenes que no transiten hacia la educación postobligatoria es preocupante. Estamos hablando de algo que debería ser automático; debería ser un derecho con políticas públicas que lo garanticen”, insiste Zancajo, que lo compara con la campaña hace 30 años para que no se perdieran alumnos en el salto entre la Primaria y la Secundaria (que por entonces se llamaban EGB y BUP). “Hoy el foco debe ponerse aquí”, reclama el sociólogo de la UAB.
El 61%, antes de probar FP o Bachillerato
Con una tasa del 14,8, Catalunya es hoy una de las comunidades autónomas más golpeadas por el Abandono Escolar Prematuro –el indicador oficial– de España, que es a su vez uno de los países que más padece el fenómeno de toda Europa. El índice se ha ido reduciendo en los últimos años, y aquí el informe de la Fundació Jaume Bofill añade nuevas pistas para los responsables de la Administración educativa. Un dato relevante que observa el estudio es que el 61% de quienes han dejado los estudios ni siquiera llegaron a probar la FP o el Bachillerato, sino que sencillamente se quedaron con el título de la ESO (o sin él).
En este sentido, no es lo mismo pensar medidas para evitar que los adolescentes tiren la toalla a los 16 años, cuando acaban la ESO, que pensar fórmulas para que no abandonen un Grado Medio o un Bachillerato a las primeras de cambio. “A menudo cuando hablamos de abandono en España por inercia ponemos el foco en lo que ocurre en Bachillerato y la FP, en cuántos lo dejan en ese momento, pero se habla menos de la transición previa”, afirma Zancajo, que lo ve como un problema. “La ruptura que supone ni siquiera dar el salto a la postobligatoria es importante, porque para muchos jóvenes significa también que será más difícil reengancharse”.
Aquellos que renuncian siquiera a probar suerte en la educación postobligatoria, más de 5.000 el año 2020 en Catalunya, son los perfiles de jóvenes a los que Tarabini llama de “desvinculación escolar”. “Son chavales con trayectorias débiles, que o bien no se graduan de la ESO o que lo hacen de forma débil, con pocas competencias”, describe. Alumnos la mayoría con una mala experiencia de su paso por clase. “Muchos de ellos cuando hacen la transición nos dicen que no saben qué hacer ni qué les gusta, pero sí saben qué no quieren hacer”, advierte Tarabini.
Para ellos, la solución debe llegar antes de dar el salto. “Si los jóvenes escogen a partir de su experiencia, y en estos casos ha sido negativa, lo que debemos es proporcionarles que experimenten otro tipo de competencias en el instituto, para generar en ellos identidades positivas”, argumenta la socióloga. Zancajo añade además que los recursos para los programas que se desplegan para combatir el fracaso escolar al final de la ESO, como las Escuelas de Segunda Oportunidad y otros planes para reenganchar a los jóvenes, se podrían adelantar. “No digo que estos no hagan buen trabajo, que lo hacen y es mejor que existan, pero si a ellos les va bien tener ratios reducidas y mejor acompañamiento, ¿por qué no incorporamos esto antes?”, razona.
Para el resto de los que abandonan, los que lo dejan una vez han intentado sacarse un Grado Medio o el Bachillerato, las medidas deben ser otras. “Los ciclos formativos son los que tradicionalmente reciben los alumnos con más dificultades de aprendizaje, más bajas competencias y más diagnósticos, pero luego sus profesores no tienen recursos para atenderlos”, constata Tarabini, que remarca que la apuesta por la orientación académica en estas etapas debería ser mucho más decidida que actualmente. El propio informe de la Fundació Jaume Bofill recoge una batería de propuestas. Entre ellas, más “acompañamiento” en las transiciones desde el primer ciclo de Secundaria, dar más recursos al alumnado vulnerable, incluidas becas salario o para el transporte, y reducir la segregación escolar.
La segregación y el ‘efecto compañero’
Reducir la segregación escolar, una tarea a la que se ha comprometido la Generalitat, tendría también su impacto sobre el abandono, según el estudio. En unos datos que confirman las hipótesis de los expertos, mientras que en la pública abandonan los estudios el 14,9%, en la concertada lo hacen solo el 9,1%. Y hay más: casi el 50% de la población escolar que no accede a la postobligatoria procede de un 25% de los centros, los de barrios pobres o denominados de Máxima Complejidad.
“Una parte del abandono se explica por la concentración. Es lo que se conoce como el ‘efecto compañero’, si todos los que te rodean no transitan hacia la postobligatoria, ni los de tu curso anterior tampoco, es más probable que tú no lo hagas”, describe Zancajo. O lo que es lo mismo, un joven que saque malas notas, independientemente de su origen social, tiene más probabilidades de acabar yendo a la FP o Bachillerato si está en un instituto de familias de clase media que si está en uno de barrio pobre.
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