Andreu Mayayo Artal (Samper de Calanda, Teruel, 1959) es catedrático de Historia Contemporánea y vicedecano de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Barcelona. Colaborador habitual de los medios de comunicación, Mayayo es miembro del Patronato de la Fundación Periodismo Plural, la fundación que edita el diario Catalunyaplural.cat. Entre los libros que ha publicado destacan La Conca de Barberà 1890-1939: de la crisis agraria a la guerra civil (1986), La ruptura catalana. Las elecciones del 15 de junio de 1977 (2002), Recuperación de la memoria histórica o reparación moral de las víctimas (2006) y La voz del PSUC. Josep Solé Barberà (1913-1988) (2007). En esta entrevista, el catedrático dice que con la nueva consulta planteada por el Presidente Artur Mas no se quiere conocer la opinión de todos los catalanes sobre el proceso soberanista sino sólo movilizar a los partidarios de la independencia. Mayayo ve también más probable una reforma de la Constitución que la secesión de Catalunya y critica a Jordi Pujol por actuar como un simple privado después de haber confesado que tuvo dinero escondido en el extranjero durante unos 30 años y por no ayudar a hacer limpio a Convergència y a Catalunya. Finalmente, el historiador sostiene que el próximo año se producirán muchos cambios en el escenario político. Cree que es un buen momento para las fuerzas a la izquierda del PSOE si saben leer lo que quiere el pueblo: regeneración democrática y situar las cuestiones sociales en el primer plano de la actualidad.
El presidente Artur Mas ha anunciado recientemente que no se hará la consulta que se había pactado con el resto del bloque soberanista y, ahora, plantea una consulta alternativa, un tipo de proceso participativo.
El relato del Presidente Artur Mas era clarísimo. Hace un año dijo que intentaría hacer una consulta y que si no se podía acabaría la legislatura y esperaría a ver qué pasaba en España en 2015. Durante el 2014, se ha puesto mucha presión. El propio Presidente Mas y el núcleo dirigente de Convergència han ido extremando sus posiciones, y el propio Presidente Mas se ha puesto con la tesitura que no se puede aguantar hasta 2016 y que hay que votar antes. Mas ha llegado más lejos de lo que la gente pensaba y ahora se ha encontrado con un escenario marcado, no tanto sólo por la suspensión cautelar del Tribunal Constitucional, sino por el hecho que no había consenso interno para desobedecer al Tribunal Constitucional. La salida a todo esto podía ser unas elecciones que tenían que ser diferentes respecto a las anteriores, y la manera de ser diferente es que fueran unas elecciones de candidatura unitaria. El Presidente Mas empezó a presionar a Oriol Junqueras en esta línea el pasado mes de agosto. El Presidente Mas sigue un guión muy claro: se llegaba hasta donde se llegaba y llegado a ese punto –la imposibilidad de hacer la consulta-- no habría otra solución que ir hacia una convocatoria electoral diferente. Esto no lo puede impedir el Gobierno central. Este es el guión en que estábamos todos instalados. ¿Qué pasa aquí cuando se rompe esta visión unitaria y ERC dice que se tiene que mantener el pulso con el Estado e intentar hacer la consulta? Pues, que Mas se saca un conejo de la chistera, una cosa que no estaba prevista en el guión, ni en su propio guión, y es lo que yo defino como una consulta plebiscitaria.
¿Por qué?
