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Bellas Artes reivindica la escultura valenciana con el legado de tres maestros olvidados
La revolución del arte contemporáneo en el siglo XX priorizó las diferentes formas de abstracción y descartó a los artistas más figurativos. Si además estos venían de la periferia, se les atravesó la guerra civil española y se dedicaran a un arte minoritario como la escultura, tenían muchos puntos de acabar pagando las cuentas esculpiendo santos. Fue lo que les pasó a una generación de escultores valencianos, que nacieron a finales del siglo XIX y justo cuando llegaban a su madurez creativa, la dictadura les desterró de la primera plana. Ahora, el museo de Bellas Artes de Valencia inaugura la exposición 'Adsuara, Vicent y Peresejo, tres escultores mediterráneos entre la tradición y la renovación’ que recupera la obra de estos artistas y reivindica su papel en la historia del arte.
Sus nombres no son muy conocidos pero su legado salpica nuestro patrimonio. En la propia fachada del Ayuntamiento de Valencia las esculturas que representan “la Justicia” y “la Prudencia” de Carmelo Vicent, están debajo del relieve sobre la administración de justicia que hizo Mariano Benlliure. Carmelo Vicent Suria (1890-1957), 28 años más joven que Benlliure formó parte de una generación escultórica que lo tomó primero como modelo y luego como antagonista. Una generación que emuló al inicio la herencia recibida para luego subvertirla e inyectó savia nueva al arte escultórico.
Participaron en la corriente renovadora de la escultura española que supondría el abandono del imperante burguesismo, así como del naturalismo impresionista, en beneficio de la recuperación de los valores puramente escultóricos de la forma, el volumen y la masa. La escultura tradicionalmente al servicio de las clases dominantes dejó de centrarse en los personajes ilustres y, de la mano de Carmelo Vicent, se fijó en los labradores y los marineros valencianos. De hecho, su obra 'Homenaje al trabajo' forma parte del medio centenar de piezas expuestas en Bellas Artes, seis de las cuáles se han restaurado para la ocasión después de décadas almacenadas y nunca expuestas al público.
Para el comisario Jaume Penalba es “una lástima que no se investigue más una obra que todavía tenemos al alcance” y ha destacado la gran labor de rescate de los aportes de una generación olvidada en su tierra. Sobretodo en el caso de Vicent y de Peresejo (1887-1978). El alcoyano que tiene una obra, El Esclavo, expuesto en la Tate Modern, en Londres, es tan desconocido en su tierra que la exposición apenas reúne un puñado de sus obras y algunos bocetos en escayola. Peresejo padeció la represión después de la Guerra Civil y al final consiguió emplearse como conservador y restaurador del Museo Nacional del Prado y profesor de medallística.
El más conocido de los tres es Juan Bautista Adsuara (1891-1973) famoso por su obsesión con la maternidad que plasmó a lo largo de su obra. Su etapa más brillante y renovadora coincide con los últimos años de la década de los veinte y se prolonga a lo largo de la II República Española. Entre otros galardones, en 1929 se le concede el Premio Nacional de Escultura por las alegorías de Las Artes y Las Ciencias, que debían decorar la fachada del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes de Madrid.
La exposición acaba con la yuxtaposición de dos de sus piezas que reflejan las constricciones que supuso la dictadura para los escultores. Una virgen magistral esculpida en madera en 1931 con rasgos claramente modernos, y otra, La virgen de la Angustia, hecha en 1942 con un estilo totalmente clásico.
Como Adsuara, Vicent y Peresejo también tuvieron que dejar de centrarse en temas paganos y volver a lo religioso para sobrevivir.
La exposición cuenta con el apoyo del Consorci de Museus, que durante años y hasta 2016, había prácticamente roto relaciones con Bellas Artes. Y es incluso una rareza para un museo que apenas ha acogido exposiciones de escultura en los últimos años, solo las de Mariano Benlliure y Vicente Beltrán Grimal. Ahora, la participación del Consorci ha permitido involucrar a los museos de Alicante y Castelló que aportaron fondos y repetiran la exposición. De hecho la muestra estuvo ya en 2017 en el Museo de Bellas Artes de Castelló.
Las obras vienen también del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, además de la colección de los Ayuntamientos de Alcoi y de Benicàssim y otras colecciones particulares de Castelló, València y Madrid a través de las cuales el visitante tendrá la oportunidad de aproximarse al universo creativo de los tres escultores.
La revolución del arte contemporáneo en el siglo XX priorizó las diferentes formas de abstracción y descartó a los artistas más figurativos. Si además estos venían de la periferia, se les atravesó la guerra civil española y se dedicaran a un arte minoritario como la escultura, tenían muchos puntos de acabar pagando las cuentas esculpiendo santos. Fue lo que les pasó a una generación de escultores valencianos, que nacieron a finales del siglo XIX y justo cuando llegaban a su madurez creativa, la dictadura les desterró de la primera plana. Ahora, el museo de Bellas Artes de Valencia inaugura la exposición 'Adsuara, Vicent y Peresejo, tres escultores mediterráneos entre la tradición y la renovación’ que recupera la obra de estos artistas y reivindica su papel en la historia del arte.
Sus nombres no son muy conocidos pero su legado salpica nuestro patrimonio. En la propia fachada del Ayuntamiento de Valencia las esculturas que representan “la Justicia” y “la Prudencia” de Carmelo Vicent, están debajo del relieve sobre la administración de justicia que hizo Mariano Benlliure. Carmelo Vicent Suria (1890-1957), 28 años más joven que Benlliure formó parte de una generación escultórica que lo tomó primero como modelo y luego como antagonista. Una generación que emuló al inicio la herencia recibida para luego subvertirla e inyectó savia nueva al arte escultórico.