Con esto del COVID-19 recuerdo que una vez me preguntaste “¿Puede llegar un Tsunami a casa?” Yo también me hice una pregunta parecida cuando tenía tu edad. Fue después de ver a escondidas “Terremoto” de Charlton Heston. Desde entonces anidó en mi la sensación de que el suelo que pisaba no era tan firme y que la fortaleza protectora en la que creía vivir se podía desmoronar.
Años más tarde, gracias a la nueva antena parabólica de la comunidad de vecinos, seguí en directo la guerra del golfo a través de la CNN. Era emocionante, intensa, real… pero lejana. Hasta que alguien me dijo eso de que las guerras saltan una generación. Mis abuelos sí, mis padres no… estaba claro: me tocaba a mí.
Luego vino la Guerra de los Balcanes. Más cercana, también la seguí, esta vez con preocupación. Hace unos años en Bosnia, gente de mi misma edad me contó en primera persona cómo estaba claro que la guerra se acercaba, pero no se lo querían creer. Hasta que ya estaban dentro y era demasiado tarde.
Desde entonces es como si algo en mi se estuviera preparando para que me llegara el turno. Y creía que nuestra guerra sería el cambio climático. La Teoría de Gaia (Lovelock 1979) presentaba al planeta tierra como un ente único que se autorregulaba. Los humanos (pequeños elementos de Gaia) estábamos descompensando el sistema. Si no lo solucionábamos, el cambio climático como si fuera una fiebre, iba a amenazarnos para que la vida continuara en Gaia sin nosotros.
Cuando la lucha por la sostenibilidad ambiental y contra el calentamiento global iba cogiendo inercia… Gaia nos sorprende con un virus. Microscópico, pero con la capacidad de extenderse y afectar a toda la humanidad. Gaia nos advierte de lo insostenible de esta globalización, usándola de vehículo para una amenaza global.
Gracias al coronavirus COVID-19, haciéndonos pagar un altísimo precio, Gaia parece querernos dar el aviso definitivo: somos pequeños, vulnerables, tenemos que estar juntos, de nuestras acciones individuales depende el futuro de la humanidad… este planeta es nuestra casa y nos tenemos que organizar.
Espero que tomemos buena nota, porque nos toca a nosotros reconstruir una nueva forma de convivir, menos prepotente y más temerosa con nuestro hogar y nuestros vecinos… y dejaros a los que venís detrás un sistema sostenible.
Algo ya ha cambiado: Gaia nos ha mostrado que podemos renunciar a muchas cosas si de ello depende nuestra supervivencia. Que no se nos olvide.