Porque malgasta el concepto de consulta, que es el patrimonio más preciado de todos los que estamos a favor del derecho a decidir. El Presidente Mas no actúa en clave de país sino de partido, del partido del Presidente. No el de Convergència en horas bajas. El Presidente Mas decía que quería organizar una consulta para saber con nitidez qué piensan los catalanes. Ahora, con lo que se plantea, este no es el objetivo. Lo que se está haciendo es movilizar sólo a la gente que quiere la independencia de Catalunya. Esto lo puede hacer la sociedad civil, pero no un gobierno. Un gobierno lo que hace es contar votos, con unas elecciones o con unas consultas legales y acordadas. Si esto lo hace el Presidente Mas es porque se encuentra ante la negativa de ERC y de las otras fuerzas políticas, pero sobre todo de ERC, a comprarle una candidatura unitaria para ir a unas elecciones plebiscitarias. Ante este panorama, Mas puede hacer dos cosas: no hacer nada, es decir no convocar elecciones porque si no hay una candidatura unitaria no tiene sentido, o hacer una movilización, un sucedáneo de consulta que de una manera u otra le lava la cara ante la gente a la que prometió que pondría unas urnas para que pudieran votar. Lo que quiere es la movilización de unos determinados ciudadanos, con unas finalidades electorales que ya ha marcado y que son que después de esto vendrá la definitiva a través de un referéndum o unas elecciones.
¿Qué escenario prevé después de esta consulta plebiscitaria?
El Presidente Mas ha intentando trasladar la presión a ERC. Y ha hecho una jugada que, desde el punto de vista político, está muy bien. Le está diciendo a ERC que si hace esto es porque Junqueras le ha dicho que no a una candidatura unitaria. De este modo, ha trasladado la presión a Junqueras. El Presidente Mas ha llegado a un acuerdo con los dirigentes de la Asamblea Nacional Catalana y de Òmnium Cultural, y con los municipios por la independencia para recomponer la unidad e ir a unas elecciones plebiscitarias con una candidatura unitaria. De ahora hasta el 9 de noviembre, el Presidente Mas hará todo el posible para presionar a ERC para que acepte una candidatura unitaria.
¿Para mantenerse él en el poder?
Esta es su voluntad. Creo que ERC puede ceder o puede contraatacar políticamente aceptando una candidatura unitaria pero planteando, por ejemplo, que la lista la encabece un independiente y no Mas.
Si pasa esto, ¿qué interpretación hace?
Significaría un fracaso total de los políticos y dejar en manos de la sociedad civil la dirección de todo este proceso. Que el Presidente Mas no encabece la candidatura será bastante complicado. ¿Alguien se imagina una lista encabezada por Carme Forcadell con el Presidente Mas de número 2? Cómo acabará todo esto lo sabremos, pero lo que sí que vamos sabiendo son cosas más importantes. Aquí durante mucho tiempo se había dicho que se haría lo necesario para que la gente, después de la famosa sentencia del Tribunal Constitucional, pudiera decidir. Intentar decir que ahora, además de esta consulta, se tienen que hacer unas elecciones plebiscitarias, nos sitúa en un marco absolutamente extraño en un tema en el que a nadie se le escapa la importancia que tiene. Igual es hora que se empiece a explicar qué se contará en estas elecciones, ¿escaños o votos? ¿Cómo declararemos la independencia, con 68 o con 95 diputados?
¿Hay una fractura social en Catalunya, más allá de los políticos, la Catalunya a favor de la independencia y la unionista?
Creo que de la crisis económica saldremos, con bastantes pérdidas de derechos, por ejemplo, las vacaciones pagadas. Del encaje de Catalunya en España y en Europa, también. Pero veo más probable una reforma de la Constitución que la secesión de Catalunya. Lo que es posible es que no nos salgamos con la cohesión social que en Catalunya estaba fundamentada en el llamado catalanismo. El catalanismo cimentaba la cohesión social de Catalunya, a diferencia de otros lugares, como por ejemplo el País Vasco. Allá o eras abertzale o eras españolista. La admiración que tenían los vascos por los catalanes era que nosotros teníamos el catalanismo, que es un llamamiento a la autoestima y a la catalanidad, con la cual se identificaba gente que piensa diferente, de derechas de izquierdas, gente independentista o federalista. Alrededor del 80% de la población se sentía cómoda con esta etiqueta, que cohesionaba y mucho. Aquí las cosas importantes, la defensa de un modelo escolar propio, la lengua, tenían el apoyo del 80% de la población, la que se llama y se siente catalanista.
