Convendremos en la necesidad de habilitar instalaciones para la acogida temporal de inmigrantes. Seguramente, coincidiremos también en que el modelo de los CIEs, fruto del acuerdo de Schengen, dista de constituir el ideal.
A la vista está que han funcionado como focos de conculcación de derechos y auténticos agujeros negros para la ley. Tesitura más ingrata, si cabe, teniendo en cuenta que las principales causas de entrada tienen que ver con faltas administrativas y no con delitos. No resulta consolador que este formato de reclusión sea hegemónico en Europa. Ni que en Italia les vaya aún peor que a nosotros, con una trama transversal de enriquecimiento ilícito alrededor de estos centros de internamiento. Tampoco lo es que el paradigma de Guantánamo, resignado fracaso de Obama, quede lejano. Una de las llagas por las que sigue supurando la humanidad.
El rango de Ley Orgánica reforzaría las garantías, pues el Tribunal Supremo ya tumbó algunos artículos del Reglamento de los CIEs a instancias de ONGs. Pero la problemática no es solo de formas, sino, sobre todo, de fondo.
A continuación, un resumen de las reivindicaciones de la red Migreurop:
- Prohibición de los centros de detención de extranjeros que no tengan la consideración legal de CIE.
- Regulación favorecedora del acceso de la sociedad civil y sus organizaciones a estos centros.
- Garantía de la comunicación con el exterior.
- Asistencia social y médica independiente.
- Fluidez de las comunicaciones y visitas.
- Establecimiento de mecanismos de prevención de malos tratos.
- Control legal y transparencia.
En definitiva, es momento de abrir seriamente el debate. No podemos permitirnos estas modernas versiones dulcificadas de los campos de concentración.