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Joan Romero y Andrés Boix coordinan un foro en el que especialistas en diversos campos aportarán opiniones sosegadas y plurales sobre temas de fondo para una opinión pública bien informada

El cambio de modelo productivo como freno al declive valenciano: un diagnóstico erróneo

A.F. Cubel-Montesinos, M.J. Murgui-García y J.R. Ruiz-Tamarit

Una economía en retroceso

Hace unas semanas el Instituto Nacional de Estadística presentó la estadística de costes laborales del último trimestre de 2018. Entre los datos ofrecidos se encontraban los salarios recibidos por los trabajadores de la construcción, la industria y los servicios. La media española era de 2.039 € mensuales mientras que el coste salarial total de los trabajadores valencianos sólo alcanzaba los 1.781 €, un 13% inferior, sólo superior al percibido por los trabajadores de Extremadura, Canarias y Andalucía. Esta diferencia salarial encuentra su reflejo en el nivel de PIB per cápita, un indicador más adecuado para aproximar los niveles de bienestar. Los últimos datos publicados de la Contabilidad Regional de España son para 2018 y el País Valenciano aparece con 22.659 € por habitante, lejos de la media de 25.854 € y aún más lejos de la Comunidad de Madrid, que tiene 34.916€ ó Cataluña, con 30.769 €.

Estas diferencias no son insignificantes ni coyunturales. Suponen que el nivel de bienestar de los valencianos se encuentra por debajo de la media de los españoles y a distancia de las comunidades más prósperas. No se trata de una situación nueva, provocada, como tantos parecen pensar, por la crisis económica de 2008. Trabajos recientes sobre los niveles de desigualdad regional de la renta en España permiten situar el inicio del declive en 1959, cuando el PIB per cápita valenciano superaba la media de la economía española en un 15%[1]. Desde entonces el descenso es continuo como se observa en el gráfico que acompaña a estas líneas, realizado a partir de los datos presentados por los autores reseñados. Esta evolución es, lógicamente, compatible con un aumento de la renta per cápita valenciana. Lo que nos dicen las cifras es que este crecimiento fue inferior al de la renta media española, lo que ha provocado una separación paulatina de las regiones con mayor renta per cápita que, entonces como ahora, son País Vasco, Cataluña y Madrid.

A pesar de la terquedad con la que los datos estadísticos muestran los síntomas del atraso valenciano, nuestra sociedad no parece prestarles atención. El análisis de las causas y las soluciones de una situación como la descrita en los párrafos anteriores debería haber sido el objeto central de las preocupaciones de los partidos políticos en la pasada campaña electoral. No lo busquen en sus programas. La mayoría evitaron estos análisis. Una situación que refleja las percepciones de la ciudadanía valenciana, como ponía de relieve la Encuesta de Valores de la Comunidad Valenciana presentada en junio de 2017. Dos de cada tres encuestados estaban de acuerdo o muy de acuerdo con la afirmación “La Comunidad Valenciana es una de las más importantes de España”, y el 58,5% pensaba que vivimos en una comunidad rica. Sin duda, los expertos en la economía valenciana no han sabido trasladar a la sociedad la imagen de atraso relativo que se observa en las estadísticas.

Modelo productivo y modelo de crecimiento: una diferencia fundamental

El deterioro de la posición relativa de la economía valenciana respecto a las otras regiones se ha venido asociando a las peculiaridades de nuestro modelo productivo. Por modelo productivo se entiende la distribución sectorial del empleo y la producción y las características de las empresas. Aunque los rasgos distintivos de este modelo comenzaron a despuntar a mediados del siglo pasado, fueron los años de crecimiento que precedieron a la crisis los que consolidaron la presencia de actividades basadas en el empleo barato, escasamente cualificado y de elevada temporalidad (construcción, hostelería y turismo). A la vez, el reducido tamaño de la empresa valenciana (el porcentaje de empresas pequeñas y medianas supera al de las regiones de mayor crecimiento) estaría contribuyendo a un menor avance de la productividad. Las deficiencias del modelo afloraron con la recesión económica iniciada en 2008, cuando los problemas estructurales de la economía valenciana resultaron evidentes, en forma de una mayor destrucción de empleo, aumento del paro y caída de la renta per cápita que la media española.