¿Y ahora, esto se puede romper?
Lo que puede pasar es que de todo este proceso salgamos con que la vinculación con la catalanidad o el catalanismo venga tan sólo de la mano de los sectores independentistas. Pueden cambiar mucho las cosas, pero todos los estudios que se han hecho hasta ahora dicen que la gente que se declara independentista y que votaría a favor de la independencia de Catalunya, son el 40 o el 42%. Los independentistas no son el 80% como a veces parece. Es una parte importante, seguramente la parte más importante. Pero sólo es una parte y esta parte no puede representar el todo. Aquí la unidad no puede ser sólo alrededor de la independencia de Catalunya. La unidad tiene que ser mucho más amplía. Si miramos los resultados de las elecciones de 2012, había una unidad muy importante alrededor del derecho a decidir que, de la manera que se ha gestionado, se ha ido debilitando hasta llegar a un momento en que el derecho a decidir sólo se identifica con votar sí-sí a la independencia de Catalunya. Lo que de verdad me preocupa es que esta identificación de catalanismo con independentismo excluye a buena parte de la población y nos empobrece porque nos confronta. Hay mucha gente que se siente muy catalana y catalanista y que no es independentista. Entraremos en colisión.
Da la sensación que el proceso soberanista está desgastando a Convergencia. Las encuestas electorales no le dan unos buenos resultados.
El proceso ha hecho estallar al PSC y creo que hará estallar a Convergència. Por muchas razones. Tenemos un Presidente desautorizado desde 2012. Aquí no nos acordamos pero en las elecciones de 2012, Mas planteó un plebiscito al pueblo de Catalunya y perdió 12 escaños. Mas ya no tendría que ser el Presidente de la Generalitat. Uno de los fundadores de Convergència y padre de la patria [Jordi Pujol] cree hay que proteger antes los intereses privados y familiares que los intereses generales y comunes, con la repercusión que esto tiene en la propia Convergència y en el conjunto del catalanismo, de la sociedad y de los valores. Hasta hace cuatro días era secretario general de este partido alguien [Oriol Pujol] que lo ha dejado por sus presuntas implicaciones en acciones delictivas. Es un partido que tiene la sede embargada por el caso Palau. Convergència no escoge a sus dirigentes como los tiene que escoger y como marcan sus estatutos. Es un partido que decide de repente que se transforma en independentista y de centro-izquierda. Todo es posible, pero si a la gente se le habla de independentismo y centro-izquierda, piensa en ERC. Es un partido que decide, por ejemplo, el candidato a la alcaldía de Barcelona sin hacer primarias. El resto de fuerzas, al menos, intentan hacer algunos procesos participativos, cuando menos internos. Convergència ha hecho una transformación en un momento muy delicado y complicado y creo que su relación con Unió todavía se complicará más.
¿Prevé una separación entre Convergència i Unió?
