El día que al arzobispo de Valencia le descubrieron en el armario su capa roja de seda de cinco metros para ordenar sacerdotes –en plan “hola, soy tu regla”, como dice el gran Xavi Castillo- algo nos dijo que la cosa no pintaba bien para la renovación eclesial en nuestra comunidad. Al cardenal, que posaba en aquella foto sentado en un trono y rodeado de hábitos monjiles, casullas doradas y mujeres de mantilla negra, no sólo le gusta sentirse protagonista de pinturas de otros siglos, sino que lleva el pasado a cada uno de sus dichos y hechos diarios.
Ayer, sin ir más lejos, se dio un baño de conservadurismo apolillado con los de Lo Rat Penat, que ahora que ven coartadas sus actividades de de terrorismo filológico financiadas por el anterior gobierno, se dedican a organizar conferencias para reactivar la imagen de ángeles caídos, como Cañizares, que después de decir que los refugiados son yihadistas camuflados necesita una buena campaña de marketing.
Sin embargo, no escogió bien el arzobispo a su agencia de publicidad, porque el vicepresidente de Lo Rat Penat, más cañizarista que Cañizares, defendió en sus palabras de presentación de la conferencia la actitud xenófoba del religioso, que para él representa ni más ni menos que “la defensa de la civilización occidental”. Flaco favor le hizo al conferenciante, que no pensaba abundar más en la cagada que le ha merecido la denuncia por racismo de la Red Española de Inmigración. De hecho, el cardenal no aludió al asunto y hasta cambió el tema del discurso que pensaba hacer, “Ante la situación española”. No querría el hombre meterse ahora en líos con el tema de la secesión catalana, aunque no habría sido la primera vez que se inmiscuye en política y pide rezos y vigilias por la unidad de España.
Aún así, el río siempre vuelve a su cauce y tras lanzar una cortina de humo sobre su apoyo al diálogo con otras religiones, Cañizares abogó por la presencia del adoctrinamiento en la escuela, aunque cínicamente lo llamó “libertad religiosa”. Lo contrario, la escuela laica, sería, en su opinión, abrir las puertas a la «cultura de la nada, del relativismo o del escepticismo vendido como conquista intelectual».
Aparte de la intolerancia que presupone esta idea, cabe preguntarse cómo puede defender la superioridad moral, filosófica e intelectual de su pensamiento una persona que se atreve a afirmar que es peor abortar que abusar de menores. Y es que al arzobispo, al que hasta Rajoy le parece poco conservador por su claudicación con la reforma del aborto, no le importa ni contradecir a sus propios compañeros de Cáritas, que manejan datos de primera mano, cuando niega que la pobreza haya aumentado en nuestro país. Tampoco es de extrañar de alguien que desobedece al propio papado, que ya desde 1969 desaconseja el uso de un ropaje tan ostentoso como la capa magna en las ceremonias.
Tampoco el actual Papa, Francisco, que se esfuerza por ofrecer una imagen mucho más cercana y también menos retrógrada de la Iglesia Católica, estará muy contento con el cardenal ultra, y se rumorea que puestos a tener en Valencia un arzobispo con capa, está por ofrecerle el puesto a Superman o a Batman. Sus seguidores son igual de frikis, pero menos peligrosos que los de monseñor.