Hoy hace un año del cierre de Canal 9 y Ràdio 9. Era una radiotelevisión joven, de poco más de 24 años, pero con graves problemas de salud. Una obesidad mórbida de 1.800 trabajadores que, sumado a una vida de excesos que la desangraron con capítulos como las retransmisiones de la Fórmula-1, los favores a los equipos de fútbol valeciano o los caros chanchullos de la visita del Papa, investigados dentro del caso Gürtel. Cuando se llegó a una situación de colapso se pensó que la única solución era una 'dieta milagro' con la que se le quitaba un peso de un millar de trabajadores con un ERE, pero era una dieta forzada que fue tumbada por la justicia y obligó a su readmisión. Los padres de la criatura, el gobierno de la Generalitat, no quisieron más dietas, ni las propuestas mediante negociación por trabajadores y sindicatos. La solución: cerrarla.
Cuando se anunció el que iba a ser el primer cierre en aras de la austeridad de una televisión pública autonómica tanto Canal 9 como Ràdio 9 sufrieron una catarsis, un canto del cisne, afines y refractarios se rebelaron. Los medios serviles colaboradores con la propaganda del PP dieron un puñetazo sobre la mesa y empezaron a hacer periodismo: a marchas forzadas se quería hablar de los casos de corrupción del PP, se denunciaban los casos de abusos sexuales que hubo dentro de Canal 9 a manos de su exdirector general, y se dio voz a los silenciados, no sólo los partidos políticos de la oposición sino también a un colectivo muy simbólico como la asociación de víctimas del metro, repudiadas por la Generalitat.
El cierre de Canal 9 fue la peor campaña de publicidad que podía sufrir el PP y la Generalitat de Alberto Fabra: 12 horas de retransmisión en directo de como se ejecutaba una televisión. Los políticos de la oposición mordían en el plató al gobierno, la policía acordonaba el recinto dando una sensación de que se había impuesto la ley marcial, los que entraban lo hacían por ventanas como vulgares delincuentes, y hasta surgió la figura 'berlanguiana' de Paco 'Telefunken'. Pero llegó la desconexión y se impuso el negro y el silencio.
No fue una muerte, fue un como inducido. El gigantesco cuerpo del centro de producciones está vacío, deteriorándose poco a poco, sufriendo por parte de su organismo como el archivo audiovisual al cual todavía no se le ha dado una solución. Pero mientras el cuerpo es objeto de un embalsamamiento por parte de unos liquidadores que han tenido que hacer frente a las chapuzas legales que propició la Generalitat con el cierre, los trabajadores llegan a todas las esquinas del territorio valenciano para mantener viva la llama de la esperanza de resucitar el ente.
Inicialmente hubo una intensa protesta que rozaba el acoso y la Generalitat contestó con la fuerza, a veces con excesivo autoritarismo haciendo callar hasta unos niños de una escuela. Pero tras unos tensos primeros momentos la protesta se recondujo y los profesionales del ente empezaron a divulgar mediante conferencia, mesas redondas, vídeos de protesta, denuncia pública y otras iniciativas este recorte a la libertad de información que impuso el gobierno autonómico del PP. Entre las ideas destacadas está en marcha una Iniciativa Legislativa Popular (ILP) en la que se recogieron firmas para llevarlas a las Corts Velencianes y reclamar la vuelta de una radiotelevisión pública y en valenciano.
El apoyo a la continuidad de una radiotelevisión pública se recibía de la oposición, que como una arma política más promete que para el 9 d'Octubre de 2015; de organismos culturales que defienden su papel para la conservación y pervivencia del valenciano; del sector audiovisual que denuncia que desde el cierre del ente el paro en el sector ha escalado hasta un 90%; pero especialmente se tiene la sensación de que la información autonòmica ha desaparecido en la comunicación audiovisual, hay un vacío considerable que no ha pasado desapercibido.
Por ello el President de la Generalitat, Alberto Fabra, confiaba y prometía una programación de ámbito autonómico en desconexiones de TVE, pero nada se ha sabido de esta intención. Otras emisoras privadas, como Mediterráneo, intentaron venderse como la alternativa a ocupar este espacio, pero sin ningún éxito.
Pero a poco más de medio año de las elecciones autonómicas y municipales, y con un PP que cae en picado en las encuestas de intención de voto aparece la angustia existencial, el miedo a perder el poder 20 años después. Y para colmo Canal 9 era noticia, pero lo era por el desfile de sus directivos ante los tribunales para que explicaran quienes eran los responsables del saqueo del dinero público, todos apuntaban hacia arriba. Hasta alberto Fabra tuvo que prescindir de su jefa de comunicación, Lola Johnson (exdirectiva de Canal 9) cuando fue imputada, su heredero otro extrabajador de Canal 9 que mantiene que el cierre fue un golpe de estado.
El canal de propaganda gubernamental que era RTVV ya no está, un instrumento muy útil para reforzar el mensaje de los gobernantes pero que ahora no tienen, llegó el momento de los arrepentimientos. El primero fue el díscolo Alfonso Rus, presidente de la Diputación de Valencia, que como avanzó eldiariocv.es quería poner en marcha una televisión pública de concesión privada que sirva para tener cuota de pantalla, no por la necesidad informativa, sino con la excusa de que la gente pueda ver folklore, pilota valenciana... y por supuesto sus actos institucionales de propaganda.
Tras la presentación de esta televisión, que en teoría debería estar en marcha el 1 de enero de 2015, a Fabra le rechinaron los dientes y empezó a cambiar su discurso, hasta los suyos le reprochaban que cerrar Canal 9 había sido un error, y él lo sabía. La posibilidad de reabrir una televisión pública ya no era una negativa total, se mostraba dispuesto a revivirlo con mejores circunstancias económicas, el desgaste político y social de este cierre podría haber sido ya definitivo.
Las 12,19h es la hora recordada como el apagón, RTVV entraba en hibernación, una hibernación que puede ser definitiva pero no antes de empezar la próxima legislatura. Mientrastanto el espíritu de Canal 9 está fuera de su cuerpo está fuera, en la calle, no duerme el sueño de los justos, porque su cometido es atormentar a sus verdugos. El PP valenciano no duerme tranquilo, Fabra no duerme tranquilo, el paro, la corrupción, las rebeliones internas... muchas pesadillas a las que se suma el alma errante de Canal 9.