Si Convergència acepta ir en una candidatura unitaria y el primer punto es la declaración unilateral de independencia, Unió no lo aceptará. Parece que esta podría ser la línea roja que Unió le ponga a Convergència. Es posible que Unió u otra cosa ocupe un espacio dentro del catalanismo que diga que se tienen que hacer muchas cosas pero no una declaración unilateral de independencia. ¿Se puede producir un cambio de pareja por parte de Convergència, es decir que deje a Unió y se vaya con ERC? Es posible, pero sí de aquí sale una candidatura unitaria para ir a unas elecciones plebiscitarias, el Presidente tendrá que explicar muy bien por qué lo hace. ¿El objetivo es que si sacan mayoría absoluta, al día siguiente harán una declaración unilateral de independencia o empezará un proceso de negociación con el Estado para conseguir la independencia? La gente identifica este proceso con una película que tiene un final, y la gente espera un final feliz. Pero la ciudadanía no se da cuenta que esto no es una película sino una serie. Cada temporada salen nuevos personajes y nuevas tramas. Llevamos 300 años con esto. No se acabará haciendo unas elecciones en que hay una candidatura unitaria que gana estas elecciones y que proclama la independencia o va a intentar negociarla con el Estado. Las cosas desgraciadamente no van así. Simplemente lo que pasará es que es un escenario perfecto para conseguir que la gente de izquierdas acabe votando a la derecha. Aquí no hay otra discusión que la independencia del país, la libertad plena. No se tratan las cuestiones sociales. Esto, dicen, lo haremos después. Mi percepción es que el objetivo de todo este ajetreo es el de convocar unas elecciones y que el Presidente Mas pueda tener la sensación que gana unas elecciones y que esto le permita continuar con su combate con el Estado y mientras ir gobernando a ver qué pasa. No hay nada más.
Parece que, con este tema sobre la mesa, ya nadie se acuerde de los recortes que se han hecho.
Vender que los recortes el Gobierno de Convergencia los ha hecho de manera obligada es una tomadura de pelo a la ciudadanía y al sentido común. Los recortes no nos los impone nadie, sino que es el gobierno de Convergència en 2011 quién va lanzadísimo e incluso alecciona al gobierno del PSOE y de Mariano Rajoy para proseguir con esto. Decir ahora que con la independencia tendremos más recursos es reírse de la gente. Puedo entender que la gente tenga muchos sentimientos, muchas emociones, que le gustaría que su país fuera no sé qué, pero vamos a hablar seriamente de que este país no por el hecho que se ha decidido que pueda ser independiente será mejor, ni tendrá más dinero ni más recursos.
¿Qué cree que ha originado este auge del independentismo que ha habido los últimos años?
Si estamos en este callejón sin salida es porque se rompió una regla no escrita, que era el espíritu constitucional y estatutario sobre la cual se basaba todo. Con la última reforma del Estatut se hizo una propuesta, se llegó a un acuerdo en el Congreso de los Diputados y después el acuerdo fue ratificado con un referéndum vinculante. Hacía falta que el pueblo tuviera la última palabra. Pero en 2010, con la sentencia del Tribunal Constitucional, esto se rompió. El Tribunal Constitucional si tenía que intervenir lo tenía que haber hecho antes porque no se podía romper una cosa básica y que era que al final el pueblo de Catalunya decidía sobre el pacto que se había acordado con Madrid. Esto es importantísimo para entender que cuando estamos discutiendo sobre los conceptos de soberanía, el Estatut no es una cesión gratuita del Estado a Catalunya. Es un momento de pacto, de reconocimiento de soberanía hacia la otra parte, en este caso Catalunya. Y, por lo tanto, cuando los catalanes estamos votando, estamos ejerciendo nuestro derecho a la autodeterminación, nuestro derecho a la soberanía. Esto, con la sentencia del 2010, se rompe, y nos violenta a todos y se plantea como es debe rehacer.
Ante esta situación que se tenía que rehacer había muchas salidas, pero básicamente dos: Una, volver a empezar y rehacer este proceso con otro escenario de correlaciones de fuerzas y ver de qué manera se podía dejar claro que después de llegar a un pacto y de que el Estatut fuera ratificado por el pueblo, nadie pudiera intervenir, ni siquiera el Tribunal Constitucional. El Tribunal Constitucional podría intervenir antes, con lo que se denomina recursos previos. Y la segunda salida, en la que se ha embarcado una serie de gente, es la vía de la secesión. Convergència, que hasta entonces había estado por la reforma estatutaria, toma una decisión, al menos su núcleo dirigente, de ir encaminándose con una rapidez brutal hacia posiciones independentistas. Este es el gran cambio que ha habido en el panorama político catalán porque todos los otros, más o menos, se han quedado en el lugar donde estaban. Pero Convergència no y lo que ha hecho ha sido acelerar. ¿Esto qué ha provocado? Pues, que si se cogen los datos de 2010 y 2014, la gente que dice que se siente independentista o que votaría por la independencia ha pasado del 20 al 40%, siguiendo esta evolución de Convergencia. Es normal que esto haya pasado dado el momento de locura que se vive y que el partido central de Catalunya haya hecho este giro.
