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Cuando el tiempo te agua el festival

Los eventos musicales de verano se enfrentan en cada edición a un enemigo climatológico: las tormentas estivales. Cada año la lluvia amenaza algún festival, aunque pocos son los que han llegado a suspenderse por malas condiciones climatológicas.

A veces los conciertos continúan su ritmo y quienes se ven principalmente afectados son los campistas, que ven sus tiendas y sus pertenencias flotar en lagos espontáneos.

El caso más reciente de una fiesta pasada por agua ha sido en el Medusa Sunbeach de Cullera, cuyos campistas tuvieron que ser desalojados durante la primera jornada con más de 90 litros de agua por metro cuadrado. El temporal obligó a despejar la zona de camping y más de 3.000 asistentes tuvieron que marcharse o ser reubicados en el polideportivo municipal. Al día siguiente, ya sin lluvia, los festivaleros volvieron a instalarse en el festival, que no ha cesado en toda la semana.

A los más experimentados en el marco festivalero les será fácil recordar la edición de 1997 en el FIB. O el FIB del diluvio, ya que en la tercera edición del todavía joven festival la fuerte lluvia caída en Benicàssim obligó a suspender muchos conciertos, el de la banda de Stephen Malkmus, entre otros. La tormenta se llevó parte del escenario, pero los fibers no desistieron. Asistieron casi 18.000 personas, cifra que hizo al Ayuntamiento replantearse un nuevo recinto más amplio que el velódromo inicial.

Aunque quizás el caso más impresionante -si no, al menos más difundido- de inundaciones en un festival valenciano fue el de la pasada edición del Arenal Sound. O el ‘Barrizal Sound’ como bromearon sus asistentes, pese a tener que suspender parte de los conciertos. Algunas zonas de camping acumulaban más de medio metro de agua y las zonas de acampada se convirtieron en un auténtico río de fango. Los ‘sounders’ inundaron a su manera redes sociales como Instagram, Twitter, Facebook y Snapchat con vídeos y fotos combinando la denuncia de la situación con el sentido del humor, muchos vestidos con chubasqueros de bolsas de basura. El Ayuntamiento de Burriana, localidad en la que se celebra, organizó autobuses que trasladaron a más de 900 asistentes a dos locales municipales.

Pese a las malas condiciones meteorológicas, los festivaleros resistieron a los tres eventos, gracias en gran parte a la colaboración de ayuntamientos y vecinos. Tras resguardarse de la lluvia, muchos repitieron en la misma edición. Cuando amaina la lluvia no lo hacen las ganas de diversión. Como reza el dicho, que nada te agüe la fiesta.

Los eventos musicales de verano se enfrentan en cada edición a un enemigo climatológico: las tormentas estivales. Cada año la lluvia amenaza algún festival, aunque pocos son los que han llegado a suspenderse por malas condiciones climatológicas.

A veces los conciertos continúan su ritmo y quienes se ven principalmente afectados son los campistas, que ven sus tiendas y sus pertenencias flotar en lagos espontáneos.