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Cómo se salvó El Saler de su destrucción gracias a un gran movimiento ciudadano y qué queda pendiente todavía

“Fue al principio un debate de minorías que acabó convirtiéndose en un debate de mayorías y en todo un movimiento ciudadano”. Así describe el arquitecto Carles Dolç el tsunami que se desencadenó hace cuatro décadas en la sociedad valenciana para salvar la Devesa del Saler de su destrucción bajo la guía de un plan de urbanización que acabó paralizado gracias a la lucha simbolizada en un lema: “El Saler per al poble”.

Dolç es, junto a los también arquitectos Tito Llopis, Felipe Martínez Llorens y Luis Alberto Perdigón, y la periodista Maria Josep Picó, uno de los cinco comisarios de la exposición que este miércoles se inaugura en el centro cultural La Nau, de la Universitat de València, con el título El Saler per al poble, ara. En la muestra se repasa lo que fue aquel movimiento de protesta que condujo a la creación, en 1986, ya en democracia, del Parque Natural de l'Albufera y la Devesa del Saler, pero también se plantean los “temas pendientes” de ese paraje, algunos de carácter ambiental y ecológico, pero otros heredados en buena medida de aquel intento de urbanización frustrado cuando ya se había plasmado en algunas construcciones, el asfaltado de viales y el trazado de un “paseo marítimo” a manera de barrera en la playa que sería posteriormente derribado.

El plan para urbanizar El Saler, es decir, la restinga que separa el lago de L'Albufera del mar y el bosque de La Devesa, tiene una fecha de partida en 1963, en pleno desarrollismo franquista. El arquitecto Julio Cano Lasso fue el firmante de un proyecto, aprobado por el Ayuntamiento de Valencia en 1965, que venía impulsado por la política del entonces ministro Manuel Fraga, promotor del “turismo de masas”.

“Fue una idea del franquismo, pero tenía antecedentes”, puntualiza Dolç, que recuerda intentos como el de construir una aeropuerto, de instalar allí la Universidad Laboral que al final se ubicó en Cheste o de prolongar la Gran Vía de Fernando el Católico hasta El Saler, donde se crearía una “ciudad jardín”. Dentro de esa dinámica, el Ayuntamiento de Valencia cedió los terrenos donde hoy están el parador de turismo y un campo de golf.

En 2005, como una remniniscencia fuera de época y de justificación de aquella mentalidad esta vez en tiempos de autogobierno, bajo la presidencia de Francisco Camps, el tristemente célebre instituto Nóos de Iñaki Urdangarin planteó a la Generalitat un proyecto de villa Olímpica en el mismo corazón de El Saler, con un puerto deportivo en la desembocadura del nuevo cauce del río y un monorraíl hasta L'Albufera.

El plan franquista tuvo varias versiones, pero el hecho es que en 1968, apoyada en los intereses del capital financiero e inmobiliario, comenzó la urbanización de El Saler. Una urbanización a la que pronto empezaron a oponerse desde la sociedad valenciana biólogos como Miquel Gil Corell, Ignacio Docavo o José Mansanet.

Félix Rodríguez de la Fuente, por un programa de su legendaria serie Vida Salvaje en Televisión Española, fue objeto en 1970 de descalificaciones en la prensa local por alinearse con los críticos a la urbanización del paraje, pero contribuyó a que la oposición creciera en la opinión pública. Hasta el extremo de que en 1973 la nueva subdirectora de Las Provincias, María Consuelo Reyna, dio un golpe de timón a la línea del diario conservador en este asunto para alinearse en varios artículos con los críticos a un plan que el Ayuntamiento reformó en 1974 sin demasiadas variaciones de fondo.

El vigoroso movimiento vecinal clandestino de las postrimerías del franquismo convirtió la defensa de El Saler en una de sus grandes causas, que encontró en activistas como Just Ramírez o Josep-Vicent Marqués algunas de sus voces de referencia. Una exposición y una concentración fueron los grandes hitos de aquel movimiento.

La muestra, más bien una contraexposición, se organizó en junio de 1974 como visión alternativa a la oficial del nuevo plan reformado. Instalada en el Colegio de Arquitectos de Valencia con el título El saler, datos para una decisión colectiva, registró una afluencia masiva de visitantes. Por otra parte, la concentración ilegal, a la que las autoridades franquistas intentaron en vano disuadir que acudieran los ciudadanos, fue un multitudinario aplec, que visibilizó la fuerza popular de la reivindicaión pese al gran despliegue policial y algunos intentos fallidos de disolver el encuentro por parte de los efectivos antidisturbios.

Con la llegada de la democracia, el Ayuntamiento de Valencina no sólo paralizó el plan sino que puso en marcha su revisión. Se decidió recomprar las parcelas que habían sido vendidas pero sobre las que no se había llegado a construir; derribar el paseo marítimo, una gran barrera de hormigón que había destruido el sensible sistema de dunas de la Devesa, y radactar un plan especial de El Saler.

La declaración del parque natural en 1986 completó el proceso, que conllevó una restauración de las dunas, medidas de depuración para detener la contaminación de las aguas de L'Albufera y la protección de la fauna, especialmente las aves migratorias que anidan en el que está considerado el segundo gran humedal de la península tras el parque de Doñana.

Lejos de cualquier motivación nostálgica, el repaso a esta historia de épica ciudadana solo representa la primera parte de la exposición. En la segunda se plantean los “temas pendientes”, que son muchos e intrincados. El primero de ellos, la pervivencia de edificaciones de aquella intentona urbanizadora. En el paraje hay actualmente una veintena de torres de apartamentos, dos urbanizaciones de chalets y la carcassa sin uso del antiguo hotel Sidi Saler. El hotel y una de las urbanizaciones, además, están dentro de la zona de dominio marítimo-terrestre.

Una autovía surge de la ciudad de Valencia y va a morir en el mismo corazón del Parque Natural, que se ve sometido a una fuerte presión por el tráfico rodado hacia las playas del sur. La autovía corta el acceso del pueblo de El saler (una pedanía de Valencia) a su tradicional puerto, en L'Albufera. La ordenación turística, la movilidad, la mejora de la calidad de las aguas del lago y la lucha contra la alarmante pérdida de arena de las playas son sólo algunos de los retos pendientes.

Señala Carles Dolç que el mismo grupo que ha promovido esta exposición celebró en 2016 unas jornadas dedicadas a debatir sobre estos temas. “Los parques naturales tienen una problemática muy compleja”, comenta. Pero la sociedad tiene que afrontarlos y buscarles soluciones. Se lo debe a todos los que lucharon para salvar El Saler para el pueblo.