Tenía pensado hablar hoy de Alejandro Platero pasase lo que pasase en Madrid Fusión, y lo que ha pasado es que hay muy buenos cocineros compitiendo por un solo puesto, y no siempre se puede ganar. Pese a ello, Platero ha quedado segundo, pero el verdadero premio –será un tópico pero es verdad- es estar entre los seis candidatos a mejor cocinero revelación.
¿Y por qué está Platero ahí? Pues por platos como los que ilustran este artículo. Por haber empezado poco a poco, desde abajo, y haber llegado muy lejos. Una anécdota: compartíamos barrio, y un día (él no me reconoció) coincidimos en el banco, él en el despacho de la directora. “Algo tiene en la cabeza”, pensé, y efectivamente, lo tenía: abrió Macel·lum. Que tenga o no relación con la visita a la oficina bancaria es ya otra cosa, pero oye, quiero pensar que tengo olfato para estas cosas. No me quitéis la ilusión.
Alejandro Platero empezó hace ya mucho en esto de la cocina y ha ido subiendo peldaños de forma pausada pero constante. Hace unos pocos años empezó su viraje en Mulhandara, en Campanar, cuando se dio cuenta de que tenía que ir por un camino menos transitado o acabaría engullido por la crisis. Y sí, en Mulandhara se comía bien, y apuntaba muchas y buenas maneras, pero fue en 2014 cuando llegó el cambio definitivo. Mulhandara se ha convertido en Come y Calla (del que hablaremos otro día): un local con menús asequibles que se transforma en bocatería por la noche. Pero la creatividad de Platero y el magnífico servicio de sala de Raquel Bernal se han trasladado al centro.
Situado en una zona en la que incomprensiblemente no hay muchos sitios interesantes para comer, Macel·lum, con una cuidada estética y ocupando el local donde antes estaba Chust Godoy, destaca entre la oferta del barrio. Ofrece tres menús de distinto precio a mediodía y dos por la noche, de entre 19,50 y 50 €. En cualquiera de ellos se aprecia por qué Platero está donde está: buena materia prima, combinaciones inspiradas y mucho mimo en el trato. Son platos frescos, vistosos, que recuerdan a la mejor cocina valenciana actual (como la de Ricard Camarena). Las clóchinas y ostras son excepcionales, como la berenjena con encurtidos. La carne es de mucha calidad y está hecha en su justo punto. Las croquetas las borda, la ensaladilla es finísima –quizás demasiado-, los arroces siguen en la línea (es decir: muy bien) y tiene platos que dejan con la boca abierta, como la mejor patata que me he comido en mi vida. Puede parecer algo muy simple, pero hacer una buena patata –como un buen huevo frito- es algo com-pli-ca-dí-si-mo. Para acabar, nada mejor que una versión muy particular de la tarta de manzana: sencillamente espectacular.
No puedo disimular mi simpatía por la gente honesta que tiene un único propósito cuando cocina: que la gente disfrute. Eso se nota, y mucho, en el plato. Y como aquí estamos para recomendar sitios, mi recomendación es que vayáis a Macel·lum, independientemente de premios y chapitas en la solapa. Eso es lo de menos: lo que importan son otras cosas.
Macel·lum
C/ Boix, 6, Valencia
Tlf: 963 91 38 15
Tenía pensado hablar hoy de Alejandro Platero pasase lo que pasase en Madrid Fusión, y lo que ha pasado es que hay muy buenos cocineros compitiendo por un solo puesto, y no siempre se puede ganar. Pese a ello, Platero ha quedado segundo, pero el verdadero premio –será un tópico pero es verdad- es estar entre los seis candidatos a mejor cocinero revelación.
¿Y por qué está Platero ahí? Pues por platos como los que ilustran este artículo. Por haber empezado poco a poco, desde abajo, y haber llegado muy lejos. Una anécdota: compartíamos barrio, y un día (él no me reconoció) coincidimos en el banco, él en el despacho de la directora. “Algo tiene en la cabeza”, pensé, y efectivamente, lo tenía: abrió Macel·lum. Que tenga o no relación con la visita a la oficina bancaria es ya otra cosa, pero oye, quiero pensar que tengo olfato para estas cosas. No me quitéis la ilusión.