Pero si se hicieran unas elecciones en el Parlamento parece que ganaría ERC.
Sí, pero ahora me refiero a los independentistas, no estoy diciendo quién liderará este proceso. La gente que ahora está a favor de la independencia son sobre todo militantes o votantes de Convergencia que antes difícilmente se hubieran sentido cómodos con esta etiqueta y ahora cuelgan la estelada en el balcón. Este es el cambio sociológico que se ha producido, que un partido político, legítimamente, al menos de puertas para afuera, ha tomado una decisión de ir a ocupar este espacio independentista. Todo esto, además, lo que ha provocado es acelerar todo un proceso para identificar el Estado español con el Gobierno del PP, un gobierno que se cierra a aceptar cualquier reforma constitucional o cualquier propuesta alternativa. La idea es que ante el inmovilismo del Estado no hay otra salida que declarar la independencia de Catalunya o hacer todos los procesos que sean necesarios. Creo que este es un error que no podemos cometer los catalanes y ni siquiera Convergència. El error es confundir al conjunto de España con el Estado y el Estado español con el Gobierno del PP. Todo apunta que, a final de 2015, esta mayoría absoluta del PP no estará. Y todo apunta, incluso lo dice gente del PP, que nos estamos encaminando hacia reformas constitucionales.
Pero, realmente, ¿usted cree que puede haber un consenso para reformar la Constitución, con una relación tan tensa como la que hay actualmente entre los gobiernos catalán y español?
Puede salir una nueva mayoría sin que se excluya a nadie que llegue a la conclusión que hay que volver a rehacer la Constitución. Y cuando entramos en esta dinámica entraremos en un proceso muy diferente. Y para buscar una solución en la cuestión catalana se tendrá que hacer una reforma constitucional que al menos pueda ser votada mayoritariamente en Catalunya. Y para poder ser votada mayoritariamente en Catalunya, las cosas tendrán que quedar bastante claras respecto a la identidad nacional de Catalunya, respecto a la competencia exclusiva en el modelo escolar, respecto a la financiación... E, incluso, respecto a la posibilidad que los catalanes puedan tener en un momento determinado, mediante un referéndum, la posibilidad de secesión del Estado.
Explique cómo se tendría que hacer para incluir en la Constitución la posibilidad que Catalunya pudiera pedir la secesión.
Para que no se estuviera cada dos por tres con esta historia se tendrían que definir muy bien las reglas del juego y de mayorías. Se podría decir, por ejemplo, que se reconoce la posibilidad de la secesión de mutuo acuerdo y dentro de la Unión Europea pero que la petición para convocar el referéndum lo tendrían que hacer como mínimo dos tercios del Parlament de Catalunya y, como mínimo, en este haría falta que participara el 50% de la población y votara a favor un 60%. Si se llegara a hacer, lo que me parece evidente es que tendría que haber unas mayorías amplias. Estamos ante un tema bastante serio. No sé hasta dónde llegará la reforma constitucional pero también creo que hará falta que esta reforma constitucional sea votada ampliamente en Catalunya porque si no es votada ampliamente en Catalunya tendremos otro problema. Hace falta que todo el mundo tenga claro que el Estatut es un pacto entre los catalanes y el Estado y que es cuando se ejerce la soberanía. Y para resolver este problema no queda otro camino que una reforma constitucional.
Vamos avanzando. ¿Qué valoración hace de la confesión de Jordi Pujol del pasado verano?
