En plena campaña electoral de los comicios locales y autonómicos de 2011, los entonces presidentes de la Diputación de Castellón -el condenado y encarcelado Carlos Fabra- y de la Generalitat Valenciana, Francisco Camps, inauguraban -bendición incluida- el aeródromo castellonense y este jueves, casi cuatro años después, la instalación recibía la autorización final de la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA) para recibir vuelos -el primero se producía gracias a la ocurrencia de dos jubilados que aterrizaban el helicóptero que pilotaban en las instalaciones castellonenses-.
La concesionaria, la canadiense SNC-Lavalin, anunciaba por medio del presidente del aeropuerto, Alain Rusell, que en los próximos días llegará a la insfraestructura de La Plana el primer vuelo, “un avión privado”, mientras que se prevé que para marzo pueda aterrizar en el aeródromo el primer vuelo comercial. Además, Rusell explicaba que para su primer año de explotación esperan recibir unos 35.000 pasajeros -muy lejos de los 600.000 de los que hablaban las primeras previsiones para ese primer año-, y confía en que el aeródromo castellonse supere el millón de pasajeros en un plazo de quince años, para 2030.
El pasado mes de marzo, Aerocas aprobaba la adjudicación del contrato de gestión y explotación a la mercantil canadiense por un periodo de 20 años. En este periodo, la Generalitat debe abonar hasta un máximo de 25 millones de euros -con un tope anual de 4,5 millones- en 10 años a Lavalin si el aeropuerto no recibe 360.000 viajeros al mes, una cifra muy lejana de los 35.000 previstos para 2015 y, por ejemplo, 100.000 pasajeros más que un aeródromo consolidado como el de San Sebastian.
Además, la concesionaria no debe pagar nada al Consell si la instalación no recibe un mínimo de 1,2 millones de viajeros, lo que según las previsiones expuestas por Rusell parece poco probable. El presidente del aeropuerto castellonense situaba el millón de viajeros a quince años vista, y la concesión es por un periodo de 20 años, por lo que parece complicado que la infraestructura supere 1,2 millones de pasajeros en el plazo de la concesión.
Además, la empresa Celestia Aerospace barajaba el aeropuerto de Castellón como posible base para realizar sus operaciones de puesta en órbita de nanosatélites de entre 1 y 10 kilos. Se trata de un servicio integral (abarcará todas las fases del desarrollo y operación del satélite) único a nivel mundial y de bajo coste en la industria aeroespacial, y Castellón es de las opciones junto a Teruel o Lleida.