Las soluciones planteadas para salir de esta situación han menudeado en los últimos años. Identificado el problema, parece sencillo encontrar la salida: promover un nuevo modelo productivo similar al de las regiones de mayor crecimiento. La transformación del modelo se produciría redirigiendo los recursos hacia actividades de alto contenido tecnológico llevadas a cabo por empresas más productivas. El tratamiento, sin embargo, no está tan bien definido como el diagnóstico. Se propone la inversión en capital humano, aumentar el gasto en I+D, mejorar las infraestructuras públicas o aumentar el tamaño de las empresas. En todas ellas, el papel de la administración pública es imprescindible, así como el esfuerzo del sector privado.

¿Cómo hemos llegado a esta situación? Si el diagnóstico es compartido y el tratamiento es conocido, ¿por qué no se ha administrado con anterioridad? Ya se han apuntado antes algunas razones: la sociedad no ha querido ver la situación y los distintos gobiernos autonómicos han preferido mantener la imagen de una economía moderna y transformadora, que los datos negaban. La idea de un “Levante Feliz” es más atractiva que la de una economía en retroceso, y ha sido más sencillo movilizar a la sociedad valenciana en torno a una falsa idea de progreso que usando un concepto más realista pero menos amable.

Desde nuestro punto de vista, el análisis está desenfocado. El modelo productivo no es fruto de la casualidad ni de la planificación sino el resultado de un proceso evolutivo de adaptación continua a las restricciones impuestas por lo que podríamos denominar modelo de crecimiento económico valenciano. Aquello que realmente determina las diferencias de unas economías respecto de otras, en términos de crecimiento de la renta per cápita y productividad, no es la diferente composición de la estructura productiva sectorial y empresarial, sino la distinta base de capital sobre la que se asienta su crecimiento económico. Lo que verdaderamente importa es, por un lado, la composición e intensidades relativas de los distintos tipos de capital empleados como factores de producción. Y por otro, el grado de eficiencia conseguido en el funcionamiento de los mecanismos e incentivos sobre los cuales gravita el modelo económico. No es lo mismo crecer basándose en la acumulación de capital físico que hacerlo apoyándose en la creación de capital tecnológico, pero tampoco lo es crecer acumulando capital humano que explotando el capital natural.

Es el modelo de crecimiento lo que importa

La economía valenciana ha seguido un modelo de crecimiento basado en el aprovechamiento del capital natural, no en el uso intensivo del capital humano. Hemos crecido en base a los servicios de los activos medioambientales (bosques, playas, acuíferos, clima, tierra cultivable, recursos naturales, paisaje, etc.) en lugar de hacerlo aprovechando los servicios de una población cada vez más educada y con mejores cualificaciones y habilidades laborales. Esta diferencia es esencial para entender la situación en la que nos encontramos y las dificultades para salir de ella. Las consecuencias de esta especialización en el uso de los recursos naturales se traducen en un crecimiento más lento a largo plazo si no se adoptan medidas correctoras.

Algunas evidencias sustentan esta afirmación. La medición del capital humano puede realizarse a través de indicadores tanto cuantitativos (años de escolarización o nivel de estudios alcanzados) como cualitativos (evaluación de los conocimientos de la población estudiantil o laboral mediante test). En ambos casos la población valenciana queda alejada de las posiciones delanteras en el conjunto de las regiones españolas. A pesar de las escasas diferencias que existen en los años de escolarización entre CCAA, consecuencia de compartir una misma ley educativa que establece la enseñanza obligatoria hasta los 16 años, la posición valenciana se encuentra en el 98% de la media española. Además, entre los valencianos el porcentaje de población con estudios superiores es menor (y el porcentaje de población sólo con estudios obligatorios es mayor) que entre la población española.

Si nos centramos en los indicadores cualitativos del capital humano, se suelen emplear como medidas de aquel los resultados de los test que miden las capacidades cognitivas de la población. En el último informe PISA, que recoge los resultados de los test efectuados en 2015, el País Valenciano se encontraba en torno a la media española. Las conclusiones son claras: la economía valenciana no se caracteriza, en el contexto español, por la intensidad en el uso del capital humano, dado que su dotación se encuentra justo en la media.

Las limitaciones del uso intensivo del capital natural

Estos datos corroboran la afirmación que hacíamos antes: el crecimiento de la economía valenciana no se ha basado en el uso de capital humano sino en la explotación del capital natural. Un somero repaso a la situación de la costa valenciana es suficiente para ilustrar nuestro punto de vista acerca de la especialización en el uso de los recursos naturales. Como es lógico, en el conjunto de regiones costeras las regiones más pequeñas y las islas son las que tienen un mayor porcentaje de costa en relación con su superficie. Si consideramos la superficie de playa de una CCAA como una aproximación a la utilización económica de las costas, de nuevo las islas tienen el porcentaje más elevado de su superficie transformado en playa, pero la valenciana aparece ya como la tercera CCAA. Pero si nos centramos en el porcentaje de costa que ha sido transformada en playa, aquí la valenciana sobresale, con un valor del 63%: dos tercios de las costas valencianas son explotadas económicamente.