La confesión de Pujol y después la reacción que tuvo en el Parlament, desafiando y regañando a los diputados, y después la actitud de no colaborar con la Administración de justicia y con la Agencia Tributaria ha provocado una gran conmoción. Que Jordi Pujol se haya situado en esta esfera privada de defender los intereses privados o familiares en lugar de los intereses generales es lo que ha provocado esta conmoción terrible. En el ámbito penal es lícito mentir para defenderse, pero en el ámbito político, no. Para muchos, Pujol era un referente político, pero también para sus adversarios era una persona que había participado en la consolidación de la democracia y del autogobierno de Catalunya. Había contribuido al bienestar colectivo. Ahora, con la confesión del Presidente, muchos se sienten estafados, engañados, no sólo porque durante 30 años haya escondido todas estas cosas, sino porque en estos momentos Pujol no hace limpieza. No ayuda en el país ni a su partido a hacer limpieza y actúa como un simple privado. He hablado con mucha gente cercana a Jordi Pujol que sigue conmocionada. Creo que el Presidente Pujol tendría que entender la gravedad del problema que representa la corrupción. Y hablo no solamente de la corrupción privada o familiar, sino de la corrupción política en el sistema de partidos.
Esta es una de las grandes cuestiones a resolver en el ámbito político, ¿no?
Las sensibilidades han cambiado mucho y las cosas se tienen que hacer de otro modo. En el caso de Pujol, tiene que haber un arrepentimiento y decir que esta manera de hacer política, la manera de financiar los partidos y de aprovecharse de los cargos públicos no se puede repetir. Se tiene que cambiar. No aprovechar la oportunidad, no sólo para hacer limpieza en casa sino en el país, es lo peor que nos puede pasar. No a Jordi Pujol, sino como país. Hay elementos de referencia que no pueden tambalear, porque la desconfianza respecto a todo el mundo que se dedica a la cuestión pública y al bien común es letal. El Presidente Pujol no se da cuenta de esto y sólo le preocupa la cuestión familiar. Pero no se da cuenta que su estafa va más allá de la estafa de un presidente del Gobierno que ha estado 23 años en el poder. Es la estafa de uno de los padres fundadores del autogobierno de Catalunya.
¿Cómo ve la situación de las izquierdas en Catalunya?
Las izquierdas en Catalunya se tienen que refundar, rehacer con principios muy claros o ideas fuertes. Lo primero y fundamental es decir que se tiene que ganar el combate, y hablo a nivel europeo, contra las políticas de austeridad. Luchar contra esto tiene que ser la prioridad de las izquierdas porque si no nos desguazan el estado del bienestar y se deja sin futuro a nuestros jóvenes. Este tiene que ser el tema central, aquí, en Grecia, Francia o Alemania, contra este tipo de políticas.
Es evidente que la lucha contra los recortes en campos como la sanidad o la educación tiene que ser la prioridad, pero más allá de esto, ¿qué tiene que hacer la izquierda?
Un segundo punto importante es que esta posición de radicalidad en defensa de la democracia se tiene que expresar en todos los ámbitos de la conversación pública. En Europa lo que funciona y mucho es el derecho a decidir, a través de referéndums, sobre la remunicipalización del agua. Este es un combate que se ganó en París, en Berlín y en otras ciudades europeas. Se han dado cuenta que en el proceso de privatización, han salido perdiendo los ciudadanos y estas administraciones han visto muy claro en qué cosas no puede haber un afán de lucro y que tienen que ser bienes garantizados para toda la población. Tienen que volver al espacio público todas aquellas cosas que son básicas para la ciudadanía europea y sobre las cuales la ciudadanía tiene que poder decidir. Aquí, tendríamos que poder decidir sobre cuestiones como Eurovegas y Barcelona World. De lo que se trata es de poder decidir nuestro modelo de país.
¿Cree que las izquierdas tienen que defender el derecho a decidir en el caso de Catalunya?
