Podría escribiros decenas de nombres de personas anónimas que nunca serán noticia de portada en un medio de comunicación, aunque tampoco lo buscan. Cientos de hombres y mujeres que dedican parte de su vida a mejorar el bienestar de los demás. Miles de personas que con su aportación económica a una ONGD contribuyen a dar una oportunidad a los que nacieron sin oportunidades.
Esta es la verdad de un mundo donde las pocas malas noticias ganan a las muchas buenas noticias. Una realidad que nos pasa desapercibida. Pero cuando tienes la oportunidad de mirará a tu alrededor y ver la grandeza humana de gentes comprendes que, solo si pensamos como colectivo, somos verdaderamente personas.
Solo tenemos que mirar a nuestro lado para descubrir a alguien que de manera voluntaria colabora, trabaja o apoya con su labor una causa justa. Pero la solidaridad no es patrimonio del norte, ni tan siquiera de aquellos que ya tienen sus necesidades básicas cubiertas. La solidaridad es el símbolo inequívoco de la humanidad.
Gentes que, aún no teniendo nada, dan lo mejor de sí para que aquellos que, por no tener, no tienen ni voz puedan salir de su silencio marginal. Libertad de decidir su futuro. Hemos visto cómo niñas discapacitadas de India, que han sido repudiada por sus propias familias, hoy no tienen que ser casadas de “segunda mano” con una persona mayor o un viudo, sino que con su esfuerzo y trabajo se han ganado la libertad de elegir marido.
Hay héroes en los cómics, en el deporte, en la música y en el cine, héroes construidos por el imaginario colectivo que proyectan, a través de los medios de comunicación, el cénit que queremos conseguir, el éxito y la popularidad. Son los héroes del mundo.
Pero hay unos héroes y unas heroínas que día a día dan una lección de humanidad, solidaridad y justicia. Gentes que solo desean aportar al bien ajeno. Personas que se sienten pagados con una sonrisa, una injusticia rota o una oportunidad para el futuro. Héroes del día a día. Como los maestros y maestras que desde las más remotas aldeas trabajan para que todos tengan derecho a una educación digna. Ellos son los héroes de miles de niños que cada día van a la escuela y desean ser de mayores maestros y maestras.
A todos ellos y ellas, que desde la aportación de dinero, la colaboración con una ONGD, el trabajo voluntario o desde cada pueblo y aldea de este mundo trabajan para los demás, quiero decirles desde la emoción: gracias por hacer realidad el mundo que queremos.
* Federico Buyolo, director general de Cooperación y Solidaridad de la Generalitat Valenciana