Es evidente, y estaríamos de acuerdo, que en los últimos años la derecha en el mundo ha ganado el relato a la izquierda. Ya nos lo explico Lakoff mientras seguíamos pensando en un Elefante. Llevan años a la ofensiva, sin apenas resistencia, ante una izquierda desorientada y más entretenida en tareas de depuración, cainismo y habitando la apacible oposición, que interesada en construir una alternativa, un nuevo relato a este mundo neoliberal generador de desigualdad, injusticia y pobreza. En la crisis económica de 2008, de las evitables, el relato neoliberal se encargó de compararla con desastres naturales… (Tsunami económico, Terremoto bancario…). En nuestro país, los recortes producidos a partir de 2008 provocaron una respuesta ciudadana que contribuyo al nacimiento de nuevos partidos que sin duda han modificado el panorama social y cultural de nuestro país. Aportando sobre todo en la izquierda, una agenda de cambio hasta ese momento inexistente o guardada en los programas de partidos con poco margen electoral.
Sumergidos como estamos en este confinamiento producido por este terrible virus, no nos escandalizamos cuando vemos la falta de lealtad y sentido de estado de la derecha en nuestro país. Ante una crisis sanitaria, más parecida a una guerra que a una enfermedad, críticas constantes, olvidando que la sanidad publica que tanto han intentado desmantelar y de la que han detraído tantos recursos humanos, económicos y materiales, es la que nos está sacando de este atolladero junto con otros servicios públicos. Entre todo este ruido y embotamiento producido por tantas horas de casa, de ordenador, de TV, de series, de libros, de repostería, de juegos en familia…. pasa casi desapercibido el nerviosismo de la derecha ante las medidas de corte social que semana a semana está tomando el gobierno. Podría parecer que se trata del típico rifirrafe político al que estamos acostumbrados, pero hay algo más detrás, hay algo de pánico. La derecha no es ajena a que, en momentos de crisis extremas como este, se pueden producir cambios que modifiquen un futuro previsible. Lo han estudiado en todos esos MBA-Made in USA; debe de haber cientos de power point donde aparece Milton Friedman contando la juerguecita económica que organizaron en Chile.
Las decisiones de los gobiernos, cuando van en la dirección de proteger a la ciudadanía, para garantizar su vida, sus ingresos; para proteger y tomar partido por la colectividad, abren los ojos al pueblo, a la mayoría silenciosa y a la que habla todos los días desde sus balcones. Se visualiza que juntos tenemos más posibilidades de éxito que por separado. A eso tan sencillo, a eso tan transparente, a todo eso, le tiene pánico la derecha neoliberal. No ajena a lo que ocurrió en países como el reino Unido al finalizar la II Guerra Mundial. El “Espiritu del 45” que nos mostro el gran Ken Loach, permitió que comenzasen esos “treinta gloriosos” años de Estado del Bienestar que tanto costo demoler a Margaret Thatcher. Al final se impuso, asentando una nueva narrativa basada en la reducción del estado y en el individualismo. La derecha sufre escalofríos solo con la posibilidad de que algunas medidas temporales lleguen para quedarse. O lo que es peor, que un nuevo “sentido común” se asiente en la sociedad. Tirando al traste los años gloriosos del culto al mercado, la desregulación, el individualismo y el desmantelamiento del Estado del Bienestar.
Por otro lado, la izquierda, además de atender la emergencia, que no es poca cosa. Debería reservar algo de energía para pensar en el día de después. Es posible que esa convocatoria de unos segundos Pactos de la Moncloa (AP se abstuvo de la parte social y política) vayan en esa línea, y quizás de ahí las reticencias de la tridente derecha. No lo sabemos, posiblemente porque nos faltaría una orientación, una propuesta académica, ilusionante y seria que orientase él debate. En el año 1941, pensando en un escenario post bélico y con la lección aprendida del final de la gran guerra, el gobierno del reino unido encarga a William Henry Beveridge la realización de un informe sobre las mejoras en el sistema de seguridad social inglés. Un año después, se presentaba el informe titulado “Informe al Parlamento acerca de la Seguridad Social y de las prestaciones que de ella se derivan”, más conocido como Informe Beveridge. El informe plantea como objetivos la eliminación de las necesidades básicas de enfermedad, ignorancia, desamparo y desempleo. El interés de este informe radica en que marcará las líneas generales de lo que será después el Estado del Bienestar inglés. Cuando se presentó, todo el mundo parecía estar a favor: Keynes felicito a Beveridge, sindicatos, laboristas e incluso algunos sectores del partido conservador. No hay que olvidar que su autor era un liberal, por lo que no se podía adjudicar su autoría al Komintern. Todos de acuerdo, excepto Winston Churchill que ordeno al partido conservador que mantuviese distancias. Churchill perdió las elecciones, las gano el Partido Laborista que llevaba el informe en su programa electoral.
Beveridge, en esencia planteo que el Estado del Bienestar requiere de una determinada política económica. No puede separarse política social, como responsabilidad del Estado, de política económica donde la responsabilidad es solo del Mercado. Este planteamiento es tan actual, que es posible que en el radiquen las reticencias de toda la derecha española en estos momentos. La pregunta a la que deberíamos dar respuesta como sociedad es si seguimos asumiendo el relato que nos ha traído hasta aquí. O, por el contrario, si estaremos dispuestos a cambiar este modelo. En Gran Bretaña, el relato se impuso democráticamente, optando por resolver los problemas de manera colectiva y llevándose por delante al hombre que había derrotado a Alemania. Hasta tal punto que la derecha no volvió a cuestionarlo en treinta años.
*Miguel Angel Martín, professor Associat Política Social. Universitat de València. Facultat Ciències Socials. Departament Treball Social