Por supuesto. Aun así, conviene aclarar que no se conseguirá sin construir amplias mayorías en Catalunya, sin el acuerdo con el resto de España y sin la complicidad de la Unión Europea. La diferencia respecto a lo que hemos tenido, ¿cuál es? Que Convergència ha cogido la bandera de la independencia de Catalunya porque fracasó estrepitosamente en sus políticas de recortes sociales de 2010 a 2012. Y la única manera de escabullirse de un fracaso anunciado fue coger la bandera independentista como una fuga hacia adelante. Y encima en la hoja de ruta que nos ha señalado no está garantizando a los ciudadanos de Catalunya que puedan ejercer este derecho a decidir con garantías democráticas. El Presidente Mas ya sabía hace dos años que sería muy difícil sacar adelante una consulta sin el acuerdo del Estado. ¿Por qué tenemos que apostar? ¿Por una política de confrontación o por una política que nos permita conseguir amplias mayorías en Catalunya y de consenso con el Estado español para conseguir lo que queremos? En España hay mucha otra gente, además del PP, que cree que se puede avanzar de maneras diferentes. Lo peor que ha hecho Convergència durante estos dos años ha sido decir que España no puede cambiar y que siempre será la misma. Si nosotros hemos cambiado, ellos también pueden cambiar. No podemos negar la posibilidad de cambio al resto de españoles. Todo lo que llega a través de los sondeos es que tres de cada cuatro españoles quieren la reforma de la Constitución, y un 40% de los españoles creen que Catalunya ha de poder decidir su futuro. El problema es que en Catalunya hay un gobierno que no escucha a los españoles. Se tiene que hacer todo lo posible para que este gobierno desaparezca y venga otro que sí escuche a los españoles. Las cosas pueden cambiar tanto aquí como allá y estoy convencido que 2015 será un año de mucho cambio.
¿Habla de los movimientos sociales y nuevas plataformas como Guanyem, o Podemos que están surgiendo fruto del chasco político?
Mi tesis es lo que llaman la ola izquierda de Mundaka, entre Bermeo y Leiketio. Los surfistas conocen este sitio. Las olas van normalmente por la derecha, pero este es uno de los pocos lugares donde van por la izquierda. Son 400 metros. Ahora, mientras, surfeamos, valdría la pena mirar hacia atrás porque está creciendo una ola brutalmente fuerte que puede desatascar todas estas cosas, en España y en Catalunya. Estoy hablando de que el tema de regeneración democrática y social es tan fuerte en la sociedad española y catalana que se puede llevar por delante a toda aquella gente que es parte del problema y no la solución. Hay que buscar otros interlocutores, otra gente que diga que esto se tiene que solucionar y lo haga.
Todo esto que describe, ¿tiene siglas concretas?
En las pasadas elecciones europeas de mayo se dijeron cosas muy importantes. El bipartidismo bajó del 50%, pero también se dijo que en España no encuentran su lugar las formaciones populistas de derechas, mientras que en Europa, sí. En cambio, hay una mayoría de izquierdas. Aparecen nuevas fuerzas con mucho empujón formadas en cuatro días. Pero sobre todo lo que se ve es que hay una determinada gente que ha entendido que para acabar con el sistema se tiene que participar. Es decir que para cambiar el sistema no vale quedarse en casa sino que hay que ir a votar. Las pasadas elecciones europeas nos dijeron a gritos que mucha gente está pidiendo regeneración democrática y colocar las cuestiones sociales en el primer plano. Esto lo que quiere decir que de cara a las municipales y a las generales del próximo año, todo el mundo se tendrá que espabilar mucho para intentar canalizar esta ola que crece. Pueden salir nuevas plataformas, se pueden hacer coaliciones electorales... Si se entiende bien lo que está pasando, puede ser un buen momento para un conjunto de fuerzas a la izquierda del PSOE en España. Y también en Catalunya.