Este sábado, 26 de noviembre, un grupo de activistas de las más de 200 plataformas y colectivos diferentes que forman la Comissió Ciutat-Port y Marfull-Acció Ecologista Agró ha ocupado la Zona de Actividades Logísticas (ZAL) del Puerto de València para exigir la reversión de este proyecto urbanístico, que “de manera ilegal y totalmente innecesaria arrasó la huerta del barrio de La Punta, en un corredor ecológico verde que conecta la ciudad con uno de sus espacios naturales más emblemáticos: l'Albufera”.
De buena mañana, las activistas han repartido 1.100 kilos de tierra en los que han plantado cerca ciento cincuenta lechugas y coles, “recreando la huerta que yace bajo el asfalto de esta infraestructura”, apuntan: “Una imagen desgarradora con el lobo feroz de fondo que trata de reivindicar al ritmo de las voces populares 'La Punta es nuestra y la queremos verde'”.
Han recordado que la destrucción de más de 70 hectáreas de suelo fértil en el barrio de La Punta para su transformación en una área logística ha tenido “consecuencias irreparables” sobre el patrimonio histórico, ecológico y emocional de València: “Una herida que se reabre con el empecinamiento del Ministerio de Transportes, la Generalitat y la Autoridad Portuaria de València de continuar con el proyecto, a pesar de acumular tres sentencias judiciales que confirman su ilegalidad”.
Con esta acción lúdico-reivindicativa, que ha finalizado con un almuerzo aprovechando la 'cosecha que no se puede vender', “cuestionamos los compromisos ambientales y sociales de nuestros gobernantes que continúan reproduciendo modelos de 'desarrollo' depredadores del territorio y de las personas que lo habitan”. Y, de igual manera que hicieron el pasado 29 de octubre durante la 'pancartada' con la que rodearon la ZAL, “exigimos que se respete la legalidad y que este polígono industrial sin uso se revierta para su conversión en un espacio verde que conecte el lecho del Túria con el parque natural de l'Albufera”.
“Recuperar espacios naturales es clave para hacer frente la pérdida de biodiversidad y los efectos del cambio climático, algunos de los cuales ya hemos empezado a sufrir. Más todavía en una ciudad como la nuestra, hotspot (punto caliente) para especuladores del suelo en la que los veranos ya son un infierno y los fenómenos extremos cada vuelta más frecuentes y severos”.