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BOTÓN DE ANCLA

El camarada juez va a la huelga

Jesús Gil, ex alcalde de Marbella, en una imagen de archivo.
22 de junio de 2025 00:43 h

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Algunos lectores, sin duda de buena fe, pensarán que los que gozamos de atalaya en algún medio es porque tenemos algo que decir. Lo cierto es que la condición de opinólogo se adquiere generalmente por amistad con alguien en la redacción o porque el aspirante ha demostrado con creces su capacidad de poner negro sobre blanco lo que la mayoría de lectores del medio pensaban ya. Así, una vez ungido como intérprete de la obviedad, es cuando nace en él esa sensación de superioridad que, cual Carrero Blanco en el Dodge, empieza a mirar a los demás por encima del hombro.

A mí me pasó, confieso. No había publicado aún mi segundo 'Botón de Ancla' cuando me sorprendí opinando en círculos literarios sobre la edad de cobre de la literatura rumana. Pero que a uno le llegue la transcendencia cuando le dan la gorra no es patrimonio de los intelectuales orgánicos. Le pasó a Peter Parker al picarle la araña, le pasa a los porteros de discoteca cuando se hacen antidisturbios y les pasa a los jueces cuando aprueban la oposición. No se ha secado la tinta de las notas que ya son abnegados servidores públicos que pueden presumir de los más altos estándares morales.

Estos últimos, los jueces, son entrañables y, además, la grandeza de miras viene de fábrica. En la China de Mao, en la Transilvania de Drácula, en el Chile de Pinochet o la Sudáfrica del apartheid. En todo momento y lugar ha habido uno pontificando, dedo en alto, sobre la importancia de cumplir la ley y de su no menos importante compromiso con la Justicia. En eso España, una vez más, fue modélica: los miembros del Tribunal de Orden Público pasaron de camisas viejas a demócratas de toda la vida en lo que tardaron en rebautizar a tan alta estancia como Audiencia Nacional. Ni a la aprobación de la Constitución se esperaron estos sangoneretas del bien común para reciclarse.

Los miembros del Tribunal de Orden Público pasaron de camisas viejas a demócratas de toda la vida en lo que tardaron en rebautizar a tan alta estancia como Audiencia Nacional

Pero no solo con la democracia han demostrado los jueces su compromiso. Cuando ha hecho falta, ahí han estado al lado del más débil. Me viene a la memoria cuando, en 1992, la Asociación Profesional de la Magistratura (APM), la más facha de todas, se situó a la cabeza de la lucha en defensa de los mariscadores y, sesenta de sus más distinguidos miembros, se pusieron hasta el birrete de gambas y percebes a costa del Ayuntamiento de Marbella. En total, de la institución que presidía Jesús Gil —hoy refugiado político en Brasil, según he leído en ‘X’—, destinó a la APM en esos tiempos 4,5 millones de pesetas. La factura incluía 40.000 pesetas en caviar iraní y más de 10.000 en vodka ruso. Pese a todo, el trance no debió de ser plato de buen gusto ya que, tras conocerse los hechos, la entidad emitió una nota de prensa en la que recordaron que haber rechazado la oferta del señor Gil (un tipo ya más conocido entonces por sus antecedentes que por su currículo), hubiera sido contrario “a los más elementales principios y de cortesía institucional”. Noblesse oblige o que cada cual lleve su cruz, yo que sé.

Un buen artículo de opinión nunca será tal si, en algún momento, no incluye la coletilla ‘pero no hay que generalizar’, prueba inequívoca de que lo opinado, bien opinado está. Y es verdad. Hay jueces buenos, malos y mediopensionistas. Está el que mandó a la cárcel a unos titiriteros por enaltecimiento del terrorismo, el amigo de los torturadores que hoy es ministro de Interior, el que convirtió una pelea de borrachos en Alsasua en un atentado de ETA, el que firmó la sentencia contra las 6 de la Suiza, el de los 6 de Zaragoza, el que cometió “criminalidad urbanística” y se va a ir de rositas, el que se ha inventado una persecución contra el General, y al que ha imputado a seis periodistas (entre ellos a la gran Loreto Ochando y a otros cinco periodistas) para intimidar a los que osen informar sobre las trapacerías de la banda de Ayuso. Por supuesto, también está la jueza Nuria Ruiz Tobarra de Catarroja y muchos y muchas como ella, que nos hacen soñar con un mundo mejor

Pero generalizando o no, lo que es innegable es que la mayoría de las asociaciones de jueces y de fiscales son conservadoras. No digo que sea malo si se dejan sus querencias en casa cuando dictan sentencia, pero no son seres de luz. La ley la crea el que la aplica, no el que la redacta, y el que tenga una visión del mundo, a través de ese prisma juzgará el mundo. Eso es asumible. El problema son los que se han apuntado a “el que pueda hacer que haga” y que a lo mejor no hubieran hecho nada si el Gobierno no les hubiera tocado sus intereses. Lo escrito hasta aquí, por cierto, también se aplica a los fiscales.

Teniendo en cuenta que algunos togados se llevan 4.000 euros al mes en negro por preparar a opositores, entiendo que se hayan enfadado

Que no tenga ni puta no puede ser obstáculo para que pontifique sobre los anteproyectos de ley que les afectan. Sobre todo me refiero a uno, el que transforma el acceso al a carrera judicial y fiscal y que implantará un sistema de becas para que los que no tienen posibles también puedan opositar como si fueran personas. Teniendo en cuenta que algunos togados se llevan 4.000 euros al mes en negro por preparar a opositores, entiendo que se hayan enfadado. No les salen los números. Pero que no lo vendan como un arranque de dignidad, que tan tontos no somos. Tampoco les viene bien que el examen deje de ser oral y se introduzca un examen por escrito y anónimo: ¿cómo van a reconocer solo por la letra a los suyos entre tanto pobre y tanto rojo con aspiraciones?

Lo de la huelga está bien, son currantes. Bueno, para lo que quieren. Para pagar, casi que no. En 2018, el Ministerio de Justicia les descontó las horas que habían abandonado su puesto de trabajo para protestar pero, al poco, salió la Audiencia Nacional al rescate. Tocó devolverles los 200 euros que les habían descontado.

Los jueces se juegan mucho. Sobre todo la endogamia. Entre 2000 y 2019 (últimos datos disponibles), alegan los togados, solo el 6% de los nuevos jueces tenía a algún familiar directo que vistiera puñetas. No parece mucho. A lo mejor la pregunta no es si existe sino cómo de extendida está. Entre los pobres la endogamia es mucho mayor: cerca del 80% de los que nacen pobres, lo serán como sus padres, pero la gente eso no lo critica. Se les ve el plumero. En todo caso, el problema de los jueces no es si son familia, sino de qué pie cojean. Y es del derecho.

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