La caracterización de la economía valenciana como una economía donde la producción final se basa en el uso de su capital natural como factor productivo supone que las consecuencias pueden ser importantes sobre las tasas de crecimiento. Este modelo de crecimiento, a diferencia del basado en el capital humano, evidencia un alto riesgo de ineficiencia asignativa, asociada a los pobres resultados que se obtienen, en ausencia de regulación, en las actividades que explotan el capital natural. La característica principal de este capital, que incluye los recursos naturales renovables y no renovables, los distintos usos productivos del territorio, la calidad medioambiental o el paisaje, es que habitualmente no existen unos derechos de propiedad perfectamente establecidos. Como resultado de esta indefinición, los agentes individuales que rivalizan por sacar provecho de la explotación de un recurso natural tienen incentivos para obtener el beneficio máximo en el menor tiempo posible. Las consecuencias de estos comportamientos las observamos en el agotamiento de los acuíferos, la ocupación de la primera línea de costa, la saturación de terrazas en nuestras calles, el empeoramiento de la calidad del aire y las aguas, y en la destrucción del paisaje que acompaña la transformación del territorio. La externalidad negativa provocada por el libre acceso a los recursos naturales conlleva una sobreexplotación que, en definitiva, acabará impidiendo el crecimiento económico y perjudicando el bienestar de los valencianos.

Los problemas de la dependencia de los servicios del capital natural surgen por la inapropiada estructura de incentivos, generada por la ausencia de una atribución clara de los derechos de uso. No obstante, existen alternativas para gestionar de manera eficiente los recursos naturales a través de la regulación o la correcta asignación de los derechos de propiedad. Históricamente la sociedad valenciana ha ofrecido casos paradigmáticos de instituciones que representan el respeto y la buena gestión de los bienes comunales (como las sociedades de regantes que organizan el uso del agua para riego en la huerta, o las sociedades de pescadores que regulan las capturas en la Albufera), por lo que no deben resultar extrañas o extremistas las propuestas de regular el uso del capital natural. Ante unos resultados mediocres y la carencia de viabilidad a largo plazo del crecimiento basado en el uso sin limitaciones de su capital natural, el reto al que se enfrenta la economía valenciana es el de asumir la intervención y regulación necesarias, tanto normativa como impositiva, de forma que el perfeccionamiento del sistema de incentivos mejore el funcionamiento de la economía en su conjunto, y se pueda alcanzar el nivel de eficiencia que haría posibles una tasa de crecimiento y un nivel de bienestar mayores.

¿Es posible cambiar el modelo de crecimiento?

Como vemos, la relación entre los modelos de crecimiento y los modelos productivos funciona en una sola dirección: es el modelo de crecimiento el que determina el modelo productivo. Por eso no tiene ningún sentido querer transformar el modelo productivo modificando la escala y el alcance en la estructura sectorial de la producción o ampliando tamaños de empresas, sin transformar el modelo de crecimiento que lo sustenta. Hay que actuar modificando la composición relativa de los distintos tipos de capital que se usan como factor de producción en la economía valenciana.

Los representantes sociales y la mayoría de los investigadores claman por un aumento del capital humano. Su acumulación se ha convertido en la principal propuesta de solución a los problemas de la economía valenciana. En cierto modo, se sustituye la demanda de cambio del modelo productivo, cuyo objetivo era la mejora de la productividad a través de la imitación de la estructura económica de las regiones líderes (Cataluña, Madrid, País Vasco), por una demanda de mayores inversiones en educación y formación práctica de los trabajadores.

El consenso entre los especialistas defendiendo la superioridad de este modelo de crecimiento es amplio. Los motivos aducidos son la garantía de una tasa de crecimiento a largo plazo más elevada y un mayor nivel de bienestar, dado que las mayores dotaciones de capital humano son en parte la causa de la mayor productividad del factor trabajo que lo hace posible. Esto nos lleva a tratar una idea fuerza que domina el panorama académico actual. Nos referimos a atribuir la responsabilidad de los problemas de la economía valenciana a la deficiente productividad del factor trabajo. Es cierto que esta variable permite visualizar el problema, pero no tenemos que confundir la forma en que se manifiesta un problema con la causa que lo provoca. A veces se olvida que el modelo productivo solo cambiará al realizar una serie de intervenciones que, por su naturaleza e impacto, modifiquen el modelo de crecimiento de la economía valenciana.

