Amianto, el asesino dormido
La pasada semana se presentaba ante la fiscalía una denuncia por la existencia de residuos de amianto al aire libre a tan solo 300 metros de las viviendas de la zona residencial del barrio del Polígono en Toledo.
En el escrito se advertía de los graves riesgos medioambientales y para la salud pública de estos vertidos, puesto que el amianto es un producto altamente cancerígeno si es inhalado, se denunciaba la existencia de diveros vertidos, algunos de ellos en el cauce del arroyo Ramabujas que desemboca en el Tajo.
La denuncia fue presentada coincidiendo con el Día Mundial del Medio Ambiente por la Asociación de Vecinos El Tajo, la Plataforma de Toledo en defensa del Tajo, Ecologistas en Acción de Toledo e Izquierda Unida-Los Verdes de Toledo. Ponían en conocimiento la situación ante el fiscal jefe de la Sala de Medio Ambiente y Urbanismo de la Fiscalía General del Estado solicitando su actuación.
Este caso vuelve a poner de manifiesto la existencia del problema del amianto, un problema a menudo olvidado, silenciado y del que parece que algunos no quisieran oír hablar. Estamos ante una cuestión mucho más importante de lo que las autoridades están dispuestas a reconocer, probablemente porque siguen sin ser capaces de afrontar soluciones en toda su complejidad.
Nos enfrentamos a residuos en vertederos incontrolados, como en este caso, a toneladas instaladas en los edificios de todas nuestras ciudades, y sobre todo, lo que es más dramático, a un goteo contante de muertes como consecuencia directa de la exposición laboral durante los años en los que su empleo estaba permitido.
En nuestra región existían varias empresas que empleaban esta fibra, dos de las más importantes fueron Ibertubo en Toledo y Uralita en Alcázar de San Juan. La factoría toledana llegó a tener casi doscientos trabajadores, hoy aquellos trabajadores viven con angustia su futuro tras muchos años expuestos al polvo del amianto.
De aquella planta que hace unos años fue desmantelada, siguiendo estrictas medidas de seguridad, siguen apareciendo hoy vertidos ilegales como el que se denuncia en esta ocasión, restos de amianto que fueron depositados ilegalmente por la fábrica Ibertubo en fincas privadas, dentro de zonas de dominio público en la zona del arroyo Ramabujas.
Las secuelas de la exposición laboral
Son miles las personas que conviven con el miedo en el cuerpo, trabajadores que viven con la incertidumbre de desarrollar la enfermedad, una enfermedad terrible que acarrea gran sufrimiento, saben que no existe esperanza de curación. Ven como muchos de sus compañeros van enfermando, son conscientes de que la medicina lo único que puede hacer por ellos es vigilarles periódicamente por si la enfermedad se desencadena. Centenares de trabajadores en nuestro país participan en un programa nacional especial de seguimiento y vigilancia de su salud por haber estado expuestos al amianto pero ni siquiera se sabe realmente cuantas personas fueron expuestas.
La peligrosidad de estas fibras se acreditó en 1955, veintitrés años después el Parlamento Europeo declaraba el amianto como cancerígeno laboral, pero muchos estados fueron anestesiados por los lobbys industriales y financieros, hasta 1999 no se prohibirá en Europa.
El Estado español desoyó en 1984 las peticiones de los médicos de prohibir la utilización industrial del amianto tras detectar numerosos casos en los años 70, con el objetivo de evitar el coste económico y laboral de su supresión. La prohibición finalmente se llevó a cabo en 2002.
Una situación que motivó que continuasen siendo expuestos, tanto los trabajadores como poblaciones que vivían en las inmediaciones de estas fábricas, tal es el caso del barrio residencial del Polígono en Toledo en el que el problema perdura como denuncian estos días.
Solo en Castilla -La Mancha, según datos del Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo, se tienen censadas 728 personas por exposición laboral continuada, la cifra estatal se eleva a casi 37.000, de estas aproximadamente el 90% están sometidas a programas de vigilancia de su salud (datos informe PIVISTEA de julio de 2013).
El informe recoge datos muy tétricos con frases como esta: “En los hombres el motivo de baja más frecuente en el registro es la muerte del trabajador”. Esta es la realidad del amianto. Las cifras no admiten paliativos, quizás por eso se emplean términos y eufemismos médicos para referirse a los fallecidos indicando que se han producido “1.398 exitus”, es decir, que han fallecido 1.398 trabajadores y trabajadoras de los incluidos en el registro, de los cuales 33 fueron de Castilla –La Mancha.
Los riesgos del amianto
El fibrocemento y otros materiales de construcción muy populares, como la uralita fabricados a base de amianto, tienen un riesgo potencial de contaminación y para la salud muy alto. Mientras el material se encuentra en buen estado solo existe un riesgo latente, es cuando se deteriora o se fragmenta cuando se pueden desprender sus fibras. Las fibras de amianto pueden ser transportadas por el aire en forma de partículas que al entrar en las vías respiratorias pueden provocar cáncer de pulmón y más específicamente mesotelioma. El periodo de latencia es muy largo, de varios años, por lo que una persona expuesta a fibras de amianto puede tardar mucho tiempo en desarrollar síntomas lo que dificulta poder establecer una relación causa efecto. La enfermedad pulmonar crónica producida por la inhalación de fibras de amianto se denomina asbestosis, consiste en la irritación e inflamación del tejido pulmonar como consecuencia de la presencia de los asbestos o fibras del amianto en las vías respiratorias. Los expertos aseguran que no hay un límite seguro de exposición, el único límite seguro para el amianto es cero, por eso está prohibido su empleo. En la actualidad, el mayor peligro de exposición se da en las personas que realizan demoliciones, mantenimiento y rehabilitaciones de edificios, que a menudo desconocen la existencia de este material.
El peligro en nuestras casas
En la construcción en España se lleva empleando amianto desde principios del siglo XX, pero sobre todo en el periodo comprendido entre los años 60 y 85. Popularmente es conocido como URALITA y lo podemos encontrar en canalizaciones de agua, aislamientos, falsos techos, depósitos, cubiertas… Según datos del Colegio de Aparejadores y Arquitectos Técnicos España ha importado más de 2,6 millones de toneladas de este material para la construcción. Es un monstruo dormido en los edificios de todas las ciudades de nuestro país del que se es poco consciente. Cualquiera debería preocuparse cuando emprende una reforma en su vivienda, por que el riesgo de que se produzca una exposición al amiento en edificios construidos durante esos años es significativo.
Igualmente en nuestras ciudades las redes de saneamiento de aguas y las de muchos edificios albergan tuberías de fibrocemento con fibras de amianto. Tras la aparición de algunos casos de afectados entre las plantillas de los servicios de mantenimiento de aguas los trabajadores son conscientes de los riesgos y exigen de sus empresas la adopción de medidas preventivas. El problema surge en determinadas subcontratas y en obras donde muchas veces ni siquiera se conoce que la tubería que están cortando con una radial es de amianto y que ese polvo puede acabar matándoles.
Es un asesino dormido, abandonado en vertederos, escondido en las vigas de nuestros edificios, no representa un riesgo inmediato en la mayoría de los casos. Pero cuando las fibras de amianto se desprenden son demasiado pequeñas para ser vistas y también demasiado peligrosas para ser ignoradas.