Desafortunada propaganda

Puede que no se hayan dado cuenta pero ya estamos en campaña electoral. Tal vez todavía quede un mes para que empiece la oficial, la de los cartelones y las cuñas en la radio pero la oficiosa ya está en la calle. En realidad lleva allí desde hace un tiempo aunque ahora la Generalitat ha tomado cartas en el asunto y ha desplegado una campaña institucional para preparar el terreno de las elecciones europeas.

Las encuestas, incluso las que se han pasado en los fogones más tiempo que Arquiñano, ponen de manifiesto el desgaste del actual gobierno popular. Por eso es de suponer que las administraciones que todavía controla el PP se aprestan a desplegar todas las herramientas de comunicación de las que disponen para gritar a los cuatro vientos que no lo han hecho tan mal. Algunas veces con resultados sangrantes.

Es ya un mal endémico de nuestro país que los partidos empleen el potencial comunicativo de las instituciones que controlan para beneficiar al partido en el poder. Y no es un comportamiento exclusivo del PP. Todas las fuerzas políticas caen una y otra vez en la tentación de desplegar sus campañas más potentes en medios justo en los meses previos a una consulta electoral. Dado que la ley impide la publicidad institucional en campaña, los gobernantes se aprestan a repartir sus espacios publicitarios en los momentos previos, empapelando literalmente todos los medios de comunicación. Los banners que desde hace unos días acechan en este periódico son buena muestra de ello.

Sin tener en cuentalo cuestionable de esta práctica –en la que incurren todos los partidos, repito– me parece que el aspecto comunicativo de la actual campaña de la Generalitat merece cierta reflexión. Siguiendo el hilo creativo de la anterior campaña institucional (SOM Comunitat) las creatividades de este año ponen su énfasis en algunos de los aspectos que actualmente resultan más controvertidos dentro de la política autonómica: la educación, la sanidad y el bienestar social, y las señas de identidad.

Entiendo la intencionalidad de los responsables de la campaña. Imagino que han tratado de combatir los mensajes críticos con una idea positiva. Sin embargo creo que esta estrategia, además de demostrar una concepción simplista y anticuada de la comunicación –heredera de aquel concepto goebbeliano de que la mentira, a fuerza de repetirla, acaba por convertirse en verdad– puede resultar totalmente contraproducente.

El primer principio de la gestión de crisis en comunicación es, efectivamente, comparecer e informar. El segundo, sin embargo, es actuar con humildad y admitir los errores para buscar la empatía del público. La propaganda, en estos casos, tiene un peligroso efecto rebote. Sobre todo cuando es únicamente esto: retórica que no combate los argumentos informativos con datos si no con imágenes emotivas pero carentes de argumentos racionales. En esos casos el efecto resulta con facilidad el opuesto.

Dejando de lado el hecho objetivo de lo bien o lo mal que lo haya hecho el Partido Popular al frente del gobierno autonómico (creo que ya llevo los suficientes artículos publicados aquí para que todo el mundo sepa qué pienso al respecto) en mi opinión, lanzar ahora esta campaña ha sido un error de bulto. Si lo que se buscaba era paliar la imagen negativa que actualmente tiene el ciudadano de la administración autonómica desde luego las claves en torno a las que se han construido los mensajes no han sido, en absoluto, las más apropiadas. También es posible otra explicación: que la administración no haya orquestado esta campaña en torno a ninguna contramedida comunicativa y que los mensajes obedezcan únicamente a que los responsables de la misma piensan que se actúa así de bien en realidad. Pero creo que esta explicación es bastante más improbable. Nadie puede vivir tan alejado de la realidad… ¿o sí?