Como hemos mostrado antes, los niveles medios de capital humano de los trabajadores valencianos no están tan alejados de la media de los trabajadores españoles como lo está su ingreso medio. En consecuencia, no resulta evidente que el atraso, y los consiguientes menor crecimiento y bienestar, sean debidos al menor nivel medio de capital humano incorporado a los trabajadores valencianos. En realidad, los trabajadores adaptan sus habilidades y capacitaciones a los requerimientos del puesto de trabajo a los que pretenden acceder. Cuando los niveles de capital humano no son suficientes para la correcta ejecución de las obligaciones laborales, las empresas no les contratan, o les despiden, y buscan una alternativa en el mercado laboral. Así pues, la baja productividad no la provoca tanto el trabajador con una insuficiente oferta de capital humano como la correspondiente demanda de cualificación determinada por el puesto de trabajo. Por esta razón, es posible observar simultáneamente fenómenos de sobre cualificación junto con unos bajos niveles de productividad del factor trabajo.

Por lo tanto, no debemos prestar atención únicamente a la capacitación del trabajador sino también a las características de la tecnología que se adopta, la cual determina los requerimientos de capital humano que se necesitan para ocupar los puestos de trabajo. En este punto cobra una relevancia de primer orden la calidad de la actividad empresarial y la capacitación de ese segmento de la población laboral que toma las decisiones verdaderamente importantes sobre incorporación de tecnología. Son, pues, nuestros empresarios los que determinan con sus aciertos y sus errores cuán lejos nos situamos de la senda de crecimiento que van trazando los líderes tecnológicos.

De acuerdo con este planteamiento, la tasa de crecimiento en el largo plazo y los correspondientes niveles de consumo per cápita y de bienestar, vendrían determinados por la combinación de un factor externo: la trayectoria tecnológica potencial marcada por los países líderes creadores de conocimiento tecnológico, y de un factor interno: la capacidad y habilidad de los agentes que se encargan en las economías seguidoras, como la española y la valenciana, de la adopción de aquellas tecnologías líderes. En resumen, más allá de las limitaciones asociadas al modelo de crecimiento de la economía valenciana, el otro factor que más contribuye a su delicada situación actual no es tanto la supuesta escasez de capital humano que acreditan los trabajadores valencianos como el insuficiente impulso de los empresarios para llevar a cabo la mejor adopción de tecnología.

Las opciones que se le ofrecen a la economía valenciana para corregir la deriva del atraso económico, y así abandonar la cola de las regiones españolas, son las siguientes: 1) regulación estricta del actual modelo de crecimiento económico basado en el uso del capital natural; 2) transformación gradual del modelo de crecimiento, relegando su dependencia del capital natural para basarlo en el capital humano, en el cual la mejora de las cualificaciones deberían darse tanto en el factor trabajo como en el factor empresarial. Estas opciones no son excluyentes, más bien son complementarias, y quizás la mejor estrategia consistiría en implementarlas simultáneamente. Las normas regulatorias que pongan fin a los excesos en la explotación del capital natural se pueden acompañar con impuestos que proporcionen un doble dividendo. Impuestos que por una parte garantizarían la eficiencia y la equidad de los resultados del modelo de crecimiento y, por otro, proporcionarían ingresos fiscales en unos momentos de estrecheces financieras y escasez de recursos. De esta manera, el gobierno valenciano podría poner en marcha diversos proyectos encaminados a la mejora y ampliación de los servicios básicos a la ciudadanía, cuya incidencia directa en las dotaciones de capital humano dinamizaría la transformación del modelo de crecimiento.

Este es el principal reto que tienen los agentes sociales y económicos valencianos, de los cuales depende que la economía valenciana se mueva hacia una senda de equilibrio a largo plazo capaz de asegurar el crecimiento sostenido y sostenible y mejorar el bienestar de los ciudadanos.

*A. F. Cubel-Montesinos, M. J. Murgui-García y J. R. Ruiz-Tamarit, profesores del Departamento de Análisis Económico de la Universitat de València

[1] Díez-Minguela, A.; Martínez Galarraga, J. y Tirado, D: 'Regional inequality in Spain, 1860-2015', Londres, Palgrave Macmillan, 2018.

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