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Todo no irá bien

Francesc Felipe

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Todo no irá bien y menos para la cultura. A pesar de que queramos autoengañarnos y colgar carteles con mensajes positivos para pasar mejor el confinamiento: todo no irá bien. Los sectores culturales se han levantado en pie de guerra contra el Ministro de Cultura y Deporte por decir lo que mayoritariamente se piensa pero que hasta ahora nadie había osado decir desde la misma sede del Ministerio: la cultura no es una prioridad desde un punto de vista ni político ni social. Por mucho que haya un Ministerio propio y por mucho que escribamos múltiples alegatos en favor de lo que representa la cultura para la sociedad y lo compartamos muy fuerte y muchas veces: la realidad tozuda es que mayoritariamente en España la cultura está vinculada al concepto de ocio y el ocio es el primer lujo a recortar cuando llega la tormenta. Cualquier cosa irá siempre antes de que la cultura. Punto.

¿Y por qué digo esto? Porque justamente la única forma de cambiar este marco conceptual es entender que el problema no es un ministro de turno, que también, sino que todavía se tiene que demostrar al conjunto de la sociedad la importancia real de la cultura en todas sus expresiones y formatos. Si esto no lo comprendemos, que el problema no es una política concreta, que el problema es esa mentalidad enfrente de la cultura tan extendida en todo el territorio español por la que toda subvención es una limosna al artista y no una inversión en el país, podemos acabar haciendo una huelga eterna. El mensaje debe estar dirigido no solo a un ministro puntual de cultura sino que nos afecta a todas y todos y nos tendría que llegar al conjunto de la sociedad.

Porque la cultura, en contra de lo que piensa el ministro y una inmensa parte de la población, es en realidad una necesidad básica de las personas. Es exactamente esto lo que tenemos que defender, de demostrar, de convencer. La gente que sale a tocar un instrumento a los balcones, que hace los directos por internet, que aumenta el consumo de audiovisual son el ejemplo actual del poder que convoca la cultura. Organicemos este poder. Sabemos que necesitaremos, más que nunca, la cultura, las historias o el arte para sobrevivir en el mundo después de la pandemia pero además habrá que explicarlo a todo el mundo. Por eso es esencial que compartamos lo que vemos, que recomendemos, que mostremos, que contemos, que volvamos a ver, que nos recreemos, que continuemos creando. Hoy en día ver una serie televisiva no es nada más que un ejemplo de la necesidad de la narración oral, de contar cuentos, que venimos haciendo los humanos desde nuestros inicios como especie, pero también desde la más tierna infancia como individuos. Nadie recordamos el primer cuento que nos contaron ni la primera canción que nos cantaron pero estará grabada para siempre en nuestro imaginario interior que saldrá cuando contemos el primer cuento o cantemos la primera canción a nuestros hijas o hijas. Porque las personas estamos hechos de historias vividas y contadas.

Todo no irá bien pero esto no quiere decir que todo vaya a ir mal. De hecho no hace falta mirar siempre a otros territorios europeos, ni hay que emigrar a Francia. Aquí también existen excepciones culturales. La excepción, en nuestro caso, la tenemos en el País Valencià donde la Consellería de Educación, Cultura y Deporte ha sabido reaccionar rápidamente, conjuntamente con los sectores culturales valencianos, con un plan como Reactivem donde se ha demostrado que sí que se pueden hacer medidas urgentes en política cultural si se quiere. Nunca antes habíamos visto en un Decreto Ley de urgencia unas medidas en política cultural. Urgencia en política cultural: es realmente inaudito. Medidas como la flexibilización de las las ayudas, el anticipo del pago, la no minorización por no haber podido realizar completamente la actividad o la ampliación a los espacios de programación privados de la oferta pública son elementos que sin duda tendrán un efecto positivo en la creación, en el público y en el sector cuando se pueda volver a la actividad. De hecho la actuación no se limita solo a una normativa legal y condiciones más favorables sino también a un aumento de la inversión inicial del plan Reactivamos con una inyección económica de 4 millones de euros. No estamos hablando de “recorte” o “congelar el presupuesto” en cultura sino de aumentarlo, es decir, invertir. Importante en estas latitudes y en este contexto.

Esta apuesta pública por la cultura no deja de ser una excepción puntual por la concepción política de la cultura como herramienta de transformación del país y al servicio de la ciudadanía que tienen los actuales responsables de la política cultural valenciana y que desgraciadamente se carece en otros lugares, pero no en todos. Otro ejemplo de excepción en el estado español de apuesta por la cultura ante la pandemia está en Canarias con 2,6 millones de euros también desde la periferia de la periferia cultural, como nosotros. Por eso desde aquí, como valencianos y valencianas, y como sociedad en general, no solo desde el mundo de la cultura, deberíamos saludar estas políticas, protegerlas y exportarlas, contribuir a mejorarlas y profundizarlas. Haría falta señalar, y también, como no evaluar, esta apuesta cultural si queremos al menos que continúe, que se amplíe y que no se queden en una anécdota. también deberíamos reconocer las acciones que desde los diferentes sectores culturales valencianos se están impulsando: desde las propuestas de las sociedades musicales hasta la editoriales como Bromera, desde showmans como Eugeni Alemany hasta músicos como Dani Miquel, desde el Teatro Micalet o la danza a casa hasta los cuentacuentos en instagram. Todo esto tendremos que reivindicar ante el conjunto de la sociedad si queremos que algo sí vaya bien cuando acabe el confinamiento y volvamos a llenar por fin, como tanto deseamos, los teatros, las librerías, los conciertos, las bibliotecas, los cines, los museos, las galerías, los festivales, las ferias. Es decir cuando volvamos a la cruda realidad de levantar la cultura día a día.

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